El Teniente de Navío Licio Visintini, jefe táctico del 'Olterra' (I)

LOS ITALIANOS DE LA DECIMA | CAPÍTULO XVI

Licio Visintini se presentó como voluntario para servir en la flotilla donde se concentraban los medios de asalto naval a comienzos del otoño de 1940

El compromiso de servir a su nación y su incondicional disposición a asumir cualquier sacrificio se habían convertido en la manera de honrar la memoria de su padre

El Teniente de Navío Licio Visintini.
El Teniente de Navío Licio Visintini.
Alfonso Escuadra

22 de febrero 2023 - 03:00

Entre todos los mandos de la Decima Flottiglia MAS que, de una forma u otra, estuvieron involucrados en el proyecto del Olterra, destaca la figura de un brillante oficial cuyo nombre llegaría a ser tan reverenciado en el ámbito de la Marina como el del mítico Teseo Tesei. Y ello, no sólo por haber sido el principal impulsor del proyecto sino, sobre todo, por contribuir como pocos a forjar el espíritu que caracterizaría a cuantos operaron desde aquella base secreta y por extensión, a cuantos sirvieron en los medios de asalto naval de la Marina italiana. Se trata del Tenente di Vascello Licio Visintini, un vástago del Adriático, un italiano de frontera con todo lo que conlleva esta expresión, que había nacido en la ciudad costera de Parenzo, hoy parte de Croacia, el 12 de febrero de 1915. En consecuencia, cuando la Regia Marina le envió a Algeciras a hacerse cargo de las operaciones que el Gruppo Gamma iba a lanzar en el verano de 1942, tenía veintisiete años.

Con dieciocho, había ingresado en la Academia Naval de Livorno iniciando así un periodo de formación durante el que había conocido a dos de sus mejores amigos: el creador de los Gamma Tenente di Vascello Eugenio Wolk y el Capitano Egil Ghersi, uno de sus discípulos más aventajados, que más adelante se hundiría con el sumergible Sciré en aguas de Haifa.

Al igual que su hermano Mario, Licio Visintini siempre había sido un apasionado de los deportes náuticos, en especial de la navegación a vela. De hecho, junto a Durand de la Penne -el oficial de la Xª MAS posteriormente conocido como el héroe de Alejandría- había participado en competiciones internacionales integrado en la dotación que dirigía el futuro campeón de Europa y subcampeón olímpico Agostino Straulino; el también oficial de la Decima, que había mandado a los invisibles durante sus primeras operaciones en la bahía de Algeciras.

Había sido en una de aquellas regatas cuando había conocido a la que sería el gran amor de su vida, una jovencita de ojos azules, a la que había impresionado mientras participaba en los Giochi Littorali de Génova. Muchas décadas después, María Bianca Montella, la que sería su fiel compañera, su dulce refugio y su incondicional confidente, recordaría: “Yo era una niña con trenzas cuando... conocí a un joven de pelo negrísimo y ojos verdes. Tenía una expresión seria que se tornaba radiante cuando sonreía. El apenas me echó cuentas, pero yo sentí como de repente se me aceleraba el corazón... tiempo después, volví a encontrarle en la Regata Internacional de Albaro, en la que él participaba con el equipo de la Academia Naval y comenzamos a salir".

Ya convertido en Alférez de Navío y dentro del contingente naval italiano, Visintini había tomado parte en la guerra civil española embarcado en los submarinos Navalo y Atropo. Al término de esta, mientras aún se encontraba en este último destino, había tomado parte en la ocupación de Albania. La declaración de guerra a Francia y Gran Bretaña le había sorprendido en el submarino Torelli, con el que había efectuado su primer crucero de guerra por el Atlántico. Aunque sin obviar la posible influencia de sus antiguos compañeros de Academia o el efecto motivador que pudiera ejercer la brillante trayectoria de su hermano como piloto de caza, fue sobre todo su temperamento inquieto y decidido el que, a comienzos del otoño de 1940, le había llevado a presentarse como voluntario para servir en la flotilla donde se concentraban los medios de asalto naval.

