Reflejos de la ‘gripe española’ en el Carnaval de Cádiz
Tribuna de opinión
Agrupaciones de 1919 y 1920 relacionaron sus tipos con la epidemia
Como es obligado, sirvan estas primeras líneas para advertir que la idea de escribir éste pequeño artículo en Diario de Cádiz me la sugirió el leer la publicación en Dialnet de la monografía ‘Incidencia social de la gripe de 1918- 1919 en la ciudad de Cádiz’ del doctor don Francisco Herrera Rodríguez. En ella se estudian detalladamente las circunstancias por las que atravesó nuestra ciudad durante la pandemia causada por el brote de influenza virus A, del subtipo H1N1.
Se la denominó ‘española’ debido a que siendo España un país neutral durante la I Guerra Mundial, no se censuró la publicación de los informes sobre dicha enfermedad y sus consecuencias, a diferencia de los otros países centrados en el conflicto bélico, y fueron los periódicos españoles los primeros en informar sobre tal padecimiento. En el resto de Europa, y a ambos lados de las líneas aliadas, censuraron toda información para no desmoralizar a las tropas ni mostrar debilidad ante el enemigo, con lo cual sólo fue noticia en los países neutrales.
En su monografía, el doctor Herrera señala que en Cádiz “…uno de los mayores problemas que tuvieron que afrontar las autoridades municipales y sanitarias fue el del desembarco y alojamiento de los enfermos de gripe que llegaban por vía marítima. La ubicación de estos locales fue motivo de diversas protestas por parte del vecindario…”. Y aunque nos dice que “… el objetivo del presente trabajo no va encaminado a exponer una valoración estadística de su mortalidad…”, nos informa del censo de habitantes de Cádiz en esos años, y en una tabla nos dice el total de defunciones habidas, y el número de fallecidos por la epidemia en nuestra capital. Nos informa del clima, las industrias y de las comunicaciones, tanto terrestres como marítimas, esto es, por dónde pudo iniciarse la transmisión del virus, la epidemiología.
(Epidemiología ¡Cómo recordamos la importancia que le daba a ella nuestro catedrático de Microbiología e Higiene Juan del Rey Calero, y que tanto se echó de menos en los primeros compases de la pandemia actual tanto por su ocultación como por aquellas manifestaciones tan imprudentes e insensatas!).
En su estudio, el profesor Herrera nos indica, además, los nombres de las autoridades municipales y sanitarias de la ciudad, destacando al gran olvidado de la medicina gaditana, el doctor Leonardo Rodrigo Lavín, sus actuaciones y su informe La lucha contra la gripe en la provincia de Cádiz. Inspector provincial de Sanidad, subinspector general de Sanidad del Reino, así como catedrático de Fisiología en nuestra Facultad de Medicina. Depurado en 1939 prohibiéndosele ejercer cargos directivos y de confianza.
Y, ¿por qué no decirlo?, abuelo de Leonardo Rodrigo Paredes – Nino Paredes– amigo nuestro e hijo del doctor Pedro Rodrigo Sabalette, catedrático de Patología y Clínica Médica en Cádiz y posteriormente en Sevilla.
Nos informa en su monografía del tiempo que duró la pandemia, cuál fue su origen en la ciudad, distinguiendo su inicio diferente, entre la epidemia primaveral y la otoñal y, como señalé anteriormente, en una tabla nos dice el total de defunciones habidas y el número de fallecidos por la epidemia en nuestra capital.
Nos habla de la tendencia que hubo a cerrar escuelas, desaconsejándose las visitas a los familiares enfermos, ir a locales cerrados, iglesias, teatros, de la retirada rápida de los cadáveres de sus casas, de los actos del entierro y número de familiares que debían asistir, del buen comportamiento de sanitarios y estudiantes y de la utilización de mascarillas – ¿les suena nuestra estúpida discusión actual?–, de los locales habilitados como lazaretos y los problemas y protestas que se crearon entre los vecinos cercanos… Y de la suspensión o las limitaciones y prohibiciones del Carnaval.
Entre otras muchas actuaciones para prevenir el contagio, una de las que se discutió fue la conveniencia o no de fumigar a los viajeros que entrasen a Cádiz, y como no podía ser de otro modo, este procedimiento con las personas, sorprendente e inaudito para los gaditanos en general, que si acaso lo que conocían de oídas era que se fumigaban a los caballos de los coches y a las vacas de las lecherías, se vio reflejada en los nombres de las agrupaciones de aquéllos años, expresándolo así, el doctor Herrera:
“Nos ha llamado la atención el listado con los nombres de las comparsas que se inscribieron en el Carnaval de 1919, en la que destaca el título de una agrupación de nueve personas llamada ‘Los fumigadores’, que probablemente satirizaban la medida sanitaria de la fumigación a los viajeros (…). Así mismo, en el Carnaval de 1920 solicitó permiso al alcalde para recorrer las calles de la capital durante esos días festivos una pequeña agrupación que presentaba el disparate cómico titulado ‘El Médico Manganelli y el fumigador rabioso’”.
Je, je… ¿Se imagina nuestro lector al fumigador rabioso interpretando su papel? ¿Se imaginan el artefacto que llevaría y cómo utilizaría la manguera contra el resto del grupo o del público que los veía? Preguntándole a mi madre sobre el apellido Manganelli, recordó que en la calle Columela, existió una tienda de ultramarinos finos, La Italiana, cuyo propietario se apellidaba Manganelli. Cabe recordar que los chicucos y los almacenes eran los primeros blancos de las chanzas, burlas e incluso acometidas en las épocas de escasez.
Y nada más. Sirva este sencillo artículo para divulgar el trabajo del doctor Herrera, las circunstancias poco conocidas de lo que sucedió en Cádiz desde que se inició, hasta que se declaró extinguida oficialmente la pandemia el 14 de junio de 1919 en el BOPC y de su reflejo en el Carnaval.
Y parafraseando a Manuel Azaña, sólo añadir que “en España, la mejor manera de guardar el secreto sobre un tema, es escribir una monografía”.
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