La Feria más allá del cacharrito y la caseta
Feria Real de Algeciras 2025
Una ruta diferente por la feria, con paradas alternativas para comer, tomar algo o probar suerte para conseguir un peluche
Galería: Búscate en las fotos del viernes en la Feria de Algeciras
Entre botellones estratégicos, cenas improvisadas y bares con encanto, existe una ruta alternativa en la Feria Real de Algeciras que muchos jóvenes —y no tan jóvenes— recorren cada año, ya sea como antesala o como plan paralelo al clásico de casetas y cacharritos.
Para una importante parte de la juventud, la primera parada de la feria no está dentro del recinto, sino en un lugar ya convertido en clásico: el botellón. El Ayuntamiento de Algeciras ha habilitado este año una zona en Magallanes donde la Policía Local vigila para evitar incidentes. El motivo es claro: escapar de los elevados precios de las casetas. “Así gastamos menos en la feria. Además, aquí podemos charlar antes, las casetas son para bailar”, cuenta Silvia, mientras espera a sus amigas con una copa en la mano y ganas de pasarlo bien.
Seguimos la ruta. De camino al recinto ferial, hacemos una parada en el kiosco Las Rubias. Tras el mostrador está Alba, aunque al teléfono nos atiende su jefa, Maru. Estos días son claves para ellas: es cuando más venden. Los refrescos y el hielo se agotan, y muchos jóvenes optan por cenar allí con una pizza económica antes de lanzarse a la fiesta. “El domingo rociero hicimos un arroz para todo el que se acercase”, cuenta Maru, volcada con la feria. Este año se han puesto muy flamencas: una muñeca vestida de gitana preside el kiosco (regalo de su sobrina) y abanicos de papel que entregan a sus clientes para aliviar el calor.
La siguiente parada es el bar-cafetería El Juzgado. Un gran cartel anuncia jarras de rebujito a cinco euros. No es casualidad que vendan alrededor de 120 al día. El lugar se llena de quienes buscan buena comida y precios más amables que los del ferial. “Vienen por la calidad, el precio, la ubicación y, por qué no decirlo, por nuestra simpatía. Lo tenemos todo”, afirma Rafael Paredes, uno de los camareros. Allí no paran de salir platos: pescaíto frito, flamenquines, carrillada… y por la noche, pinchitos.
Ya con ambiente de feria, nos acercamos al recinto. Justo al otro lado de la calle Volantes, frente al bullicio, se encuentra Kiss, mítico pub de la ciudad. Julián Herrera, uno de sus propietarios, destaca que sus precios se mantienen todo el año, también en feria. Bajo la sombra de los árboles, se reúnen clientes fieles y nuevos feriantes que convierten su terraza en una caseta improvisada. “Tenemos menos marcas de cerveza esta semana, menos bocadillos… el resto del año ofrecemos más cosas”, comenta Julián quien invita a quienes les descubren esta semana a volver.
Ya dentro del recinto ferial, comprobamos que no todo son casetas y atracciones. Hay quienes prefieren cenar en la zona alta, donde se encuentra un clásico: la Hamburguesería Uranga. Desde 1977, este food truck, como ahora se le llama a las camionetas itinerantes, ofrece bocadillos y hamburguesas con sabor a tradición. Su primer servicio fue precisamente aquí, en Algeciras, hace 48 años. La calidad es su seña de identidad. “Trabajamos con una cárnica que solo hace las hamburguesas para nosotros, con la calidad que exigimos. Todo es producto nacional, salvo los nuggets, que vienen de Italia”, explica Fernando, uno de los trabajadores, con orgullo. Puede que no sean los más baratos, pero sí los más auténticos.
Con el estómago lleno, toca diversión. Las tómbolas nos esperan para probar suerte. El tiro de dardos a los globos continúa siendo de los favoritos y este año los peluches más reclamados son los de Stitch y los capybaras, como nos cuenta María La Taruga. El público se reparte entre padres con sus hijos y novios intentando conquistar con un peluche. “La cosa este año está chunguilla. La vida está más cara y la gente viene menos a la feria”, reconoce María, mientras infla los globos.
Nuestra ruta termina, aunque tal vez hagamos una última parada para redondear con alguna compra en los puestos o un helado del Gulus. Porque, al final, la feria es eso: un abanico de planes donde cada uno encuentra su sitio. Desde quienes no se pierden una caseta ni un cacharrito, hasta quienes hacen del botellón, el kiosco de siempre o la hamburguesa nocturna su propia tradición.
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