Medio siglo entre carbón, corcho y leña

medio ambiente

José Cenizo, 'El Cenizo', se crió en los montes de Los Alcornocales y ahora asiste al progresivo abandono de los oficios tradicionales

Medio siglo entre carbón, corcho y leña
Raúl Casado (Efe)

Los barrios, 28 de agosto 2017 - 02:06

Con 72 años y trabajando desde los 7, José Cenizo ha vivido siempre entre el carbón, el corcho y la leña y ha comprobado a lo largo de las décadas el progresivo abandono del monte y cómo se extinguen algunos oficios ancestrales.

Pero ni se arrepiente de nada ni añora tiempos pasados ni piensa que las formas de vida hayan cambiado para peor y a pesar de las heridas y de las múltiples cicatrices de su cuerpo, Pepe El Cenizo sólo tiene agradecimientos para su familia, para sus amigos, sus vecinos y para las administraciones.

Empezó vendiendo saquitos de carbón, por lo que ganaba de 8 a 10 pesetas al mes

"Yo he vivido feliz; esta es mi vida y nunca me he arrepentido de nada", dice a Efe en el parque natural de Los Alcornocales mientras asiste al tradicional descorche en una de las fincas que le han adjudicado.

El Cenizo supervisa, convertido ahora en empresario, cómo las cuadrillas realizan la saca del corcho en uno de los parajes más abruptos del parque, un lugar donde sólo las mulas son capaces de entrar para cargar una materia prima, el corcho, que se ha revalorizado. El descorche de los alcornocales ha determinado en gran medida las tradiciones de numerosos municipios gaditanos y malagueños, ha contribuido al buen estado de conservación que presenta en la actualidad este espacio natural y ha propiciado que la riqueza biológica se mantenga en estándares muy elevados.

Él disfruta cada día trabajando o paseando por esos montes y recuerda como en la misma finca donde ahora descorchan sus cuadrillas vivían a mediados del siglo XX hasta diez familias, con entre ocho y diez hijos cada una, capaces de formar varias cuadrillas que rentabilizaban el carbón y la leña en invierno y el corcho en verano. "Yo empecé con 7 años, a esa edad yo ya hacía mis boliches" (montoneras de leña para producir carbón), explica Pepe El Cenizo, y recuerda que empezó "con muy poquito", vendiendo saquitos de carbón en los pueblos pero ganando ya ocho o diez pesetas al mes. "Aprendí a valorar la vida y hoy sólo tengo agradecimientos".

Ahora recorre toda España y participa en numerosas subastas de corcho y de leña, evalúa a primera vista la calidad de la materia prima y sabe casi de inmediato cuál será el destino de ese corcho; "el mejor, para hacer los mejores tapones, para el buen vino", apunta mientras calibra las planchas que van volcando los mulos sobre la báscula.

Y sabe dónde y a quién se lo venderá, mayoritariamente en España y en Portugal, aunque también ha exportado grandes cantidades a Argentina o Brasil.

"La vida ha cambiado mucho, quizás para mejor", señala Pepe durante la entrevista, y recuerda que él se crió entre cabras, cerdos, el huerto, el corcho y el carbón, y a todo eso lo llama "la suerte de vivir en el campo", porque tiene además el convencimiento y la satisfacción de no haber tenido que renunciar "a nada".

No fue a la escuela, porque desde muy pequeño comenzó a ayudar a sus padres en las labores del campo, pero "algunos hombres que sabían un poquito, aunque no eran maestros" le dieron lecciones y le ayudaron a emprender un camino que le ha llevado a convertirse en uno de los empresarios del corcho y la madera más conocidos, populares y queridos de España.

El sofocante calor que azota a Los Alcornocales y a las cuadrillas que desnudan a esos árboles no impide que Pepe se atreva incluso a recomendar esta forma de vida incluso para los más jóvenes, aunque es consciente de que necesitarían mucho apoyo y mucha ayuda para integrarse en ese medio. Los Alcornocales y su riqueza biológica han resistido durante siglos gracias a la rentabilidad del monte, y Pepe El Cenizo ha sobrevivido con él y ha sabido aprovechar esos recursos naturales para moldearse una forma de vida que, asegura, "no cambiaría por nada".

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