Campo de Gibraltar

"Un amigo me pagó el viaje y me dijo que ya trabajaría"

  • Una víctima de una red explica cómo cayó en ella: "Cuando estás en África no piensas que aquí hay problemas"

Una de las víctimas de una red de trata de personas.

Una de las víctimas de una red de trata de personas. / erasmo fenoy

La historia de Elena (nombre ficticio) comenzó hace años, cuando decidió buscar una vida mejor en Europa. Una decisión igual a la que han tomado las 20.000 personas que este año han llegado a España en patera, en busca de un futuro mejor lejos de la miseria, el hambre, la guerra o la represión. "La vida en África es muy dura", resume Elena para explicar el por qué de su exilio voluntario pero en realidad forzoso. Aún más cuando eres mujer y emprendes un viaje en el que es muy probable que caigas en las redes de trata.

Un viaje en el que los que quieren llegar a España tienen que cruzar el desierto a toda costa en medios inadecuados y en el que la mujer se ve sometida a todo tipo de vejaciones. Que tiene en Marruecos un primer objetivo que se convierte en una escala sin tiempo definido, en el bosque que todos los migrantes nombran y sobre el que Elena, con un español que ha aprendido rápidamente, asegura que es un lugar "malo. Puedes ducharte como mucho una vez a la semana, no hay comida. Duermes bajo plásticos y hay mucha suciedad". Ella no lo cuenta, pero la psicóloga de la ONG que la ha acogido añade: "Y los hombres intentan aprovecharse de las mujeres". Elena asiente con la cabeza.

En ese bosque tuvo que esperar durante semanas ("cuando llegas no sabes cuánto vas a estar allí") hasta que consiguió hacerse hueco en una patera gracias a la ayuda de una persona que había encontrado en el camino y que con el paso del tiempo resultó ser uno de los componentes de una red de trata. Pero entonces no se lo imaginaba. "Se portó muy muy bien conmigo durante todo el tiempo hasta que llegamos al bosque. Ahí empezó a cambiar. Me dijo que pagaría el viaje por mí y después yo trabajaría y le pagaría la deuda". El puesto que le ofertaba no era el trabajo soñado pero sí el pasaporte a Europa, donde ella aspiraba a trabajar en algo relacionado con sus estudios. Nada más lejos de la realidad que la esperaba.

Llegó en una patera a España. La Policía Nacional detectó que ese supuesto amigo con el que venía formaba parte de una red de trata. Advirtió a Elena que el trabajo que le habían prometido era falso, que estaba a punto de caer en las manos de una mafia que le obligaría a prostituirse. Pero "yo no me lo creía, no podía pensar que mi amigo iba a hacerme eso". Afortunadamente lograron separarla de su captador antes de que llegase a verse obligada a ejercer la prostitución.

Ella fue enviada a una institución de acogida, donde comprendió que el sueño europeo estaba lejos de ser lo que le habían contado. Lo que se imaginan todos los migrantes que emprenden el camino. "Cuando estás en África no piensas que aquí hay problemas. Creemos que en 6 meses vamos a tener nuestros papeles y podremos trabajar". Eso es lo que narran a sus compatriotas los que están aquí. La psicóloga completa un relato que ha escuchado muchas veces. "Allí cuentas que te va bien, aunque aquí estés mal. Porque tú vas a Europa a triunfar. Con las manos vacías vuelven pocos. Recuerdo el caso de un chico que estaba aquí sin nada, volvió porque no podía aguantar más, y cogió lo que podía para regresar con algo". En el caso de las chicas que han caído en manos de las mafias, el engaño va más allá: las redes las obligan a colgar fotos en redes sociales bien vestidas, en lugares bonitos, para hacer creer que están viviendo en el cielo, en lugar del infierno.

Ahora Elena trabaja en recuperarse psicológicamente. Pasa por el proceso que sufren todas las mujeres en su situación, explica su terapeuta: "Llegan con estrés postraumático, sueños recurrentes, sin apetito, muchas enfermedades, dolores de cabeza...". Es el reflejo de lo que han pasado, por lo que el primer paso que dan las ONG que trabajan con ellas es ayudarlas a recuperarse, un proceso que tarda años, que en realidad no termina nunca. María, una víctima que hace años que logró salir de las redes, lo corrobora: "Ahora estoy bien, pero hace varias semanas pasó algo que volvió a recordarme todo el dolor y el miedo".

Además, las redes siguen estando presentes, encuentran a sus víctimas allá donde estén. Por eso se han suprimido y modificado datos en este reportaje, los nombres son ficticios. "Insisten todos los días", explica la psicóloga mientras Elena la mira. No ha dejado de hacerlo durante la conversación, interrogando con la mirada para saber si podía responder a las preguntas o no. No confía en nadie como es lógico; de hecho, la psicóloga le recomienda que no dé detalles de su vida a las compañeras del lugar de acogida, porque "nunca sabemos si alguna de las chicas puede estar en la red".

El poder de las mafias sobre estas mujeres es fuerte. Tanto que a pesar de todo lo que le ha ocurrido Elena asegura que no quiere que su supuesto amigo sea detenido por su declaración. "No entiendo como esa persona pudo ser tan falsa". Tiene miedo, desconfía. Pero pese a ello es capaz de sonreír y darme un abrazo cuando se despide. "La capacidad de supervivencia que tienen es increíble", concluye la terapeuta.

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