Luis Lacy Gautier, militar constitucionalista y masón (I)
Instituto de Estudios Campogibraltareños
El general Luis Lacy impulsó la defensa de la Constitución de 1812 y promovió en Galicia la adhesión liberal entre militares y civiles
La Logia Constitucional de la Reunión Española, fundada por Lacy en La Coruña, vinculó masonería y liberalismo como instrumentos de cambio político en España
Héroe de la Guerra de la Independencia, con una concepción liberal de la política y comprometido con la implantación de un régimen constitucional en España, Luis Lacy fue de los primeros militares en manifestar su apoyo a la Constitución de 1812. Y fuera de Cádiz, el primero en proclamarla en territorio español e imponer el juramento a sus tropas y de manera voluntaria a numerosos civiles, haciendo lo propio en Galicia como máxima autoridad política y militar. Este hecho marcaría su trayectoria posterior para ser protagonista de un intento de restaurar este texto legal tras la abolición de Fernando VII. Lacy iba a convertirse en un acérrimo defensor de la obra legislativa de las Cortes gaditanas, un acontecimiento relevante no sólo para la historia de España sino que iba a tener también repercusiones internacionales como uno de los hitos del primer liberalismo. Un ejemplo de constitucionalismo liberal, esta carta magna estaba inspirada en los principios de la francesa de 1791, pero más avanzada y progresista, que aceptaba el principio de sufragio universal y establecía una amplia garantía de derechos, y un referente liberal para otras muchas cartas europeas y americanas en los años posteriores.
Pero también podemos situar a este personaje como uno de los precursores del masonismo en España. Su trayectoria está muy ligada a los inicios de la masonería hispana en la primera mitad del siglo XIX, mucho antes del gran desarrollo que alcanzó tras 1868. No abundan las fuentes documentales, pero podemos establecer una conexión entre la primera logia formada por españoles en la ciudad francesa de Brest y la que, entre otros, fundó Lacy en La Coruña. Como liberal y como masón fue un decidido partidario de un régimen constitucional. Su prematura muerte en 1817, en pleno Sexenio Absolutista, interrumpió esta trayectoria. Aunque otros militares de la logia coruñesa iban a tomar su bandera con la creación ese mismo año de una nueva entidad masónica y algunos de sus integrantes iban a contribuir de manera decisiva, tras varias intentonas, al triunfo del pronunciamiento de Riego.
Militares y masonería
La masonería hispana en sus inicios aparece asociada al estamento militar. El primer taller formado por españoles en la edad contemporánea se creó fuera del país por parte de miembros de la marina, fondeados en la ciudad francesa de Brest, que fue el destino provisional de parte de la flota de Carlos IV entre septiembre de 1799 y abril 1802. Durante este período, muchos oficiales entraron en contacto y empezaron a frecuentar logias francesas. Algunos, incluso, se iniciaron en ellas; en tanto que otro grupo se decidió a fundar un taller para ellos y así poder trabajar en su idioma. Esta entidad, a la que denominaron La Reunión Española, se creó el 30 de agosto de 1801 y estaba formada por un total de 26 miembros de la armada. Reunía a oficiales y a cinco capellanes. También sabemos que otros siete militares permanecieron en logias francesas. Celebraban el ritual en el templo de la logia local Elus de Sully, que operaba bajo los auspicios del Gran Oriente de Francia y según su libro de actas celebraron un total de 53 tenidas en sus 18 meses de existencia.
Sus fundadores se mostraban dispuestos a propagar el masonismo en España a través de “unos trabajos interesantes al bien de la humanidad, y que fueran propagadores de los principios filantrópicos”. En cuanto a la actividad que desarrolla este taller, podría confundirse con una sociedad filantrópica o sociedad de socorros mutuos. La logia operó hasta el 23 de abril de 1802 y dejó de existir cuando tuvieron que regresar a España. Su intención era continuar los trabajos en Cádiz, pero como medida de precaución por los peligros que suponía, dejaron las actas de sus reuniones a buen recaudo en la logia que los había acogido en Brest. Sin embargo, al regresar a puertos españoles se encontraron con que eran perseguidos por la Inquisición, que no dudó en expedientarlos ya que manejaba listas de españoles iniciados en diversos talleres franceses. Por lo que la logia iba a tener escaso recorrido. Parece que al final se buscó una solución de compromiso para no comprometer a la armada porque la mayor parte de los implicados pidió el retiro entre 1803 y 1804, en tanto que otros pasaron a destinos de ultramar.
