Ahorrar para comulgar
Los padres buscan fórmulas asequibles para las comuniones de sus hijos · Vuelven las celebraciones tradicionales


Paco y Toñi viven en Los Barrios y tienen dos niñas, Minerva y Lucía. Minerva tiene 9 años y, como muchos otros niños en el Campo de Gibraltar, hace el 24 de mayo su primera comunión. Un momento que, por un lado, marcará su vida religiosa porque comulgará por primera vez. Por el otro, será una bonita celebración que posiblemente recordará toda su vida y que costearán sus padres.
"Esto es como una boda, pero en pequeño", bromeó el padre. La pareja, poco amiga de las citas multitudinarias, pensó en principio hacer algo en casa, con la familia, contratando algún servicio de catering. Sin embargo, la lista de invitados, entre familiares y compromisos ineludibles, comenzó a crecer. "Al final lo haremos en un restaurante, en el que hemos contratado un menú anticrisis", contó Toñi. Y es que los restaurantes de la zona también se adaptan a la economía actual con ofertas ajustadas a todos los bolsillos.
Un buen indicador de que los tiempos no son los mejores para derrochar en el día de la primera comunión de un hijo es conocer el número de trajes que se limpian en las tintorerías, entendiendo que, en estas fechas, no se limpia un vestido de organza blanco para guardarlo, sino para prestarlo.
La dueña de una conocida lavandería del centro de Algeciras cuenta que este año se ha notado mucho. "No sé decir un número exacto pero, desde hace unos meses creo que hemos limpiado un 30% más de trajes de comunión, por lo menos", contó. Limpiar un vestido de telas delicadas cuesta entre 20 y 30 euros, lejos de los 200 que, como mínimo, suele costar uno nuevo. Con estas cifras es normal que se presten vestidos entre primos o amistades.
Minerva llevará el clásico vestido blanco y nuevo. Y es que Paco y Toñi llevan prácticamente un año ahorrando para la comunión de su hija. Entre huchas, quitando de aquí y poniendo de allá, podrán invitar a un centenar de personas, aunque la lista aún no está cerrada. "Organizándola en serio llevamos desde que nos dijeron el día que nos había tocado. Recuerdo que el mismo día que lo supimos llamamos al restaurante para reservar para no quedarnos sin sitio", dijo la madre. Después, llegó todo lo demás, vestido de la protagonista, ropa para la hermana, el traje del padre, el de la madre, complementos, peluquería, y todo lo que una celebración de este tipo exige. "Hay de todo lo que te puedas imaginar. Yo fui a ver recordatorios a Algeciras, me sacaron tres catálogos de muestras y me vi tan desbordada que no compré ninguno", explicó la madre, que sabe que los chinos han vendido este año gran cantidad de muñequitos y obsequios que regalar a los invitados. "Esto se ha convertido en una fiesta", lamentó el padre.
Paco y Toñi hacen esfuerzos por ofrecer a su hija la celebración que quería. Sin grandes despilfarros gastarán, como mínimo, 5.000 euros. Sin embargo, en muchas familias la economía no permite grandes eventos y esta situación hace buscar nuevas fórmulas para festejar la primera comunión. Entre ellas se encuentra la búsqueda de trajes prestados, el recorte del número de invitados o, simplemente, haciendo comidas familiares. Por ello, casi sin una intención premeditada, estas celebraciones vuelven a su esencia, a comidas familiares lejos del derroche de otros años. Nieves Pons, catequista en Los Barrios, comentó que en su grupo son al menos tres los que sabe que van a hacer comidas íntimas sólo con la familia más allegada. "He oído incluso a padres que dicen que celebrarán ese día en el campo, donde cada familiar llevará un plato", aseguró. "Al final todo volverá a lo de antes, cuando nos daban un chocolate en el colegio y nada más", recordó la catequista.
En cuanto a los regalos para los protagonistas, lejos quedaron los viajes a París que tanto se oyeron años atrás. "Nosotros hemos decidido que los regalos serán para ella, para cuando lo necesite", declaró Toñi, que reconoció que ya es difícil oír hablar de viajes entre las madres.
Minerva no deja de vigilar su vestido blanco, que enseña con ilusión a todo el que se lo pide. Aún no sabe si le tocará leer en la misa o si se dejará sus bonitas gafas rosa. Ya sólo le queda esperar al gran día, en el que seguramente disfrutará entre amigos y familiares.
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