Orígenes de la reserva de biosfera del Mediterráneo: veinte años no son nada
Reserva de la Biosfera Intercontinental del Mediterráneo
Este tipo de reservas de biosfera permite establecer una gestión común, con la suficiente flexibilidad para dar cabida a toda la variedad natural, cultural y administrativa que hay en los países vecinos
Ecoturismo en el Campo de Gibraltar, reserva de la Biosfera Intercontinental del Mediterráneo Andalucía-Marruecos
Por llamativo que parezca, la reserva de la biosfera de la que forman parte varios municipios campogibraltareños, declarada por UNESCO en 2006, uniendo espacios naturales de dos continentes, Europa y África, y dos países vecinos, España y Marruecos, comenzó a gestarse a raíz de un encuentro celebrado en Buenos Aires casi quince años antes. Nos referimos, claro está, a la Reserva de la Biosfera Intercontinental del Mediterráneo, cuyas siglas son RBIM, que incluye parte de los términos de Tarifa, Algeciras, Los Barrios, Castellar de la Frontera y Jimena de la Frontera, los que forman parte de espacios naturales protegidos.
Hoy se encuentra de actualidad al estar próxima a cumplir veinte años, ya que su vigésimo aniversario tendrá lugar el próximo año 2026, así como por la celebración del quinto Congreso Mundial de Reservas de Biosfera, previsto para los días 22 al 25 de este mes de septiembre, en China, en la ciudad de Hangzhou, y del que saldrá una nueva estrategia para estos espacios mundiales, que se prevé esté en vigor los siguientes diez años.
Durante la asamblea de la Unión Mundial por la Naturaleza (UICN), que tuvo lugar en Buenos Aires a comienzos de 1992, la UNESCO aceptó el ofrecimiento español para que Sevilla fuese sede del segundo Congreso Mundial de Reservas de Biosfera, previsto para 1995.
Esta figura de protección había comenzado a aplicarse en los años setenta del pasado siglo, en el marco de un programa denominado Man and Biosphere, conocido por sus siglas MaB. Su objetivo principal era crear una red de espacios mundiales donde se combinase la conservación de la naturaleza amenazada con lo que se vino a llamar desarrollo sostenible, término hoy repetidamente usado, pero que en aquella década sonaba aún a música celestial.
Quizás guiados por el primer sustantivo de la denominación elegida, las reservas de biosfera declaradas hasta comienzo de los años noventa respondían más a un esquema clásico conservacionista, de protección de flora y fauna amenazada, dejando el desarrollo de las poblaciones como argumento secundario. En nuestro país las primeras declaradas vinieron a coincidir con la eclosión de los espacios naturales protegidos, aprobados al albur de las primeras legislaciones promulgadas por las nacientes comunidades autónomas.
Al llegar a 1995 se habían reconocido 324 reservas de biosfera en 86 países. En Andalucía eran cinco, a las que se sumó ese mismo año la Sierra de las Nieves, hoy flamante parque nacional. El congreso mundial, celebrado en Sevilla en marzo de 1995, permitió conocer en Andalucía más en detalle la experiencia de algunas reservas de biosfera de carácter transfronterizo, todas de carácter continental, ya que hasta entonces no existía en el mundo ninguna que comprendiese ámbito marino.
El giro de este congreso consistió en acentuar el carácter de desarrollo social y económico de las poblaciones locales como objetivo de las reservas de biosfera, sin desdeñar la protección de los recursos naturales de alto valor, pero complementándolo. Ello abrió la puerta a que UNESCO pudiese declarar bajo esta figura internacional a territorios más amplios y diversos que los reconocidos hasta entonces, no solo concretos espacios de ecología muy singular y valiosa sino verdaderos laboratorios de desarrollo, que albergasen también población, cultura y actividad económica.
Este planteamiento vino a llamarse Estrategia de Sevilla, habiendo permanecido muchos años como santo y seña de esta red mundial. Algunos otros objetivos consistían en incrementar las reservas de biosfera en los medios costeros y marinos; también que fuesen ejemplos de desarrollo sostenible a escala regional y, no menos importante, que tuviesen más en cuenta la dimensión humana. Estos ingredientes preludiaban la posibilidad de declarar reservas de biosfera como la que comenzaría a tomar forma entre ambas orillas del Estrecho, abierta al Atlántico y el Mediterráneo.
Un encuentro posterior, denominado Sevilla+5, vino a concluir en la necesidad de establecer reservas de biosfera transfronterizas, entre dos o más países, como forma de minimizar las discontinuidades en la gestión de ecosistemas naturales similares, que se dan cuando los sistemas políticos y administrativos de las naciones son diferentes. Este tipo de reservas de biosfera permitiría establecer una gestión común, con la suficiente flexibilidad para dar cabida a toda la variedad natural, cultural y administrativa que hay en los países vecinos.
El marco de trabajo estaba definido. Coincidieron en la década de los noventa varios hechos con repercusiones en ambas orillas del Estrecho, que resultarían relevantes para la configuración de la futura reserva de biosfera. La interlocución y cooperación medioambiental de Andalucía con Marruecos es el primer hecho imprescindible. En 1996 la Junta de Andalucía y el Reino de Marruecos suscribieron el primer acuerdo de cooperación, que consideraba a la protección del medio natural y de la biodiversidad como un ámbito prioritario de trabajo para ambas partes. Casi a continuación, la Junta de Andalucía rubricó un memorándum de entendimiento con la Administración de Aguas y Bosques del entonces Ministerio de Agricultura y Pesca del Reino de Marruecos, órgano que se encargaba en el país vecino de los espacios naturales, los bosques y la lucha contra los incendios forestales.
Precisamente se definieron como áreas prioritarias de actuación la protección de los espacios de alto valor ecológico, el desarrollo sostenible de los recursos naturales, la ordenación de los bosques y los incendios forestales, frecuentes en las zonas mediterráneas. Dos fueron los proyectos de mayor entidad: la elaboración del plan director de prevención y lucha contra los incendios forestales de la región del Rif y el apoyo al parque nacional de Talassemtane. Este parque nacional se extiende por unas 58.000 hectáreas de la zona centro-occidental del Rif, provincia de Chefchaouen, y en él encontramos una gran variedad de especies vegetales, como el pinsapo, el cedro del Atlas, el alcornoque o el tejo. Entre la fauna destaca la presencia del macaco de Berbería.
Esta cooperación entre las administraciones ambientales de ambos países se iría ampliando y reforzando a lo largo de los siguientes años, con frecuentes visitas e intercambios con presencia de delegaciones de nuestra comunidad autónoma y Marruecos, concretándose nuevos proyectos. De ellos, quizás el más relevante, la creación de una reserva de biosfera compartida, de carácter transfronterizo y, como gran novedad en la red mundial de estos espacios, intercontinental.
Seguiremos abundando en estos primeros pasos en un siguiente artículo.
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