observatorio de la trocha | nuestro urbanismo histórico

La misteriosa Plaza Baja o Plaza Virgen de la Palma en Algeciras

  • Este emplazamiento supone el corazón económico y humano del sur del casco histórico

  • Su existencia y trazado son anteriores al diseño urbano ideado por Próspero de Verboom

El solar de Algeciras, tal como lo encontró Verboom, con ruinas, cortijos y caminos. En rojo, los caminos que luego fueron calles.

El solar de Algeciras, tal como lo encontró Verboom, con ruinas, cortijos y caminos. En rojo, los caminos que luego fueron calles.

La semana pasada, un buen amigo, José Juan Yborra publicó un excelente artículo sobre un punto clave de Algeciras, la plaza de nuestra Sra. de la Palma o del Mercado, conocida desde tiempo inmemorial como Plaza Baja. Esta es el elemento urbanístico más importante en el sur del casco histórico y de modo singular, el corazón, el motor humano y económico de ese sector, pero desde hace un tiempo solo desempeña esa función vital durante las mañanas de los días hábiles.

Tan notable espacio tiene un origen, una morfogénesis que constituye un misterio urbanístico. Hace décadas, los investigadores conocieron la existencia de un poderoso conjunto de documentos gráficos, los planos generados por las intervenciones y proyectos del gran ingeniero militar Próspero de Verboom, el más importante Padre Fundador de la Algeciras moderna. A la vista de algunos de esos planos, cabe pensar que Verboom, que intento planificar la resurrección de Algeciras de un modo racional y científico, era el diseñador de la plaza baja. Pero al estudiar la serie completa, comprobamos sin ninguna duda que Verboom adaptó su diseño urbano aprovechando en grandísima medida no solo espacios precedentes sino el urbanismo primitivo y oportunista de los primeros repobladores. O sea, la existencia y trazado de la plaza son anteriores al diseño urbano de nuestro ingeniero.

¿Por qué existen esos planos? Recordemos: la Algeciras medieval y cristiana, al estar ausente su guarnición a causa de una guerra civil castellana, cayó sin apenas esfuerzo en manos de Mohammed V, sultán de Granada, el año 1369. La repoblación granadina fracasó por imperativos geopolíticos, y Algeciras se convirtió en poco más que una guarnición de difícil mantenimiento. De forma más fácil aún, en 1374 Gibraltar pasó a manos del sultán al abandonar los mariníes africanos sus posesiones en la península.

La situación cambió: Gibraltar, pequeña ciudad elevada en un peñasco, era de fácil defensa mientras que el doble recinto murado de la casi vacía Algeciras era muy difícil de cubrir y defender por el débil ejercito granadino. Mohammed V, antes que perder dos ciudades, optó por la más defendible, destruyendo cuidadosamente Algeciras para que no fuera utilizada por ningún enemigo.

Aparte de la demolición de las murallas con técnica muy ingeniosa y eficaz, en aquella operación de "tierra quemada" fue indispensable, como refiere una fuente, el cegamiento del puerto (tomemos nota de este dato). Tras esta dramática aniquilación, ocurrida exactamente el año 1375, como consta en la continuación de la crónica de Jiménez de Rada, Algeciras permaneció destruida más de tres siglos, reducida a las actividades agrarias entre sus ruinas. Pero la pérdida de Gibraltar en 1704, privó a Ceuta de su puerto de apoyo en la península y tras cubrir esa función otros puertos, de forma mediocre, la situación de Ceuta pasó a ser angustiosa. Ello se debía al asedio que sufrió durante varias décadas por parte de los marroquíes.

Primeras edificaciones espontáneas previas al trazado de Verbom. Se aprecian las dos plazas. Primeras edificaciones espontáneas previas al trazado de Verbom. Se aprecian las dos plazas.

Primeras edificaciones espontáneas previas al trazado de Verbom. Se aprecian las dos plazas.

Por ello, buscando un nuevo puerto de suministro y auxilio, El Marqués de Verboom “descubrió” las ruinas y puerto de Algeciras, convirtiéndose en el mayor defensor de su resurrección y realizando diversos informes y proyectos generando esa actividad una serie de planos de gran exactitud para la época, que dan a Algeciras el privilegio único de poder documentar varios momentos clave de su resurgimiento, muy rápido, entre 1721 y 1726.

Sorprendentemente, la resurrección fue un movimiento espontáneo y popular, al difundirse por España la noticia del difícil sondeo del fondeadero ante las ruinas, para habilitar un nuevo puerto. Y las necesidades logísticas de este suponían crear también una nueva población, ofreciendo fundadas posibilidades de trabajo y negocio para emprendedores y aventureros. Admirado Verboom del inesperado éxito, ante el desorden urbanístico de lo construido, diseñó un trazado racional conforme a las más extendidas formas de trama reticular. Se llegó a librar el dinero para expropiar casas que estorbaban a las nuevas calles, pero todo fracasó en 1727, como veremos en otra ocasión.

