La noche más larga de la democracia
El próximo miércoles se cumplen 30 años del golpe de estado del 23-F, una jornada que llevó a alcaldes de toda España a recluirse en los ayuntamientos para defender la libertad del aún joven sistema
El diputado socialista por Soria Manuel Núñez Encabo no llegó a votar la investidura del presidente Calvo Sotelo. La retahíla de nombres para relevar a Adolfo Suárez, timonel de la transición a la democracia, quedó interrumpida a las 18:22 horas de aquel 23 de febrero de 1981. Los altavoces de la radio comenzaron a emitir el descontrol en la sala, seguido del famoso "quieto todo el mundo" y la ráfaga de la ametralladora que aún mantiene agujereado el techo del Congreso de los Diputados. La democracia había sido asaltada.
El miércoles se cumplirán 30 años de aquel golpe de estado que hizo contener el aire a toda España. Considerada la noche de los transistores (las imágenes de televisión no se emitieron hasta que el Congreso quedó liberado para preservar la seguridad de los parlamentarios), la noche más larga de la democracia movilizó a cientos de alcaldes que acudieron hasta sus respectivos ayuntamientos.
El Campo de Gibraltar no fue ajeno a este fenómeno. Regidores como Francisco Esteban en Algeciras (PCE) o el linense Juan Carmona (PSOE) se apostaron en sus despachos como hiciera Julio Anguita en la Alcaldía cordobesa con la firme intención de defender el aún joven sistema. "Llegamos al convencimiento de que si salíamos del Ayuntamiento, tendría que ser con los pies por delante", apostilla Esteban, a quien el golpe sorprendió enmedio de una junta de portavoces a la que siguió una estampida generalizada de concejales, salvo honrosas excepciones "generalmente comunistas", relata. Carmona, por su parte, se enteró a través del teléfono y corrió hacia el Ayuntamiento de La Línea.
El Campo de Gibraltar era un territorio fuertemente militarizado. La cercanía con Marruecos y Gibraltar (cuya verja tardaría aún más de un año en abrirse) justificaban la presencia castrense y el gobernador militar era aún una institución con mayor peso que el Gobierno Civil. La tensión, por tanto, ganó enteros con rapidez.
A escasos metros del Ayuntamiento de Algeciras se levantaban los cuarteles del Fuerte Santiago. En La Línea, la Casa Consistorial lindaba con el cuartel de Infantería del Regimiento Pavía 19. El general Pavía, curiosamente, fue quien acabó con la primera república en 1874 entrando a las Cortes a lomos de su caballo. "Veíamos a los militares por el patio. Llegaron a acuartelarse, a formar y a disponer los camiones en el patio interior pero no llegaron a subir", recuerda Carmona, que por aquel entonces no llegaba a los 30 años. Los militares en La Línea se acuartelaron. Pared con pared, la práctica totalidad de la Corporación -muy heterogénea con representación comunista, socialista y de la UCD- hizo lo propio.
En Algeciras, junto a Esteban parmanecieron un grupo de concejales comunistas y sindicalistas de Comisiones Obreras como Miguel Alberto Díaz. También el veterano periodista Francisco Prieto y un grupo de agentes de la Policía Local que se prestó a custodiar a los políticos. "Les pedí que entregaran sus armas en la Guardia Civil. Alguno no lo hizo", comenta Esteban quien, como su homólogo en Córdoba, tuvo cerca un arma en todo momento. "Tenía licencia de armas porque estaba amenazado por la Triple A", justifica. Esteban sostiene que, a pesar de la situación, mantuvo abierta las puertas del Ayuntamiento con el fin de demostrar normalidad.
Una tensa normalidad ya que un grupo de jóvenes no tardó en vestirse con la camisa azul y pedir la cabeza del regidor comunista desde el Bar Coruña. "No tuve miedo, más bien era tensión. De hecho, ese intento de mantener la normalidad nos llevó a salir a fumar a la puerta en varias ocasiones. A mantener la puerta abierta para quien quisiera sumarse", añade.
Carmona también dice recordar esa noche en vela sin excesivo temor. "Tampoco éramos muy conscientes de que hubiera un gran peligro", apunta, aunque reconoce que la cercanía con Gibraltar aportó un extra de calma. "La opción de Gibraltar como escapatoria si vencía el golpe siempre estuvo presente. Lo llegamos a comentar, de subir a un camión y curzar la verja como si no existiera", revela el exregidor socialista.
Ambos alcaldes mantuvieron contacto con las autoridades civiles. "Al gobernador militar, ni lo llamé", apunta Esteban. Carmona, por su parte, habló con otros Ayuntamientos mientras que el teléfono también sirvió para que el alcalde de Algeciras conociera e informara al gobernador civil de la sublevación militar en Valencia al mando de Milans del Bosch.
La noche fue avanzando y no fue hasta el discurso del Rey Don Juan Carlos llamando a la calma cuando los ánimos comenzaron a apacigüarse. "Dejamos el Ayuntamiento tras el discurso", recuerda el antiguo alcalde linense.
Esteban, por su parte, decidió llevar la normalidad al extremo y aunque siguió en el edificio municipal, ya con las claras del día salió a desayunar junto a los concentrados en un bar junto al mercado de abastos Ingeniero Torroja, como un día más. Las ideas se impusieron a las armas, por una vez en la historia de España.
Ahora, con la perspectiva acumulada tras 30 años de una noche difícil, ambos sostienen que la sociedad vive desapegada de la política. Para Esteban, la democracia aún tiene que consolidarse si hechos como la apertura de una fosa común de la Guerra Civil genera controversia. Para Juan Carmona, el principal problema del sistema es el aparato burocrático creado por la clase política. Es la enseñanza que comenzó a impartirse tras la vigilia forzosa que vivió nuestro marco de convivencia.
También te puede interesar
Lo último