Historias del Campo de Gibraltar

Algeciras, durante el reinado de Pedro I (1350-1369)

  • La amenaza de una invasión del bando musulmán paralizó durante décadas el desarrollo del puerto algecireño y la posibilidad de convertirse en el centro político, religioso y militar que deseó el rey Alfonso XI

Grabado inglés de principios del siglo XVIII que muestra las ruinas de la Algeciras medieval vistas desde el altozano donde estuvo el Fuerte de Santiago.

Grabado inglés de principios del siglo XVIII que muestra las ruinas de la Algeciras medieval vistas desde el altozano donde estuvo el Fuerte de Santiago.

En el mes de abril del año 1349, rotas las paces con los granadinos y con el emir de Fez, Abu Inán, el rey Alfonso XI puso cerco a la ciudad de Gibraltar, la última fortaleza que poseían los musulmanes en la región del Estrecho. El ejército castellano se estableció en el istmo arenoso que unía el Peñón con sierra Carbonera, en cuya ladera norte se hallaba enclavada la enriscada población, defendida tanto por la altura como por el fortísimo recinto defensivo con que el emir Abu l-Hasán la había dotado después del fracasado intento de tomar la ciudad por el rey de Castilla en el año 1333.

El asedio se prolongó durante casi un año y, cuando parecía que los sitiados se hallaban cerca de la rendición, hizo su aparición la epidemia de peste bubónica, -la conocida como peste negra-, que estaba devastando toda Europa y el norte de África. El rey Alfonso XI, aunque a principios del mes de marzo de 1350, la peste ya había acabado con la vida de numerosos guerreros cristianos y algunos nobles en el campamento castellano, perseveró manteniendo el cerco y el asedio a la ciudad musulmana, hasta que se contagió del mal a mediados de ese mes, falleciendo el día 28 de marzo del año 1350. Su cuerpo fue trasladado a Sevilla, donde recibió sepultura en la iglesia-catedral, junto a la sepultura de su bisabuelo, el rey Fernando III, hasta que sus restos fueron llevados a Córdoba, a la iglesia de San Hipólito, donde hoy descansan.

Retrato del rey de Castilla Pedro I por Joaquín Domínguez Bécquer. Año 1857. Retrato del rey de Castilla Pedro I por Joaquín Domínguez Bécquer. Año 1857.

Retrato del rey de Castilla Pedro I por Joaquín Domínguez Bécquer. Año 1857. / E.S.

En el mismo día de su muerte asumió la Corona de Castilla su hijo, nacido de su esposa, la reina María de Portugal. Pero el reinado de este monarca fue tumultuoso. Su hermanastro, Enrique, conde de Trastámara, hijo de la concubina de su padre, doña Leonor de Guzmán, se rebeló contra él apoyado por una parte de la nobleza castellana, de Aragón y de Francia. Una larga guerra que acabó con el asesinato de Pedro I a manos de su hermano Enrique ante los muros del castillo de Montiel en octubre de 1369. ¿Pero qué sucedió en la estratégica ciudad de Algeciras durante los diecinueve años del inestable reinado de Pedro I?

Una vez fallecido el rey Alfonso XI, su cuerpo fue trasladado hasta Algeciras y, desde esta ciudad, a Sevilla, como se ha dicho. Pero, en el camino, algunos nobles castellanos del entorno de doña Leonor de Guzmán y varios miembros de su familia, como el conde de Trastámara y su hermano don Fadrique, maestre de Santiago, recelosos del nuevo monarca, abandonaron la comitiva fúnebre y retornaron a Algeciras, que la tenía don Pedro Ponce de León, para buscar refugio en esa ciudad y hacerse fuerte tras sus muros.

Allí, encabezados por don Enrique de Trastámara se mostraron en rebeldía ante el joven rey Pedro I. Dice la Crónica de este rey, que “viendo el rey que la ciudad de Algeciras estaba en gran peligro por la vecindad de los moros que tenían tan cerca, y temiendo mucho de los señores que en ella estaban, por cuanto no estaban contentos de los que regían el reino, envió a saber el estado de la dicha ciudad, y qué remedio se podría poner”.

Para saber con exactitud cuál era la situación de la ciudad, estando en Sevilla, mandó a Algeciras a su escudero, Lope de Cañizares, que había tenido la Torre de Cartagena durante el cerco de Gibraltar y conocía bien la ciudad y sus alrededores. Llegado a las puertas de Algeciras, entró el escudero de incógnito en ella y se acogió entre la gente que era fiel al rey don Pedro. Durante su estancia pudo comprobar que la mayor parte de los vecinos no seguía la rebeldía del conde de Trastámara, “y que si el rey les enviara esfuerzos y acorro de gentes por mar y por tierra, que ellos tomarían la voz de don Pedro I y que con el refuerzo del rey, los señores que allí entraran no osarían porfiar de estar en la ciudad”. Luego volvió Lope de Cañizares a Sevilla relatando todo lo que había visto y oído al rey don Pedro.

Dobla de 35 maravedíes del rey Pedro I de Castilla. Dobla de 35 maravedíes del rey Pedro I de Castilla.

Dobla de 35 maravedíes del rey Pedro I de Castilla.

Conocida la situación de la ciudad, mandó el rey armar galeras con marineros de Guipúzcoa, al mando de Gutier Fernández de Toledo, para que se apoderase de Algeciras. “Y llegó a Algeciras -refiere la Crónica- una gran mañana, y así como llegó, comenzaron las gentes de armas que en las galeras venían a salir a tierra. Y los vecinos de Algeciras, cuando vieron el esfuerzo del rey, llegaron todos con los que salieron de la mar y comenzaron a dar muy grandes voces diciendo ¡Castilla! ¡Castilla por el rey don Pedro! El conde de Trastámara y don Pedro Ponce de León, viendo que se habían unido los recién llegados con los vecinos y que su causa estaba, por el momento, perdida en Algeciras, huyeron por un postigo en dirección a Morón, que la tenía el maestre de Santiago.

