Domingo por Sevillanas: el corazón flamenco de la Feria Real de Algeciras late con más fuerza
Volantes, peinetas, jinetes, rebujito y sevillanas marcan el ritmo del día más familiar de la Feria Real, en una jornada con misa rociera, paseo de caballos, premios ganaderos y casetas llenas desde el mediodía hasta bien entrada la madrugada
Algeciras recibe a la Feria del 175º aniversario con la mayor cabalgata de su historia

Algeciras/A la Feria Real de Algeciras le ha llegado su jornada más costumbrista, más colorida, más nuestra. Es domingo por sevillanas, también llamado domingo rociero, y el recinto ferial se ha desperezado con la misa de la Hermandad del Rocío y se despide, ya entrada la madrugada, con el eco de las palmas, los vivas y los taconeos. El Parque Feria se viste con sus mejores galas: los volantes, las peinetas, las flores en el pelo, las camisas blancas con fajín y los sombreros cordobeses se adueñan de las calles Volantes y Farolillos, donde comienza el desfile ecuestre y humano que da identidad a este día.
Como una ceremonia que se repite cada año con el fervor intacto, a media mañana han llegado los jinetes y las amazonas de las peñas caballistas El Caballo y El Estribo. Caballos enjaezados, riendas cortas, pasos medidos. Todo el sabor de la tradición andaluza al paso. Las sillas de enea ya se han ocupado en las casetas, los grupos de familiares se han reencontrado y el ambiente de misa se ha transformado en música. En sevillanas. En jaleo.

Hay quien ha venido directamente de la iglesia, todavía con el cuerpo embargado por el canto rociero, a dejarse llevar por la alegría. Hay quien ha reservado mesa en casetas desde hace semanas, como si fuera un restaurante de renombre. Porque el domingo por sevillanas no se improvisa: se prepara. La ropa, el peinado, el conjunto completo. Aquí el traje de flamenca no es solo indumentaria: es orgullo. Pasarela viva en la que desfilan lunares, lisos, bordados, encajes, colores pasteles y colores fuego. El ritmo lo marcan las jarras de rebujito que no paran de servirse y la música —en directo o enlatada— que no deja nunca de sonar.
A la hora del almuerzo, el recinto es otro: más lleno, más vibrante. Las casetas viven uno de sus días grandes. Los platos vuelan: jamón, tortilla, pimientos, cazón, montaditos. En cuanto se recoge la mesa, arranca el primer “¡vamos allá!” del día, con los primeros acordes que llaman a la pista de baile. En la Feria no hay solución de continuidad entre la comida y la fiesta.
A esa hora comienzan también a llegar los jóvenes: unos bajan desde el macrobotellón, autorizado en la explanada del antiguo cine Magallanes, otros vienen directos de la playa. Algunos han pasado la mañana en El Rinconcillo o Getares, y el bronceado reciente se mezcla con la brillantina del pelo engominado. La Feria es para todos. Y este domingo, más que nunca, es punto de encuentro.

Porque es también el día del reencuentro: hay quienes vuelven a Algeciras solo por vivir esta jornada. Algecireños que viven fuera y que cuadran sus vacaciones para no faltar a este día. Es el hilo invisible que los une con su ciudad. Una cita con los suyos. Una forma de decir “estoy en casa” entre sevillanas, abrazos y brindis.
A media tarde se entregan los premios de la Feria de Ganado. Un guiño a ese mundo rural que aún pervive, que convive con la urbe festiva. Mientras, las casetas siguen llenas, las actuaciones flamencas se suceden, el calor aprieta pero nadie se va. Algunos lo llaman jartibles, otros simplemente pasión. Los hay que ni paran a comer. Otros se van a cenar, reponen fuerzas y regresan. Pero la constante es la misma: hoy, nadie se quiere ir.

Y así, entre una letra de los Marismeños y otra de Ecos del Rocío, cae la tarde. La Feria adquiere ese tono dorado de las fotos que se guardan para siempre. Los niños siguen bailando, los mayores se entregan a la tertulia, y los que aún tengan cuerda volverán a intentarlo con otra sevillana más.
La Feria ya ha prendido del todo. Y en este domingo por sevillanas, lo ha hecho desde la raíz. Con alma. Con arte. Con esa manera de vivir que no se explica, se baila.
Porque en Algeciras, cuando empieza el baile, ya no hay quien pare la fiesta.
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