Historias de Algeciras

Un héroe de Trafalgar en Algeciras (I)

  • Carlos III firma con Francia en 1779 un tratado ofensivo y defensivo que le obliga a declarar la guerra a Inglaterra

  • Gravina es ascendido y destinado a la recién segregada localidad algecireña 

Gibraltar, en el siglo XVIII.

Gibraltar, en el siglo XVIII. / E.S.

Aquel año de 1756 fue de especial trascendencia para nuestra ciudad. Con una población aproximada a los mil vecinos, y con un caserío compuesto de 638 viviendas, el nuevo consistorio creado el año anterior seguía haciendo frente a la pugna administrativa que mantenía contra el hermano municipio de San Roque desde que la corona decidió por la Real Resolución 6 de septiembre de 1755 admitir la segregación de los que serían nuevos municipios de Los Barrios y Algeciras.

Aquella aún no asimilada nueva situación administrativa, territorial y jurisdiccional, generaba una confusión competencial que llegaba a perjudicar al rico y extenso patrimonio natural repartido entre los nuevos términos creados. En unas de aquellas sesiones del novísimo Ayuntamiento algecireño, se recogería en acta "la necesidad de conservar los montes [...] de su jurisdicción amenazados de total ruina, no solo por las licencias concedidas por los jueces para hacer carbón, sino también por las repetidas talas que se ejecutaban por los asentistas de Ceuta [...] se acordó la mediación de S.M.".

Y es que no solo el cabildo de San Roque tenía que adaptarse a la nueva situación, también otros como el ceutí, debía admitir y asumir la presencia de los novedosos cabildos constituidos a este lado del Estrecho. Aquel verano de 1756 se intentaba profundizar en la segregación concedida y desarrollar un plan de gobierno por el que se debía poner orden al funcionamiento de las nuevas poblaciones. Destacando entre otros apartados: elección de regidores, procuradores, síndicos y alguacil mayor de los nuevos consejos; conseguir el importante acceso a las actas custodiadas por el cabildo sanroqueño; formar parte Junta de Caudales Públicos presididas por el Comandante General del Campo; o cualquier otra medida que facilitará la puesta en marcha de los nuevos consistorios.

Todos estos hechos acontecían en nuestra ciudad en aquel año de 1756, dos meses después de solicitada la reseñada mediación real, cuando en la isla de Sicilia y más concretamente en la ciudad de Palermo, el 12 de septiembre de aquel año de intento de normalización administrativa para nuestra ciudad en su nueva etapa institucional, nació un niño al que se le impuso por nombre Federico Carlos. El neonato era hijo de dos grandes de España, siendo sus padres: Juan Gravina y Moncada, príncipe de Montebago, y Leonor de Nápoli Monteaperto. Aquel joven creció en la homérica isla corriendo por entre los pasillos de los palacios levantados durante la época de gran influencia española; ingresando años después y cuando la edad lo permitió en el exigente colegio Clementino de Roma, donde adquiriría una gran formación académica.

Mientras aquel joven de noble cuna proseguía con su esmerada educación, en nuestra ciudad, además de los importantes hechos institucionales que generaba la nueva situación de independencia municipal, también se desarrollaba una vida de gran rutina y cotidianidad, como cuando la algecireña: “Josefa López de Alustante, viuda que fue de Francisco de Casas, arrendó las caballerizas de tierras de labor, conocidas como Lomas del Alcayde, propias de la Capellanía que poseía D. Luis Varela por el plazo de cuatro años y empezará a correr por la sementera que vendrá en este presente en precio de 25 fanegas de trigo que se ha de obligar a pagar por Stª María en Agosto del próximo año venidero, [...] siendo el arrendatario Dn Luís Antonio de Barela, vecino de la ciudad de Málaga”.