Aquel verano, estando el rey en Sevilla, recibió a los embajadores del rey de Granada, los cuales le traían una propuesta de paz. Pedro I la aceptó y concedió una tregua por seis años al sultán nazarí y al emir de Marruecos. Con la firma de este acuerdo salían beneficiados los tres monarcas: Yusuf I, porque podría dedicarse a restablecer su reino después de la guerra mantenida con Alfonso XI; Abu Inán, porque quedaba con las manos libres para poder someter a sus hermanos y a los seguidores de su padre; y Pedro I, porque necesitaba la paz si quería controlar los primeros focos de rebeldía instigados por su hermanastro el conde de Trastámara.

La posición estratégica de Algeciras y la inestabilidad provocada por la pugna dinástica entre petristas y trastamaristas iban a hacer que esta ciudad no gozara de tranquilidad por mucho tiempo. En 1354, los que tenían Algeciras llegaron a un acuerdo con los marroquíes para entregarles la ciudad a cambio de una “gran cuantía de doblas”. El rey tuvo noticias de esta alevosa transacción, que hubiera devuelto a los meriníes una plaza de vital importancia para mantener el control del Estrecho y de las rutas comerciales que, a través de él, unían el Mediterráneo con el Atlántico, y envió a Algeciras a numerosa tropa mandada por uno de sus más fieles caballeros.

Espada de protocolo de Muhammad V con la inscripción que dice: “A espadas y a la fuerza en Algeciras entraste abriendo una puerta antes cerrada”. Espada de protocolo de Muhammad V con la inscripción que dice: “A espadas y a la fuerza en Algeciras entraste abriendo una puerta antes cerrada”.

Espada de protocolo de Muhammad V con la inscripción que dice: “A espadas y a la fuerza en Algeciras entraste abriendo una puerta antes cerrada”. / e.s.

Llegaron los petristas a la ciudad y allí esperaron a las galeras de Abu Inán que venían con las fuerzas necesarias para tomar posesión de Algeciras. Cuando las trece galeras meriníes hubieron atracado en el puerto, fueron asaltadas por sorpresa por los castellanos, siendo obligadas a levar anclas y salir a la bahía, Luego hicieron prisioneros a los que habían participado en el intento de la venta de la ciudad a los musulmanes conduciéndolos encadenados a Sevilla.

A mediados del mes de abril del año 1359 llegó el rey de Castilla al puerto de Algeciras con cuarenta galeras, ochenta naves, tres galeotas y cuatro leños, con el objetivo de preparar, en esa ciudad, su campaña contra el rey de Aragón. “Y el rey don Pedro -refiere la Crónica castellana- desde que partió de Sevilla con aquella flota fuese para Algeciras, y estuvo allí quince días esperando las galeras que el rey de Portugal enviaba en su ayuda, que aún no habían llegado: y tenía entonces las dos villas de Algeciras don Garci Fernández Manrique”. Transcurridas dos semanas, el rey partió para Cartagena sin que se le unieran las galeras portuguesas.

Unos meses más tarde, en agosto, envió el rey don Pedro veinte galeras a Algeciras, mandadas por Garci Álvarez de Toledo y Martín Yáñez (que fue nombrado alcaide y gobernador de las atarazanas de la ciudad), para que esperasen en este puerto a doce galeras venecianas, aliadas de su enemigo el rey de Aragón, que, procedentes de Flandes, debían cruzar el Estrecho en el viaje de retorno a Venecia.

Pero como las naves italianas navegaron cerca de la costa marroquí, las galeras castellanas, que estaban fondeadas en el puerto de Algeciras, no se apercibieron del paso de los venecianos hasta que éstos estuvieron cerca de Almería.

Un año después, Pedro I, haciendo en esta ocasión honor a su sobrenombre de Cruel, urdió un plan para matar a un caballero castellano llamado Gómez Carrillo, que sabía que se había pasado a las filas de su hermano Enrique de Trastámara. El monarca le ofreció, mediante un engaño, la gobernación de la ciudad de Algeciras que la tenía Garci Fernández Manrique. Aceptó Górnez Carrillo, sin recelar de las verdaderas intenciones del rey de Castilla, y embarcó en una galera, que había mandado armar el propio Pedro I, para dirigirse a Algeciras y tomar posesión del cargo prometido. Pero, cuando se encontraba en alta mar, el patrón de la galera mató al confiado Carrillo, le cortó la cabeza para llevarla a Sevilla y presentársela a Pedro I y arrojó el resto del cuerpo al mar.

La estabilidad de Algeciras, ciudad fronteriza situada a escasa distancia de los territorios granadinos y meriníes y con un concejo sometido a las presiones y violencias propias de cualquier guerra civil, se hallaba en continua y peligrosa precariedad. Dependiendo de los mudables cruces de alianzas entre los seguidores de Pedro I y del conde de Trastámara con el sultán de Granada y el emir de Marruecos y del crónico desabastecimiento y el escaso flujo repoblador que la ciudad padecía, la amenaza de una invasión proveniente del bando musulmán fue algo que paralizó durante décadas el desarrollo de este puerto y la posibilidad de convertirse en el centro político, religioso y militar de la frontera suroccidental, como había deseado el rey Alfonso XI.

En el mes de octubre del año 1369, el sultán Muhammad V de Granada puso cerco a la ciudad y la tomó tan solo tres días después de iniciado el asedio. El ciclo histórico de la Algeciras cristiana había llegado a su fin.

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