En este contexto, lo cierto es que hasta la llegada de las tropas napoleónicas en 1808, la masonería tuvo en España una presencia residual y habría que esperar hasta la ocupación francesa para encontrar de nuevo algún rastro de ella. Se trata de la nueva masonería bonapartista. Casi todos los regimientos del ejército galo poseían una logia militar. En las localidades por donde pasaban iniciaban a civiles y dejaban establecido un taller como apoyo político e instrumento de ocupación, para la captación de adeptos a la causa de Napoleón y dependiente del Gran Oriente de España.
Aunque en España, dado el rechazo a la ocupación, de manera paralela a la federación del Oriente francés, integrado exclusivamente por militares galos, se creó lo que podemos denominar una masonería bonapartista nacional, bajo la obediencia de la Gran Logia Nacional de España, fundada en Madrid por el propio José I, en la que ingresaron numerosos afrancesados. Por lo que podría hablarse de una doble masonería bonapartista. Estas logias napoleónicas iban a desaparecer a partir de 1813, afectadas por el curso de la guerra, cada vez más desfavorable para los ocupantes, y posteriormente por la persecución de Fernando VII, por lo que tampoco iban a tener continuidad.
Pero coincidiendo con la llegada de Fernando VII apareció otro tipo de masonería fruto de la influencia o proyección cultural que el masonismo bonapartista había dejado en España. Sabemos que en 1814 varios miles de oficiales españoles fueron liberados de las prisiones francesas y durante su cautiverio muchos de ellos habían conocido e incluso se habían iniciado en la orden. A su vuelta quisieron retomar su militancia y sabemos que durante 1815 y 1816 esos oficiales organizaron talleres independientes que contaron con la participación de afrancesados y de otros atraídos por sus ideales y espíritu de fraternidad. Nacía así una masonería liberal y patriótica que iba a adquirir cierta incidencia en el panorama nacional tras la guerra y que se extendería hasta el Trienio Liberal.
Asimismo, con la restauración absolutista los militares liberales encontraron en la masonería refugio y espacios de sociabilidad, lugares donde conectar con la burguesía urbana partidaria de un régimen liberal, así como cierta infraestructura para defender la implantación de la Constitución de 1812. Esta politización, alejada de los preceptos de la orden, ha llevado a algunos historiadores a sostener que las intentonas liberales se fraguaron en las logias. Ciertamente algunos de los militares que iban a encabezar pronunciamientos, como Riego, Espartero, Lacy, Torrijos y Porlier eran masones. Pero en las logias confluían una complejidad de intereses y los militares compartían esos espacios con la burguesía urbana, aunque coincidían en sus deseos de superar el Antiguo Régimen.
Liberal y constitucionalista
Luis Lacy Gautier nació en San Roque el 11 de enero de 1772. Era hijo de Patricio de Lacy Gould, de ascendencia irlandesa, sargento mayor del regimiento Ultonia con destino en Campamento, acuartelamiento en las proximidades de Gibraltar pocos años antes del llamado Gran Sitio del Peñón (1779-1783), y de María Gautier Espín, al parecer de nacionalidad francesa. Siendo todavía muy joven entró en el ejército y participó en una expedición a Puerto Rico con sus tíos, también militares. Asimismo, intervino como capitán en la guerra contra la Francia republicana en Guipúzcoa y Navarra para ser destinado posteriormente, dentro del mismo regimiento Ultonia, a Canarias en 1798. Un enfrentamiento con el gobernador de las islas, por asuntos ajenos a la milicia, le ocasionó un proceso que le llevó en 1802 a una condena por indisciplina de un año de prisión y ser apartado del ejército hasta que corrigiera su conducta. En septiembre de 1803 se alistó en el ejército de Francia, pudiendo recuperar el grado de capitán y siendo destinado a la llamada legión irlandesa. Sirvió y vistió el uniforme del ejército regular napoleónico durante cuatro años y ocho meses combatiendo en Alemania y Prusia. Esta etapa en Francia influyó decisivamente en su formación doctrinal y pensamiento liberal y revolucionario. Durante este período se casó en 1806 con la francesa Emilia Dugueurmeur.
