Real Balompédica - AD Alcorcón | La crónica

No basta con jugar bien (1-2)

  • La Balona deja remontar de nuevo y acaba la tercera jornada sin vencer

  • Los albinegros se desfondan después de unos excelentes 60 primeros minutos

  • Los linenses no leen bien el partido cuando están por delante y conceden demasiado a un rival que no perdona

Masllorens expresa su desolación tras escucharse el pitido final

Masllorens expresa su desolación tras escucharse el pitido final / Jorge del Águila

La Balompédica acaba el Tourmalet que el calendario le deparó para comienzos de temporada con mejores sensaciones que bagaje. Los albinegros dejaron una muy buena impresión durante sesenta-setenta minutos ante el Alcorcón. Se adelantaron en el marcador con un golazo de Omar Perdomo. Pero, como una semana antes en Riazor, ni con todo eso les da para frenar a los transatlánticos de la categoría, que echan mano del oficio, de saber manejar los momentos, de la calidad y del fondo de armario para asestar los golpes en los momentos justos y hacerse con la victoria. Con esos puntos que, cuando llegue la hora de la verdad, allá por mayo, serán lo único que cuente. Otra vez encajó la Balona al final. Y de nuevo, dos goles. Seis ya son demasiados en apenas tres jornadas.

La Balona sabe más de buen trato al balón que de gestionar partidos. Y eso está muy bien para que su público se marche satisfecho y despida a sus futbolistas sin reproches. Pero no tanto para la clasificación. Un equipo modesto no puede ponerse por delante dos semanas seguidas ante los auténticos cocos de la categoría, conceder tanto y dejarse remontar. Porque ante rivales de esa talla, con individualidades que marcan la diferencia, cualquier gracia concedida al contrincante trae consigo una pena. Dos goles y dos palos en el caso de los alfareros, que sumaron su primer triunfo y siguen sin perder.

El primer tiempo fue táctico. Con dos equipos bien armados. Eso sí, el balón casi siempre en poder de los de blanco y negro, que daban la sensación de tener más claro cómo meterle mano al partido. Pero ese dominio territorial no se transformaba en un asedio, por mucho que cuando Yassin Fekir tomaba el balón siempre daba la sensación de que iban a pasar cositas. No sufría en defensa un Alcorcón que parecía esperar un fallo en una salida que los de La Línea, todo hay que decirlo, no cometían.

Aunque se gustaba, la mejor ocasión de los de Monteagudo en esta primera entrega fue un centro-chut de Víctor Mena que se envenenó y que sacó bien Andrés Prieto. Ni una parada más hizo el meta antes del intermedio.

El partido comenzó a virar con los cambios. Y es que en este fútbol moderno de las cinco sustituciones -que llegaron por el Covid y han terminado por quedarse- lo que aporta los banquillos es determinante en casi todos los encuentros. El Alcorcón sacó dinamita al campo. La Balona, fuegos de artificio, porque ni el apaño de Joao Pedro en defensa fue rentale.

Ya antes de marcar Perdomo, Víctor García había estrellado el balón en el larguero, como un aviso. Pronto llegó la réplica. Un auténtico golazo del canario que desde la frontal la puso donde reza el dicho que se cuelgan las telarañas. Imparable. Explosión de júbilo de las gordas, porque la grada tiene muchas ganas de creer en este equipo, que también hay que decirlo.

Los linenses habían llevado el combate justo donde lo querían. Y fue precisamente en ese momento, cuando daba la sensación de que más fácil lo tenían, cuando peor lo hicieron. Por un lado porque parece que esta Balona anda justita de combustible. Se va desinflando a medida que avanzan los minutos si el enemigo aprieta, como ya pasó en La Coruña. Y por otra porque no leyó bien lo que quedaba de tiempo.

El conjunto madrileño dio un paso adelante y ya a renglón seguido Alberto Varo tuvo que sacar en dos veces un disparo desde la frontal. Los de casa no supieron contrarrestar ese empuje visitante con músculo. Ni con artimañas para detener el juego, que no será bonito, pero es fútbol. Tanto o más que la propia pelota.

En el 66' Christian Borrego absolutamente solo delante del marco, lanzó como si creyese que estaba en fuera de juego y el balón se marchó fuera entre el resoplido del público y mientras el banquillo visitante se llevaba las manos a la cabeza.

Daba la sensación de que era el indulto, pero no era más que un espejismo. Justo cuando parecía que los de Monteagudo habían retomado las riendas del juego, llegó una cadena de errores inadmisibles. Primero, una falta que sobraba. Innecesaria. El Alcorcón buscó el 2x1 en el costado y no es que le permitieran a Javi Lara centrar, es que casi le invitaron. Y dentro del área, cada uno a lo suyo y Damau, que fue el más listo, y marcó sin apenas oposición.

Con el empate otra vez le faltó a la Balona el empaque de los grandes equipos. Que muchas veces, sobre todo ante rivales de esa talla, si no se puede ganar hay que saber empatar. Que un punto es un punto y nunca se sabe si se puede echar de menos. Con el tiempo cumplido le regaló el 1-2. Un desajuste injustificabe, un pase de Chistian a la espalda de una defensa mal alineada. Antonio Romero que se queda enganchado. Y Dalmau -ése que había salido desde el banquillo para marcar las diferencias- que avanza sin oposición y anota.

Aún le dio tiempo al Alcorcón, con la Balona ya precipitada en busca de algo heroico, a lanzar una vez más palo, pero el marcador no se movió.

La gente, que está con su Balona, no solo no hizo recriminación alguna, sino que despidió al equipo con aplausos, mitad de cariño mitad de reconocimiento a las muchas cosas que hizo bien ante un rival colosal. Todos apiñaditos en Preferencia, que por cierto tampoco pasa nada. El mini Municipal tiene un aspecto más que aceptable teniendo en cuenta las circunstancias.

 No hay que rasgarse las vestiduras por ese punto en tres jornadas, porque no es justo obviar en ese balance la talla de los enemigos. Pero es verdad que la liga no entiende de paciencias y que por encima del buen gusto futbolístico, este equipo tiene que aprender a competir mejor. A distinguir el cómo y el cuándo. O llegarán esas odiosas prisas. Y si eso sucede, todo el mundo sabe como funciona esto, los aplausos se tornarán lanzas.

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