Campo de Gibraltar

El Facebook del Neolítico

  • La arqueóloga Mónica Solís baraja la hipótesis de que el Santuario de Bacinete no fue un lugar utilizado por los primeros productores para vivir, sino para relacionarse

  • El gran abrigo les sirvió de monumento

Mónica Solís, doctora en Arqueología y profesora de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) en Madrid, lleva 14 años estudiando el Santuario de Bacinete. Aún le sucede que cuando sube esa pequeña ladera de la finca El Corchadillo que la lleva hasta las cuevas y contempla el gran abrigo, la más grande de las ocho que componen el monumento natural, siente una gran emoción. "Cuando un investigador estudia un lugar se origina una relación afectiva tremenda que ya no se pierde nunca. Pero con Bacinete ocurre que es un sitio con muchísima fuerza, muy potente, en el que se aúnan la riqueza del parque natural Los Alcornocales y el monumento natural, las propias rocas. Por el entorno que le rodea y porque representa la memoria viva cultural del Campo de Gibraltar, Bacinete es un lugar mágico", dijo.

La arqueóloga volvió al santuario el pasado jueves gracias a una iniciativa de la delegación de Turismo del Ayuntamiento de Los Barrios, dirigida por Isabel Calvente, muy interesada en seguir fomentando el patrimonio natural como reclamo turístico. Tras una conferencia sobre Bacinete celebrada el día anterior en el Hotel Montera Plaza y a la que acudieron más de 150 personas, la profesora aprovechó su estancia para subir al santuario acompañada de un grupo de investigadores y aficionados a la historia del Campo de Gibraltar.

La profesora de la UNED se refiere a las cuevas como a un conjunto premegalítico

Allí, bajo el peso de miles de años de historia, aliviado solo por la fina lluvia que acompañó a la expedición desde muy temprano, desgranó cuáles son sus hipótesis, las razones que le han llevado a pensar que Bacinete no fue un lugar para vivir, sino un espacio para la socialización de los primeros productores del Neolítico en el Campo de Gibraltar.

"Probablemente estamos ante un espacio para la reunión social, que tenía un componente simbólico o religioso. Esto ya era consustancial al ser humano en ese momento: la legitimación del territorio. Era su manera de decir éste es el territorio que ocupo y al que acudo para las relaciones sociales intergrupales o del propio grupo. Un lugar de reunión, que no de vivienda, que siguió funcionando durante mucho tiempo. Así nos lo dice la iconografía, cada vez más esquemática, que nos revela que Bacinete fue utilizado durante buena parte del Neolítico, incluso en el Calcolítico, la Edad del Cobre y la Edad de los Metales", explicó.

Seguida de investigadores, historiadores y aficionados a la arqueología, cargados de preguntas y deseosos de conocer más sobre el santuario, Mónica Solís explicó qué han ido revelando sus estudios tras más de una década inmersa en los ocho abrigos.

"Cuando llegué aquí me llamó mucho la atención la necesidad de monumentalizar, de señalizar el monumento natural a modo de santuario o de iglesia. Creo que realmente son estos bloques, la arquitectura natural, lo que nos hace pensar que no estamos ante un conjunto de pintura sino ante un conjunto premegalítico, donde lo que funciona como megalitismo en realidad son estos ortostatos (bloque o losa vertical) naturales de la Arenisca del Aljibe", aclaró la profesora, en referencia a la unidad geológica hispano-marroquí que recibe ese nombre.

Pero lo más interesante es, según dijo, cómo estos productores del Neolítico antropizaron el lugar mediante la plasmación de las pinturas y cómo lo que era un evento natural se convirtió en un evento humano. "Es la sensación que tengo. Si os dais cuenta -detalló en la clase al aire libre-tenemos los abrigos rodeando al gran abrigo. Si ayer hablaba de que hay al menos cuatro fases registradas, y que la más antigua es el gran abrigo, eso nos hace pensar que es precisamente la gran cueva la que origina el santuario. Es ella que los lleva hasta ahí y, posteriormente, de una manera casi circular se van apropiando de los otros bloques en un evento esquemático", contó Solís.

Los datos que ha recopilado hasta ahora le hacen pensar que los productores de Bacinete fueron probablemente los primeros del sur peninsular que empezaron a plasmar su arte, que empezaron a reunirse. "Aquí sí pueden reunir a gente, hay otros abrigos que por sus características solo sirven de paso logístico, pero en Bacinete pueden hacerlo. El carácter circular de las cuevas me hace pensar en un lugar de reunión para el que necesitaban un monumento, un marcador social territorial, y ése ya lo tenían con el gran abrigo. A partir de ahí se van haciendo rituales y eventos sociales más complejos, para reunión de grupo o intergrupales porque los ritos no solo tienen un efecto simbólico, también cubren la necesidad vital de relacionarse", añadió la arqueóloga.

El hecho de que las primeras fases de pintura del primer abrigo estén en el mejor lugar avalan sus hipótesis. "Son personas como nosotros y si yo llego aquí por primera vez y veo el lugar, escojo el sitio más espectacular, y dentro del lienzo rocoso el mejor preparado para que el acto de la pintura me resulte más fácil y más idóneo. Más tarde, las partes periféricas se van ocupando. Por tanto, mi idea es que el evento son las rocas y el núcleo es el bloque prismático del gran abrigo asociado a una vía de paso y a un lugar apto para las reuniones", afirmó la arqueóloga para añadir a continuación que un arqueólogo que afirma asegurar algo no es de fiar. "Puede decir que las cuentas que le salen son esas, pero uno no puede saber las cosas a ciencia cierta, y puede que me esté equivocando porque no tengo una máquina del tiempo. Pero eso es lo realmente maravilloso de esto, que siempre está la duda", apostilló.

El profesor Martí Más llevó a cabo entre 1988 y 1993 un proyecto que se dio en llamar Las manifestaciones rupestres de la zona gaditana. Quería estudiar todo el arte de las sierras que bordean la antigua laguna de la Janda que se concretó en un libro sobre Sierra Momia. Pero Martí Mas había planeado una obra que resultó ser más grande de lo previsto, abordó el trabajo de campo de la Sierra del Niño, aunque se quedo inédito.

Mónica Solís empezó a trabajar en su tesis doctoral en el año 2003, fecha en la que le plantearon hacer la tesina sobre el conjunto de Bacinete. La labor y el material fotográfico realizados años antes por el profesor Martí Mas sobre el arte rupestre en Sierra Momia estaban ahí y había que sacarles partido. La arqueóloga aceptó el reto, tomó la iniciativa y se centró sus estudios en el arte ruepestre de la Sierra del Niño. Cuenta que volvió a revisar Bacinete de arriba a abajo porque según dijo, "una evoluciona como investigadora".

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