Es más, Visintini había sido uno de los primeros en responder a la llamada que la Marina había realizado con el objetivo de paliar las graves pérdidas que había sufrido el Grupo Submarino de la aún denominada 1ª Flottiglia MAS. Aquel cambio radical en su prometedora carrera como oficial de submarinos, había coincidido con el primero de los dolorosos zarpazos que el destino asestaría a los Visintini en el transcurso de aquella guerra. El bastión familiar, su padre Giusseppe, un reputado ingeniero agrónomo, profesor en la Scuola Agraria de Parenzo y su principal referente, había fallecido ese mismo octubre a los cincuenta y dos años, víctima de un infarto fulminante.

Los Visintini, con Licio en primer término. Junto a él su padre Giuseppe, su madre Giovanna y su hermano Mario.
Los Visintini, con Licio en primer término. Junto a él su padre Giuseppe, su madre Giovanna y su hermano Mario.

Las cartas escritas en aquellos días, muestran con claridad cómo el compromiso de servir a su nación y su incondicional disposición a asumir cualquier sacrificio que ello conllevara, se habían convertido para Visintini en su particular manera de honrar la memoria de su padre y de reafirmarse en los valores en los que había sido educado. No obstante, también evidencian una renovada intensidad en su afán de amorosa protección hacia su madre; afán que durante un brevísimo periodo de tiempo, aún pudo compartir con su hermano mayor, entonces destinado en la lejana África Oriental Italiana.

Porque, aunque aquella tragedia familiar sin duda había templado el carácter del joven oficial, su catarsis personal iba a culminarse apenas cuatro meses después. El 11 de febrero de 1941, mientras completaba su adiestramiento como piloto de maiale en Bocca di Serchio, Visintini había recibido la noticia de que su hermano había muerto en Eritrea durante una operación de salvamento. Su reacción ante la terrible noticia quedaría recogida en la carta que, ese mismo día, había escrito a María Bianca: “La muerte de Mario no ha hecho más que incrementar ese sentido de profunda aceptación de la vida tan necesario a la hora de asumir los amargos sacrificios, el dolor irremediable y la firme esperanza de que, habiendo vida y al precio de esta, es posible hacer algo de utilidad para la Patria que sea digno de papá y de Mario... Esa es mi manera de ver las cosas como también era la de mi hermano... El destino ha colmado muchos de nuestros deseos y ha querido que Mario quede para la posteridad como una vívida estrella. Pero yo estoy obligado a seguir”.

Ese había sido el principio que imperaba en el ánimo de Licio Visintini cuando, en abril de 1941 ya completado su adiestramiento, fue ascendido a Teniente de Navío y seleccionado para el grupo que debía retomar la ofensiva de los medios de asalto contra Gibraltar. Y la prueba de que estaba dispuesto a llevar su misión hasta sus últimas consecuencias, ha quedado recogida en la carta que sus compañeros debían entregar a su madre en el caso de que no regresara: “Queridísima Mamá: Tú sabías cuáles eran mis obligaciones y cuáles eran las condiciones indispensables para alcanzar mi felicidad tanto terrena como póstuma. Puede que alguien me tache de haber sido un frío y pretencioso egoísta. Pero no es eso lo que me ha alentado a actuar así, sino que ha sido el deber supremo e inmenso hacia la Patria el que ha dirigido la suerte de mi vida.... piensa que he pretendido anteponer mis sentimientos como italiano a cualquier otro, incluso cuando ese otro fuese el familiar y por lo tanto, el más puro y natural. Y te ruego que sigas viviendo en el orgulloso convencimiento de que, hasta el último momento, hemos cumplido (se refería a él y a su hermano) con entusiasmo y con escrupulosa conciencia con el que era nuestro modesto deber”.

Aunque los fallos mecánicos habían impedido que la denominada BG 3 alcanzase los resultados deseados, la experiencia obtenida había servido para cimentar el éxito que, contra el mismo objetivo, se había alcanzado la noche del 20 al 21 de septiembre de 1941. Una acción de la que Visintini había salido con la aureola de ser el único oficial de la Marina italiana que, en aquellos momentos, había conseguido asaltar el puerto interior de Gibraltar y regresar sano y salvo a su base. Los riesgos habían sido muchos y los sentimientos puestos en juego también. No en vano, hacía tan sólo doce días que, en presencia de sus familiares y de todos sus amigos y compañeros de la Decima, se había casado con María Bianca; lo cual, en cierta forma, había convertido aquella arriesgada misión en una especie de dramático epílogo, por suerte con final feliz, de su noche de bodas.

Fotografía de la boda de Licio Visintini con Maria Bianca Montella.
Fotografía de la boda de Licio Visintini con Maria Bianca Montella.

