Andalucía

Andalucía deja atrás la anomalía de Astrazeneca

  • El porcentaje de población entre 60 y 69 años inmunizada supera por primera vez al grupo de 50 a 59 pese a que comenzaron antes a vacunarse

Una enfermera prepara los viales de la vacuna de Astrazeneca en un punto de vacunación de Sevilla

Una enfermera prepara los viales de la vacuna de Astrazeneca en un punto de vacunación de Sevilla / Juan Carlos Muñoz

El proceso de vacunación en Andalucía dejó atrás el jueves una anomalía que lo ha lastrado, aunque levemente, durante los últimos meses. Por primera vez, el porcentaje de población protegida contra el Covid de entre 60 y 69 años superó al del grupo etario inmediatamente inferior, una disrupción provocada por los problemas sufridos por la vacuna de Astrazeneca y por la propia configuración de este elixir, que requiere 12 semanas entre la primera y la segunda dosis.

El plan estatal y el regional tenía como eje principal la protección de los colectivos más vulnerables, por lo que la edad fue la variable principal cuando hubo que ordenar los turnos para comenzar a inmunizar a la población. Hubo excepciones, como los trabajadores de residencias o sanitarios, que por su exposición al SARS-CoV-2 recibieron el pinchazo antes que la población general de su misma edad. La dificultad fue –y se mantiene, en cierta forma– que el número comenzó siendo limitado, a lo que hay que sumar las características de cada vacuna y los grupos etarios en los que pueden usarse.

Aquí entra el juego la singularidad del fármaco desarrollado a medias entre los científicos de la Universidad de Oxford y el laboratorio anglosueco Astrazeneca. A principios de año era la gran esperanza para acelerar un proceso que con las primeras dosis de Pfizer y Moderna –vacunas de ARN mensajero– no iba todo lo rápido que debía. La falta de estudios sobre su seguridad en mayores de 55 años provocó que la Comisión de Salud Pública, previo debate en la ponencia de vacunas, limitase su uso en personas de entre 18 y 55 años. Por eso comenzaron a vacunarse profesionales esenciales –como profesores,policías y bomberos– de esas edades.

Entonces llegaron las alertas sobre unos extraños trombos que, al parecer, podrían tener relación con la vacuna. Las coagulaciones, según los indicios, podían relacionarse con una respuesta del sistema a este elixir elaborado a partir de un adenovirus atenuado. Los casos, aunque ínfimos en relación con el número de dosis inoculadas, se registraron sobre todo en mujeres jóvenes. Tras muchas polémicas, una suspensión temporal de su uso y múltiples debates, la prescripción se dio la vuelta como un calcetín.

Desde mediados de abril, el elixir anglosueco sólo podía utilizarse con mayores de 60. Para esa fecha, el número de viales de Pfizer había crecido considerablemente y la vacunación de los mayores de 70 había avanzado lo suficiente, por lo que las dosis de Astrazeneca se quedaron, en exclusiva, para los ciudadanos de entre 60 y 69 años. Cuando acabaron los dimes y diretes, a principios de mayo, les llegó el turno a la población de entre 50 y 59. Para ellos serían las vacunas de ARN mensajero, que empezaron a llegar a los almacenes casi a chorro gracias a un acuerdo de la UE con Pfizer.

Hay otro hecho diferencial en esta anomalía. El periodo recomendado entre la primera y la segunda dosis de Astrazeneca es de 12 semanas, mientras que con Pfizer se reduce a tres y con Moderna a cuatro. Toda esta vorágine ha provocado que no fuera hasta este jueves, 29 de julio, cuando el porcentaje de población de 60 a 69 años inmunizado en Andalucía superó al del grupo de población inmediatamente inferior.

Según los datos del Ministerio de Sanidad los sexagenarios con dos pinchazos el jueves eran el 87,9% del total, frente al 87.6% de las personas de entre 50 y 59 años. Ayer se mantuvo la tendencia –88,8% frente al 87,7%–, acabando así con una anomalía que hizo sonar las alarmas cuando se comprobó que la variante delta, que ya es dominante en Andalucía, se deshacía facilmente de la protección concedida por el primer pinchazo de Astrazeneca. La constatación de ese riesgo provocó que la Junta intentase, no siempre con éxito por falta de dosis, adelantar el segundo pinchazo dos semanas a algunos de esos sexagenarios, que podían contagiarse si entraban en contacto con la población más joven y con menor porcentaje de vacunación.

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