También y por aquellos días coincidentes con el transcurrir de la infancia del pequeño Federico Gravina, falleció la vecina de nuestra ciudad: “Apolonia Montanera, natural de Palma de Mallorca, viuda que fue en segundas nupcias de Lorenzo Ruiz; siéndolo en primera de Miguel López, ambos vecinos de Algeciras [...] cumpliéndose su voluntad de que su cuerpo fuera revestido con mortaja de bayeta blanca a imitación del sagrado hábito de Nuestra Señora del Carmen y sepultado en la Yglesia Parroquial de Nuestra Señora de la Palma con la calidad de entierro que me corresponde como hermana que declaró ser del Santísimo Rosario; siéndolo también de la Virgen del Pilar y Monserrat”. O el arrendamiento del molino que llaman de Los Tomatis: “Propiedad de Juan Moreno a Alejandro Rapallo vecino de esta [...] por un periodo de tres años que empezaron a correr desde el primero de enero pasado y cumplirán el último de diciembre venidero [...] se ha de obligar a pagar en cada mes del mismo que recogiere de maquilas (pago o porción que corresponde al molinero por molienda) en precio y renta de diez fanegas de trigo”. Y por último, el importante legado que dejó a su hija Ana Páez, la difunta Ysabel de Herrera: “Viuda que fue de Pedro Paez, quienes adquirieron una casita en la calle Alta, lindando con el Presbítero Francisco Traviezo y con Miguel de Robles, soldado Escopetero de la Compañía de Getares”.

De regreso a los primeros años del niño Federico Carlos Gravina de Nápoli, comentar que, mientras él recibía tan elitista formación, su padre mantenía muy estrechas relaciones con la familia real española desde que acompañado al futuro Carlos III para ceñirse la corona de España, cuando este tan solo ostentaba la del pequeño reino napolitano. Su cercanía con la importante figura del rey, le permitió al padre de Federico, solicitar y obtener la nacionalidad española como un gesto de gracia. Tras cumplir 19 años, el joven Federico abandonó el prestigioso colegio romano. Aquel centro había sido instituido por el Papa Clemente VIII para forjar la educación de los infantes hijos de la nobleza europea. El año de 1775 sería una fecha que marcaría el devenir futuro del joven Federico, quién para entonces contaba con 19 años; solicitándole su padre el ingreso en la Real Armada Española e incorporándose con el grado de guardiamarina una vez aceptada su petición.

Y mientras el joven cadete Gravina comenzaba su formación en la Armada Española, en nuestra ciudad aquel año, también acontecieron otros hechos como por ejemplo la finalización de un expediente que había comenzado meses antes, y que demostraba que la independencia administrativa del cabildo de San Roque, aún no era totalmente efectiva: “Hice presente unos autos y diligencias practicadas a solicitar de Francisco Uget, exponiendo haber nacido en la Población de Algeciras donde se estableció su padre desde el año de 1733; que era natural de Cataluña en donde tiene dos casas y bienes raíces, pidiendo se le reconociese por vecino y así se había proveído por Su Señoría el Sr. Corregidor mandando se hiciese presente con los demás que de dicho expediente consta. La Ciudad en inteligencia de todo y no siendo lo justo de la Providencia de dicho Sr. Su Corregidor, desde luego reconoce por vecino á el dicho Francisco Uget con el goce de privilegios y obligaciones de cargas y se le dará testimonio para que le sirva de título y guarda de su derecho”. Y mientras tanto el vecino de Algeciras, es reconocido como tal por el sanroqueño consejo, el joven guardiamarina Gravina prosigue con su formación.

Al mismo tiempo que Federico se ejercita en el seguimiento del rumbo a través de las estrellas o la manipulación de complejos útiles como el astrolabio, en nuestra ciudad los propietarios de los viñedos ubicados en la Dehesa de la Punta (Getares) demuestran gran interés, tal vez para evitar el pago de algún impuesto, en clarificar documentalmente que: “Los terrenos dedicados al cultivo de la vid, eran Propios de los fondos Públicos de la ciudad de Gibraltar y que se destinaron a plantíos de viñas en virtud de un Despacho del Consejo de Castilla”.

