Nochebuena
Cuentos del Natal
Lo trajeron entre varios, el cuerpo como muerto, caía por su peso como un fardo cargado por estibadores derrengados, gordo y grande que no se explica cómo no aguanta más... la madre llorando, la hermana gritando, el padre mirando, el vecino riendo, la vecina hablando, la cuñada rajando y el niño asombrado por más que la escena no le fuera extraña.
Mariscos malos, ensaladillas pobres, carnes sin más, jamón regular, caña de lomo achorizada, queso de plástico y unas lonchas que se llamaban “fu-á” y que había que untar en galletitas que se convertían en hígados pequeños, un vino dulzón con gas casi refresco y un tinto carraspeño arañagargantas, cervezas calentonas, estaban deseando pero...
De repente, igual que un resucitado, el chiquillo vio a su padre resurgir riendo inconsciente del dolor causado, como si la preocupación hubiera sido cosa de los preocupados; en un par de gestos se liberó de los porteadores y una luz de tranquilidad inundó la sala, qué alegría, qué gloria, qué maravilla, el niño ya no veía a su padre drogado hasta perder los controles, ya podían comer y la Navidad estaba preparada y feliz, la angustia del día había pasado.
En los demás edificios pasaba lo mismo.
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