Se explica así que las emociones se hubiesen desbordado a su regreso a Italia cuando, tras ser recibido por Mussolini, pudo disfrutar al fin de un merecido permiso junto a sus seres queridos. El reencuentro con su madre se puede leer en una carta dirigida a su mujer que, por fortuna, se ha conservado: “El largo viaje ha terminado anoche y con él la angustiosa espera de mamá. La abracé mientras era presa de una congoja irrefrenable que no la dejaba hablar. La valiente y heroica mamá... Los dos pensamos inmediatamente en Mario al que contamos tantas cosas de esta aventura victoriosa. El y papá nos escuchaban y pude ver cómo sus ojos sonreían y me transmitían su alegría, mientras los míos se me llenaban de dulces lágrimas... Ellos desde arriba y nosotros aquí en la tierra compartimos la profunda satisfacción del deber cumplido... Pero ahora me trasciende una nueva belleza, prólogo casi de una nueva historia y de otras vivencias que se sucederán propiciadas por la modesta voluntad de actuar y la sencilla pureza de los sentimientos”.

No obstante, en aquellos días, Visintini seguía firme en su convencimiento de que, mientras el enemigo no hubiese sido derrotado, no cabía el descanso. Las condecoraciones recibidas o aquella recepción en el Palazzo Venezia no habían hecho más que acrecentar su voluntad de servicio y su deseo de estar a la altura de los ideales defendidos por su padre y sobre todo, del sacrificio realizado por su hermano; aquel con quien decía compartir una misma actitud vital: "(Nosotros) nunca estábamos contentos -escribió a su mujer-. Nuestro anhelo era siempre mejorar. Una vez alcanzada una meta, por grande que esta fuese, no cabía regodearse en la satisfacción sino salir a la búsqueda de otra empresa mayor. Entre un combate y el siguiente, el ánimo no hace sino consumirse en el ansia de la espera, en medio de indecibles y angustiosos vacíos. Nosotros nunca supimos lo que era la palabra parar".

Fotografía tomada a pocos metros del que en su día fue el punto de atraque del 'Olterra' en la que se aprecia la distancia que los maiali debían recorrer para alcanzar el puerto de la base enemiga.
Fotografía tomada a pocos metros del que en su día fue el punto de atraque del 'Olterra' en la que se aprecia la distancia que los maiali debían recorrer para alcanzar el puerto de la base enemiga.

Este era el singular bagaje que el Teniente de Navío Licio Visintini había traído consigo cuando, a finales de la primavera de 1942, había sido destinado por la Regia Marina a Algeciras para ponerse al frente del Olterra. Tras supervisar la ejecución de las dos operaciones con buceadores de combate ejecutadas aquel verano y mientras se ultimaban los trabajos para convertir el petrolero internado en una base secreta de torpedos tripulados, había escrito a su madre: “Seguramente no seas consciente de que todo mi empeño se reduce a observar y exhibir cada una de las preclaras y nobles enseñanzas que, de forma más indirecta que directa, he recibido de ti. No me refiero a las normas... sino a todo ese cúmulo de indescriptibles maneras que atesoran los espíritus elegidos, fuertes e indomables... No sabes lo mucho que he pensado en papá durante estos días y te aseguro que, aunque la tristeza persiste, hay en mí un reconocimiento tan profundo hacia él ... que me hace sentir reafirmado en mis ideales que eran los suyos y reforzado en mi voluntad de alcanzarlos. Sé perfectamente que el camino que me propongo es muy complicado y que puede someteros a ti y a María a pruebas extremadamente duras; mas no por ello retrocederé ante el que me consta es un sacrificio hasta ahora no contemplado... (En un momento en que mis acciones) se dirigen fríamente hacia sus compases finales, no puedo impedir a mi corazón que sufra por ti, que sólo vives para mí y que soy tu única fuente de felicidad. Esto que te digo no entraña debilidad alguna por mi parte, es sólo que te quiero mucho. Si hubiese sido un pusilánime habría encontrado mil y una manera de escurrir el bulto y procurar así que vivieses más tranquila... Pero ya ves: no existe escapatoria ni para ti ni para mí. (Junto con María) hemos de sostener una lucha noble, soportar profundos dolores y procurar que nuestras acciones sean merecedoras de contar con la ayuda de Dios”.

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