Así mismo y en aquel año de comienzo de la marina formación de Gravina, y mientras los hacendados de Getares pretenden dejar bien aclarado la pública propiedad de los terrenos que cultivan en una precariedad que se mantendrá en el tiempo hasta el reparto que se producirá durante el Trienio Liberal -casi 50 años más tarde-, en nuestra ciudad y que por aquel entonces se convierte en un importante enclave militar y por tanto generadora para hacer negocios: “El coste del abasto de paja para toda la tropa de Caballería [...] en el año de 1775 se estableció en 7 1/4 de 28 maravedíes de vellón la arroba @ (arrobas), mientras que el precio del rastrojo para rellenar los jergones en los que dormía la tropa alcanzó el precio de 1 real y 3 cuartillos por arroba @, el proveedor, años atrás se comprometió á comprar 10.000 @ de rastrojos”. Dentro del mismo contexto: “El asiento de mula de tiro y acémilas de carga para el Real Parque de Artillería fue rematado por José Ferrater, barcelonés residente en Algeciras, con la promesa de aprontar 366 mulas de tiro y 400 de carga de 10 á 11 arrobas, y sus jornadas serían de 6 á 7 leguas. Cobrando de jornal diariamente por cada mula de tiro 18 rv y por cada acémila 6 rv".

Aquella situación prebélica permanente contra el inglés que hacía posible la presencia en la zona de un importante contingente desde 1704, obligaba a la también presencia de importantes cargos de la Administración en nuestra ciudad, como por ejemplo, el también vecino de Algeciras Santiago Coromina, asentista de S.M. quién tras gestionar en nombre de la corona, hizo constar documentalmente: “La Real Hacienda le debe el importe de 304.690 sacos de tierra que había elaborado para los Reales Ejércitos”. También y durante aquel primer inicio de la carrera como marino de Gravina, los algecireños integrados en la Milicia Local, dado su carácter patriótico y solidario para con el Ejército, solicitaron: “Se armasen 250 hombre para cubrir el hueco dejado por la guarnición de la ciudad que fue trasladada al norte de África donde se mantenían hostilidades con los marroquíes”.

De vueltas al inicio del marino recorrido del que fuera con el tiempo admirado militar, comentar que impulsado por su afán de embarcar lo antes posible solicitó se le examinara ante el tribunal preceptivo y compuesto por profesores en matemáticas, geografía, cosmografía y maniobras. Un año más tarde ascendió al grado de alférez de fragata, embarcando en el Santa Clara, su primer navío; marchando hasta las posesiones americanas que estaban en disputa con el reino de Portugal, fiel aliado de Inglaterra. Rumbo sur llegó hasta la desembocadura del río de la Plata, donde el Santa Clara naufragó falleciendo gran parte de su dotación, salvándose milagrosamente de aquella tragedia el alférez Gravina. Superado el trance embarcó nuevamente; pero esta vez en el San Dámaso, con el que regresó a España y fue ascendido a alférez de fragata. Destinado en Cartagena, se le ordenó patrullar y combatir contra los piratas argelinos en los llamados jabeques de Barceló, escuadrilla compuesta por los barcos: Gamo, Catalán y Pilar; de tres palos y velas latinas cada uno y que continuamente patrullaban el Mediterráneo.

En 1779 y generada por la cambiante política de las tres grandes naciones marítimas de la época: Inglaterra, Francia y España, se produjo el cambio de destino del alférez de navío de 23 años Federico Gravina. Aquel último año de la década de los setenta del Siglo de las Luces, Carlos III firma con Francia un tratado ofensivo y defensivo que le obliga a declarar la guerra a Inglaterra, con el deseo de que a través de dicho instrumento diplomático y militar, poder reconquistar Gibraltar y Menorca. Para cuando comenzó el bloqueo de la cercana posesión británica al otro lado de la bahía, Gravina había sido ascendido a teniente de fragata, asumiendo el mando accidental del jabeque San Luis. Algeciras sería su destino.

Continuará

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