Ese proceso de repoblación se refleja en los mencionados planos representando las ruinas ante la cuales Verboom concibió la nueva ciudad, figurando en una primera fase el actual casco histórico con las ruinas tanto de su recinto amurallado como de algunos edificios importantes, así como cortijadas dispersas. Algo muy interesante son los caminos rurales, luego convertidos en calles de la nueva ciudad, destacando la actual calle Convento o Alfonso XI, que había sido vía romana y calle medieval, para ser camino rural durante la ruina de Algeciras entre 1375 y 1721 para volver a ser importante calle en la ciudad actual.

En una segunda fase cronológica del conjunto de planos se representan las primeras y muy importantes manzanas creadas espontáneamente por los repobladores, destacando las de la Plaza Baja, mientras que una tercera fase es la dedicada a los proyectos de diseño urbano de Verboom, con alguna de sus modificaciones. En un cuarto momento, aparecen las edificaciones que han de expropiarse para permitir el trazado de Verboom y al final, un plano algo más tardío, representa el resultado final de la ciudad completada y viva, que atravesará un amargo pleito con San Roque hasta conseguir ser municipio independiente en 1755. También fueron representados el minucioso sondeo del fondeadero (en dos de sus fases) y el grandioso recinto amurallado siguiendo el sistema abaluartado concebido por Verboom y que de no haber sido frustrado en 1727 hubiera convertido Algeciras en la plaza fuerte más poderosa de Andalucía.

Volviendo a la Plaza Baja, al estudiar el conjunto de planos al que nos hemos referido se constata como el polígono de la plaza constituye, salvo en las manzanas que lo enmarcan, un gran espacio totalmente vacío de ruinas previo a la planificación de Verboom y que este aceptó, incluyéndolo como plaza en su trazado general. Si comparamos este con el de otras poblaciones de entidad semejante, constatamos la anomalía de existir dos grandes plazas, Alta y Baja, cuando lo normal, en una población de carácter (entonces) muy modesto era que solo hubiera una plaza y esta, mucho más pequeña, en razón de la relativamente escasa población.

Resulta una anomalía encontrar dos grandes plazas en una población entonces modesta

No cabe pensar en grandes inquietudes urbanísticas por parte de los algecireños de la época, preocupados por la supervivencia y la ganancia inmediata. Eran constructores oportunistas, y aprovecharon como cimentación las ruinas medievales emergentes, desdeñando los espacios libres donde no tenían en que apoyarse para edificar. Por ello, se respetaron algunas vías de la Algeciras medieval convertidas en caminos rurales tras la destrucción de 1375, como las actuales calles Convento, Radio Algeciras y Tarifa. Por lo tanto, no edificaron sobre las mencionadas plazas Baja y Alta porque no podían aprovechar ruinas emergentes, al no haber existido edificación allí en la Edad Media. Dejaremos para otra ocasión la Plaza Alta y si nos centramos en la Plaza Baja, o de N.S. de La Palma, la posible explicación a la existencia de ese espacio vacío debe rastrearse en épocas muy antiguas.

Al estudiar la topografía del casco histórico de Algeciras, al norte del río de la Miel, hoy soterrado, vemos como el espacio topográfico está conformado por cuatro elementos principales:A) Al oeste, el cerro de San Isidro (antigua Matagorda) que domina al resto y discurre de norte a sur, desde las alturas de la plaza de Andalucía hasta el actual barrio de la Caridad. Sus laderas al Oeste (la sierra) son extensas y llegan hasta la llanura aluvial del río de la Miel. Mientras que hacia el Este (la bahía) son muy cortas y mueren en la plataforma de la Plaza Alta.

Véase la desproporción de las plazas en relación con la escasa superficie de la ciudad. Véase la desproporción de las plazas en relación con la escasa superficie de la ciudad.

Véase la desproporción de las plazas en relación con la escasa superficie de la ciudad.

B) La plataforma superior o de la Plaza Alta en sí, situada entre el sector norte de las murallas y la cota o altura correspondiente a la plazuela del monumento a la madre.C) El conjunto de laderas muy pronunciadas (las cuestas) extendidas de Oeste a Este entre el cerro de San Isidro y el mar, mientras que en sentido Norte-sur, cortan bruscamente la plataforma superior dificultando comunicación y contacto entre esa zona alta y la llanura aluvial.

D) La llanura aluvial donde se asientan el actual barrio de la Caridad y la Plaza Baja era a finales de la Prehistoria un brazo de mar, correspondiente al estuario del río de la Miel. Se fue rellenando con sedimentos, y en época histórica formaba una paleoensenada, ya colmatada en el siglo XIV. Pero antes, allí se creó gran parte de la historia urbana de Algeciras, pues en esa paleoensenada estaba el puerto de la ciudad romana de Julia Traducta (en la orilla de la actual Villa Vieja) y posiblemente en la orilla opuesta (callejón Santa María) el de Portus Albus, correspondiente a una simple “mansio” militar, el equivalente a uno de nuestros actuales centros de servicio en las autovías y autopistas.

