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Premio Andalucine de CEAR al corto de cuatro extutelados
Abderrahim Belghalia, Mohamed El Azzouzi, Abdelouadoud Abboute y Mohamed Lamine Kobele Keita decidieron dejar atrás su vida en África para buscar una mejor al otro lado del Estrecho. Como tantos otros menores de edad extranjeros (7.000 en 2018 según el registro oficial) llegaron en patera a Andalucía y se integraron en el sistema de acogida autonómico. Cumplida ya su mayoría de edad, los cuatro conviven en un piso tutelado y acaban de ganar un premio de cine juvenil con un corto en el que han querido transmitir a la sociedad española el por qué de ese viaje, qué buscan en España. Explicarlo en primera persona para luchar contra los estereotipos y los mensajes negativos, cuando no noticias falsas y bulos, que rodean a los menores extranjeros no acompañados en España.
El piso en el que conviven en Peligros (Granada) suena a alegría mientras cuentan su historia. Acaban de difundir el primer premio de su corto, Las dos caras de la moneda, en el II Festival de Cine juvenil Andalucine y ya han atendido a un equipo de Canal Sur, no se creen lo que está pasando. Cómo iba a imaginarlo Abderrahim cuando al llegar a España hace un año no sabía leer ni escribir. “En Marruecos no tenía estudios, estaba trabajando sin un sueldo. No tenía nada”, resume. Por eso, junto a un amigo, decidió embarcarse en una patera que acabó llevándole a Algeciras. ¿El objetivo? “Estudiar y buscar trabajo”. La siguiente parada fue en Motril y, al cumplir la mayoría de edad, fue uno de los afortunados que consiguió plaza en un programa para extutelados. Su apuesta empieza a darle frutos: ya tiene un contrato como mecánico tras hacer prácticas en una empresa. “Ahora veo un buen futuro”.
Ese trayecto, esa historia común con sus compañeros, es lo que han tratado de resumir los cuatro jóvenes en Las dos caras de la moneda, en el que han trabajado junto a alumnos de la escuela audiovisual Curva Polar de Granada. “Hay quien piensa que no hemos venido a integrarnos”, aseguran en el corto, pero en realidad “yo vine a sumar”. Abdelouadoud lo expresa de otra manera: “Hay gente que piensa que venimos a delinquir y venimos a trabajar”. Y para ello, recuerdan en el corto, han dejado atrás a su familia, sus amigos, su mundo. El suyo es otro caso de éxito por el momento: encontró trabajo en un restaurante, pero quedó en suspenso por la pandemia. Mientras tanto sigue con su formación, que no solo es académica: en el piso que comparte con sus tres compañeros también está aprendiendo a desenvolverse, a acelerar su madurez respecto a otros chicos de su edad para poder independizarse cuanto antes.
“Tienen que convertirse en adultos de manera adelantada”, explica Carmen Pastor, de la Asociación Engloba, que gestiona el piso tutelado. Se trata de uno de los recursos que hay en Andalucía para dar continuidad a la protección de los menores extranjeros no acompañados una vez cumplen la mayoría de edad, con el objetivo de que continúen su formación, puedan buscar trabajo y también terminen de legalizar su situación administrativa. En el caso de estos cuatro jóvenes, el cumplir los 18 años con permiso de residencia favorable les hizo posible empezar a trabajar con ellos; en otros casos, en los que la tramitación de la documentación se retrasa durante meses, todo es más difícil.
Durante estos meses aprenden no solo un oficio, sino “a abrir una cuenta bancaria y hacer todo tipo de trámites, gestionar su casa, convivencia, a relacionarse”. Eso es lo que muestran en el vídeo, con imágenes de su día a día acompañadas de una pieza musical compuesta por Joaquín Agüera para el corto.
El resultado del programa que refleja el vídeo es el de una convivencia que es “muy buena”, asegura Mohamed Lamine. Él llegó de Guinea hace dos años en patera con una enfermedad en un pie y con la esperanza de curarse en España y todavía no ha podido trabajar. En su caso, su objetivo más inmediato es seguir formándose, aunque no olvida el principal: “Quiero trabajar. Me gustaría de azafato, de recepcionista de hotel. De lo que sea”. Su compañero Mohamed El Azzouzi lo corrobora; él tiene en lontananza una práctica en un catering para seguir formándose en restauración. “Es a lo que vinimos aquí”.
El II Festival de Cine juvenil Andalucine, que celebra la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR) con la ayuda de la Dirección General de Políticas Migratorias de la Consejeria de Turismo, Regeneración, Justicia y Administración local, ha premiado los mejores cortometrajes sobre temática de migración, inclusión social y diversidad. En la edición de este año se han recibido 41 cortometrajes de prácticamente todas las provincias andaluzas y donde han participado menores desde 9 a 25 años.
Además de Las dos caras de la moneda, las otras cintas ganadoras son Akram de Pepe y Manuel Cabrera (Sevilla) en la categoría de 9 a 12 años; Confesión, del IES Alfarines Ruiz Frolindo de Fuente de la Reina (Sevilla) en la categoría de 13 a 17 años; Como las Golondrinas, de Candela Nogales García Moliní y Belén Pernia Pernia, alumnas de primero de comunicación audiovisual de la Universidad de Málaga, en la categoría de 18 a 25 años; y Price cortometraje llegado desde el IES Rodanas de Épila (Zaragoza) de la categoría de Otros Territorios.
El Festival Andalucine Juvenil, colabora con el festival internacional PLURAL+ de la Alianza de Civilizaciones de Naciones Unidas y 29 de los cortometrajes recibidos en esta II edición han sido enviados y competirán en el festival que celebra anualmente Naciones Unidas en el mes de noviembre.
La atención a los menores extranjeros no acompañados una vez cumplen la mayoría de edad es uno de los grandes retos del sistema de protección de las comunidades autónomas. Sobre el papel, dejan de estar tutelados cuando llegan a los 18 años, pero la mayoría de las comunidades cuentan con programas de atención para los niños que dejan de estar bajo su protección, una red de recursos que venía siendo insuficiente para atender las necesidades previas a la llegada de menores extranjeros no acompañados y que se ha visto sobrepasada, en mayor o menor medida, por la necesidad de atender a estos chicos.
Los defensores del pueblo han alertado en numerosas ocasiones de la situación de extrema vulnerabilidad de estos jóvenes, pidiendo más recursos para su protección. El peor de los escenarios se presenta cuando alcanzan la mayoría de edad y no consiguen prorrogar su estancia en el centro de protección o consiguen plaza en alguna de las todavía escasas viviendas de emancipación. En estos casos “llegan a residir en albergues para personas sin hogar, se instalan en casas ocupadas (habitualmente con otros jóvenes de su misma nacionalidad) o simplemente quedan en situación de calle”, advierten los defensores. Estas situaciones generan bolsas de marginalidad y exclusión fácilmente utilizables por mafias dedicadas a la explotación laboral o sexual.
Frente a ello, las defensorías proponen por un lado modificar el Reglamento de extranjería para que los ex tutelados en programas supervisados por la Administración puedan solicitar una autorización de trabajo por circunstancias excepcionales. Y por otro, piden a las comunidades autónomas que elaboren planes de atención a jóvenes ex tutelados que alcanzan la mayoría de edad y estudios que permitan dimensionar adecuadamente el problema de atención a menores ex tutelados (nacionales y extranjeros). También proponen que compartan las buenas prácticas en cada una de ellas y evalúen las posibilidades de acceso a fondos europeos para la consecución de estos objetivos en las recomendaciones anteriores.
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