Regresó a España en 1808 formando parte del ejército invasor. Su presencia en Madrid, como comandante de la legión irlandesa al servicio de Francia, coincidió con el levantamiento del 2 de mayo de 1808. Ante la disyuntiva de tener que enfrentarse a su país, decidió desertar y volver al ejército español. La Junta de Sevilla le ascendió ese mismo 1808 a teniente coronel y le dio el mando del Batallón Ligero de Ledesma. Durante la contienda destacó en varios frentes. En 1809 participó en la batalla de Ocaña y un año después desembarcó en Algeciras para apoyar a la ciudad de Cádiz.
Tras ocupar varios cargos en diversos destinos, en 1811 fue capitán general de Cataluña, destacando en varios hechos de guerra, como la ruptura del frente de Lérida para penetrar en la Cerdaña francesa. Una vez aprobada la Constitución por las Cortes, la Regencia le confirma en el cargo. Lacy ya se manifestaba como un ferviente liberal, abrazando antes que nadie la nueva norma, siendo autor de varias proclamas para acatar el texto legal salido de Cádiz e imponiendo su juramento a las tropas a su mando. Desempeñó el cargo de máxima autoridad política y militar en Cataluña hasta el mes de marzo de 1813. Fue convocado para asistir en Cádiz a un Consejo de Regencia en el que se le hizo entrega de la Gran Cruz de la Orden de San Fernando el25 de mayo de 1813.
Ese mismo año fue nombrado para ocupar en Galicia el mismo cargo que había ostentado en Cataluña, capitán general. Además, como general jefe del ejército de reserva debía encargarse de formar una de los dos fuerzas de la retaguardia que debían nutrir las tropas de Wellington. Durante los escasos meses que ocupó el cargo, Lacy no ocultó su condición de militar constitucionalista, manifestándolo de manera abierta por todo el reino y repitiendo lo que ya había hecho en Cataluña al hacer jurar la Constitución al ejército a su mando y a numerosos civiles que le acompañaban y animando a todos a la lectura de El Ciudadano por la Constitución, el revolucionario periódico de La Coruña.
Durante su etapa como capitán general de Galicia destaca su obra en la gestión de la inspección administrativa y su política social en el ámbito penitenciario. Se interesaba por la situación de los presos y realizaba visitas carcelarias para conocer su verdadera situación. En esas visitas se hacía acompañar del auditor de guerra, y compañero en la logia masónica, Manuel de Saturio García-Sala, así como de otros jefes militares para implicarlos en una necesaria reforma de la justicia y del sistema carcelario. También mantuvo reuniones con la burguesía local para financiar el retorno de los militares gallegos a sus cuarteles con el requisito previo de jurar la Constitución.
Logia Constitucional de la Reunión Española
Sin duda, Lacy conoció la institución masónica durante los años en los que sirvió en el ejército de Francia y es más que probable que se iniciara en una logia militar de su Gran Oriente durante su estancia con la legión irlandesa en una región tan proclive al masonismo como la Bretaña.Ciertamente, cuando tenemos testimonios documentales de su militancia masónica en 1814 tenía ya a sus espaldas una trayectoria en la orden puesto que ostentaba el grado de maestro.
En cualquier caso, ese año lo encontramos entre los fundadores de la primera entidad gallega y del Sexenio Absolutista en España, la denominada Logia Constitucional de la Reunión Española de La Coruña. Se ha apuntado incluso que el propio Lacy sería el impulsor directo de esta iniciativa de crear un taller con el mismo nombre del histórico de Brets para recoger la tradición masónica española pero añadiendo la palabra Constitucional para sellar su compromiso con la norma fundamental gaditana. Ciertamente ello representa una excepción en el masonismo al asumir un nombre y un horizonte ideológico ajeno a los mandatos de la orden que exige neutralidad y excluye cualquier posicionamiento de contenido político. La llegada de Lacy a la ciudad gallega debió significar un espaldarazo para el movimiento masónico coruñés porque se trataba del militar de más alta graduación en sus filas. Algunos historiadores consideran a esta ciudad portuaria de La Coruña como una de las cunas del liberalismo español y del incipiente movimiento masónico español tras la guerra.
Artículo publicado en el número 63 de Almoraima, revista de estudios campogibraltareños
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