El invierno se ceba con la chantarella
Las intensas lluvias y las heladas dificultan la aparición de la joya gastronómica de los montes locales. La crisis saca a muchos parados al monte a recolectar hongos inmaduros, lo que hipoteca el futuro
Las hijas de la lluvia no se dejan ver este invierno por los montes de Jimena porque están ateridas de frío. La crudeza del invierno que comenzó tarde, pero llegó con toda su intensidad, ha provocado que la temporada de setas en Jimena no termine de despegar.
La chantarella, la joya gastronómica de Los Alcornocales, apenas tuvo unos días de gloria a principios de diciembre porque se dieron las condiciones necesarias para su crecimiento: lluvia serena y temperaturas cálidas durante varios días. Desde las navidades no hay de lo uno ni lo otro. A las intensas precipitaciones le han seguido varios días de heladas que han acabado con lo poco que podría encontrarse.
La concejal de Medio Ambiente de Jimena, Noelia García, reconoce que la temporada está siendo especialmente difícil. Más aún cuando podría ser un sustento para muchas familias con dificultades económicas. “La producción más importante y comercial que puede venderse en la lonja es la chantarella, pero no se han dado. Al principio de la temporada, según varios recolectores, salieron durante unos días”, señala la edil. La producción de chantarellas es una de las más largas del reino funghi, ya que abarca de septiembre a mayo.
La presencia de chantarellas en el monte también lleva aparejada la existencia de otras variedades igualmente exquisitas como las trompetas de la muerte o la lengua de vaca, igualmente presentes en cantidades mínimas y las pocas que podría haber no son aptas para la venta. “Los mayoristas recibieron devueltos varios lotes porque estaban en mal estado, encharcados”, detalla García. Más de una tonelada volvió a Jimena por este motivo.
Pero no todo es tan negro como una trompeta de la muerte. Los níscalos, lipiotas y el pie azul sí se están dejando ver en este municipio anclado en Los Alcornocales, pero no son tan demandadas en el mercado. Y es que un kilo de chantarellas para su distribución –precio mayorista– puede venderse en una horquilla de 8 a 10 euros. En el mercado, sin mucha dificultad, pueden llegar a los 16 euros y alcanzar los 20. Pero un kilo de níscalos nunca se podrá vender a este precio.
La situación es también problemática desde el punto de vista del empleo. En temporadas normales, unas 65 personas se dedican a recolectar setas en Jimena. Ahora, con la recesión económica, el número de vecinos que se echan al monte se ha duplicado e incluso triplicado.
Hay menos setas para todos y las pocas que pueden verse se recolectan de forma prematura por manos inexpertas con el afán de llegar con un jornal a casa. García advierte de este problema:“Si se recolectan los botones –setas inmaduras porque no han alcanzado su crecimiento óptimo– se esquilma la reproducción futura porque no da tiempo a que dispersen sus esporas”. Tres problemas se ciernen sobre el monte: el frío, la lluvia y la crisis.
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