La familia feliz

Cuentos de estío: animales felices

Ilustración de 'La familia feliz'
Ilustración de 'La familia feliz' / ChatGPT

Justo antes de la salida hacia la autopista pararon. Hacía calor, el asfalto parecía temblar en la distancia, los coches ardían y las chapas ofrecían un reverbero de horizonte que angustiaba... al final del carril de incorporación, el cielo era celeste atravesado por ráfagas de nubes; una bolsa de plástico blanca se cruzó y todo volvió a lo cotidiano, entonces se abrió la puerta trasera del vehículo. Alguien sacó al bodeguero del coche y cerró rápidamente. El perro, sobre el alquitrán, pareció confuso un instante; después enseñó la lengua, entre divertido y acalorado, se acercó un poco y posó las patas delanteras sobre la portezuela, sólo un instante, porque el coche reinició su rodar hacia el tráfico y se vio obligado a bajarlas. Regresó la confusión, caminaba a la vera de los suyos pero se le iban y comenzó a correr, y el coche aceleraba y el perro ya galopaba detrás, y el coche se iba y el animal daba zancajazos desesperado distanciándose inexplicablemente, abandonado, como quien corre tras la vida y ve que no la alcanza, como quien entiende que no lo quieren y corre y corre y corre con todo su porte atlético de perro cazador...

Cuando la familia alcanzó la autovía, el perro aún recorría angustiado la carrilera de aceleración.

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