Existen serias dudas sobre si el topónimo Algeciras tiene su origen en la actual Isla Verde, pues este es nombre moderno, ya que en época musulmana se conocía como isla de Umm Hakim, al parecer por una mujer que acompañaba al conquistador Tarik en la invasión del año 711. Luego en las fuentes cristianas fue simplemente Isla de Algeciras, en la Edad Moderna, Isla de las Palomas y solo desde fines del siglo XVIII empieza a alternar ese nombre con el de Isla Verde, que sospechamos se debe a una atribución erudita.

En su trazado en cuadricula, Verboom tuvo que respetar las plazas. En su trazado en cuadricula, Verboom tuvo que respetar las plazas.

En su trazado en cuadricula, Verboom tuvo que respetar las plazas.

Posiblemente la verdadera isla o península verde (yazira en árabe tiene ambas traducciones) estuviera en la paleoensenada donde desembocaba del río, y que efectivamente fue poblada por los musulmanes en ese siglo VIII, al establecerse en 712 una comunidad musulmana alrededor de la Mezquita de las Banderas, por orden de Muza, el jefe de Tarik. Poco a poco perdería su posición insular / peninsular y se integraría en la llanura aluvial. El día menos pensado pueden aparecer sus vestigios, tanto geológicos como arqueológicos al excavar en algún sector del barrio de la Caridad.

Pero aquí nos interesa el Califa Abderramán III, que en el siglo X, tras derrotar a los partidarios del rebelde Ibn Hafsun (este había formado un estado independiente en las montañas cercanas a la costa andaluza) creó atarazanas en Algeciras, que pudieron tener un puerto interior. Que el conjunto estaba fortificado lo sabemos al ser elegido ese recinto como alcazaba por los Emires del efímero reino taifa de Algeciras.

En el plano parcelario de las manzanas que conforman la Plaza Baja, aparece un peculiar trazado, con ángulos entrantes en varias de sus esquinas, morfología común en calles adaptadas al interior de antiguos recintos murados. Estudiando las medianeras entre inmuebles en el “marco” que forman las manzanas circundantes, se rastrea un recinto cerrando un espacio sin edificar, la actual plaza. ¿Por qué los repobladores de Algeciras en el siglo XVIII no lo usaron? Porque eran oportunistas, practicaban la ley del mínimo esfuerzo, y siempre que podían, edificaban aprovechando las ruinas. Por lo tanto, en un principio, si no había ruinas de base, no se molestaban en edificar. La razón de ser de ese espacio vacío en el interior de un recinto fortificado, prácticamente a nivel del mar y con fácil acceso desde el mismo, hay que buscarla en los mandraches o pequeños puertos interiores, muy protegidos del oleaje y los ataques enemigos, que, bajo diversos nombres, desde época feno-púnica, aparecen en el Mediterráneo hasta fines del siglo XVIII.

En este detalle se aprecian los extraños ángulos de la Plaza baja. En este detalle se aprecian los extraños ángulos de la Plaza baja.

En este detalle se aprecian los extraños ángulos de la Plaza baja.

Las fuentes hablan del cegamiento del puerto por Mohammed V para inutilizar la ciudad, cosa muy difícil en el río y el fondeadero exterior, pero un puerto interior en la actual Plaza Baja si era sencillo de colmatar con los escombros obtenidos al arrasar la ciudad. Ese material podía ser fácilmente transportado en carros y caballerías, y un nuevo ocupante de la ciudad desistiría antes de reconstruir el enorme recinto amurallado, limpiando los fosos de escombros y sobre todo ante la tediosa labor de extraer del puerto interior la masa de escombros allí arrojados.

Por lo tanto, el sistema empleado demostró su eficacia a lo largo de más de tres siglos. Las incógnitas que plantea la Plaza Baja solo se podrán despejar al efectuar allí sondeos arqueológicos en diversos puntos. Si no aparecen ruinas y el material extraído consiste en escombros y piezas en desorden cronológico, se demostraría la existencia de esa dársena protegida que en su día pudo estar poblada de embarcaciones.

Se estableció una curiosa polarización de funciones entre las dos plazas, ya que la Alta, con las principales iglesias, fue espacio de representación, ceremonia, recreo y actividades políticas, con carácter marcadamente burgués, mientras que la Baja, a pesar de tener algún edificio importante, se destinó a actividades menos distinguidas, pero funcionales: servicios del puerto, venta de pescado, ejecuciones públicas, espectáculos taurinos y mercado. Una función logística vital para el puerto fue ser el extremo de la traída de aguas del siglo XVIII, que por medio de dos arquerías (Cobre y Río de la Miel) y profundas conducciones, atravesaba el subsuelo de San Isidro y la ciudad llevando el agua a una fuente de la Plaza Baja, para que principalmente la Marina Real pudiera hacer aguada, o sea proveerse de agua. Pero de esto ya hablaremos en otra ocasión…

Carlos Gómez de Avellaneda Sabio y Soledad Gómez de Avellaneda. Asociación Cultural La Trocha y Segunda Sección del Instituto de Estudios Campogibraltareños.

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