Obituario

Muere en Madrid Juan Guerrero, un especial de pura cepa

  • El que fuera propietario del Mesón Algeciras de Madrid fue un ejemplo de dedicación a difundir la mejor imagen de su pueblo 

De izquierda a derecha, Carlos Vergara, Alberto Pérez de Vargas,  Juan Guerrero, José María Lucena y Sergio González, en el Mesón 1990

De izquierda a derecha, Carlos Vergara, Alberto Pérez de Vargas, Juan Guerrero, José María Lucena y Sergio González, en el Mesón 1990 / e.s.

Hace unas pocas horas, al filo de la medianoche del viernes, fallecía Juan Guerrero en Pinto, un pueblo cercano a Madrid en la carretera de Andalucía. Con él se va una densa historia de dedicación a difundir la mejor imagen de su pueblo, Algeciras.

Escribo a unos minutos de su marcha, con la emoción de saber que se ha ido definitivamente y con la seguridad de que desde el cielo seguirá pensando en su tierra y en sus gentes, viendo el modo de ayudar y de hacérselo pasar bien, como siempre hizo, a sus paisanos.

La historia de Juan reducida al Mesón Algeciras, es larga y riquísima, no siendo sin embargo más que una pequeña parte de su biografía. Pertenecía a esa generación de la posguerra que he asociado a la personalidad del cronista Luis Alberto del Castillo.

Empezó en el Instituto a poco de arrancar la década de los cincuenta y tuvo que abandonar enseguida los estudios para sustituir a su padre, enfermo, camarero del Bar Miramar, en la acera de la Marina. Tenía catorce o quince años cuando se puso la corbata de palomita negra y la chaquetilla blanca para atender a los clientes que se detenían a la espera del barco, del tren o de los autobuses que se alineaban un poco más allá del Marina Victoria.

Su carrera profesional se desarrolló en establecimientos de prestigio, particularmente en el hotel Sotogrande. Los conflictos habidos en la hostelería en los años setenta, le obligaron a dejar el Campo de Gibraltar para trabajar en un bingo en Madrid cuando ya estaba casado y tenía tres hijos pequeños. Con unos ahorros y la ayuda de algunos amigos consiguió establecerse por su cuenta, alquilando un pequeño local en el barrio de Tetuán, no lejos de Cuatro Caminos, en una zona llamada Estrecho y cerca de una plaza dedicada a la Virgen del Carmen. Allá en el número seis de la calle Juan del Risco, montó su negocio, un mesón al que le dio el nombre tan querido y añorado de Algeciras.

Durante unos cuantos lustros, el Mesón fue un lugar de encuentro para la gente del Campo de Gibraltar que vivía o pasaba por Madrid. Juan y su mujer, Amelia, de Setenil de las Bodegas, y cuando buenamente podían echar una mano, Juanito, Francisco y Patricia atendían el servicio en el más puro estilo de estas tierras. El buen vino de Jerez mandaba y la excelente cocina acabó por constituirse en referencia.

Muy pronto adquirió una popularidad extraordinaria que culminó con la aparición en escena de Ignacio Villaverde. A lo largo de una década, la calle Juan del Risco acogía una erizada en época de carnaval. Ignacio se encargaba de proporcionar los erizos, el pan y el vino trasportados desde Tarifa e incluso de ayudar al grupo, chirigota o comparsa, cuyos componentes se prestaran a la aventura.

La zona se cerraba al tráfico un domingo, se montaba un escenario para las actuaciones y un centenar de paisanos se trasladaban desde Algeciras para participar en la fiesta. La visita de la pastorada de la Peña Miguelín, fue un acontecimiento sólo comparable al desplazamiento en bicicleta que desde Algeciras realizaron unos cuantos miembros de la Unión Ciclista Algecireña.

A las erizadas acudían autoridades municipales de Madrid y de Algeciras, se entregaban reconocimientos y nada podía diferenciar el escenario del de cualquier barriada algecireña en carnaval. Radio Nacional de España y la Cadena SER retransmitían en directo la erizada, ya institucionalizada, del Mesón Algeciras de Madrid. Reservaremos unos cuantos espacios del Campo Chico para contarlo.

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