Campo Chico

Regina Laza y sus precedentes

  • El segundo apellido de Regina es el de un arquitecto algecireño formado en Madrid 

  • Pérez-Blanco y Modet fueron los autores del primen plan de desarrollo urbano de Algeciras, en los 80

Regina Laza, durante un reciente recital.

Regina Laza, durante un reciente recital. / Jorge del Águila

La actuación en Algeciras estos días, de esa joven mujer y extraordinaria violinista que es Regina Laza, no sólo pone de manifiesto el talento que anida en nuestros jóvenes paisanos, sino que, en éste y en otros casos, nos ayuda a ampliar el horizonte de los sentidos más allá del folclorismo y de la vulgaridad elevada de nivel con la que tan familiarizados estamos.

No ha mucho que di con una viñeta del gran artista hispano-argentino, Quino, Joaquín Salvador, en la que el dibujante pregunta a la entrañable Mafalda si practica algún deporte de riesgo y ella responde: “sí, a veces doy mi opinión”. Contar la verdad y opinar son tareas de riesgo. Lo son porque el respeto a los demás es escaso y porque la libertad es, para más ciudadanos de lo razonable, una palabra con la que ornar una frase o aderezar la demagogia en un discurso interesado. No es raro, ojalá lo fuera, llamar arte a propósitos de mediocres sustentos o llamar música a ruidos organizados. O llamar literatura a una retahíla más o menos larga de palabras concatenadas con alguna intención. Y hemos de prepararnos para distinguir el grano de la paja. Hay mucha paja en todas partes. También entre nosotros y por eso hay que opinar. Y ¡hombre! de vez en cuando nos aparecen paisanos que aunque no sean actores de espectáculos de consumo masivo, son para tenerlos en cuenta. Eso no resta sino que suma y da esplendor. Aun siendo una tarea de alto riesgo, opinar es un acto de libertad que debe ser protegido.

Seguramente Regina, ligada familiarmente a una saga de personas de gran relevancia, entre las que no sólo hay que detenerse en Regino Martínez, había tenido ocasión de mostrar su virtuosismo y conocimientos desde muy pequeña; no obstante, al menos yo no supe de ella hasta diciembre de 2013, cuando tenía diecinueve años y era ya una violinista excepcional. Actuó en AlCultura, una sociedad que aporta calidad y enriquece el acervo cultural de la comarca. AlCultura celebraba su cuarto cumpleaños. La capacidad para la interpretación musical e incluso para la composición es innata y, como ocurre con la lengua materna y también con las adquiridas, la familiarización con sus secretos es muy temprana.

El artista nace, está en quien lo es porque Dios le ha concedido ese don. Es evidente que Regina lo tiene y cabe celebrar la intuición que tuvieron sus padres para recordar en ella a su ascendiente de cuatro generaciones, un músico relevante que murió demasiado joven, un malhadado día de enero de 1901. Cuando un nuevo siglo que iba a traer muchos males, pandemias y guerras terribles, dejaba atrás unos años de infortunios. Ese pequeño tramo de la calle Ancha, de la que la casa de Regino es el número 31, ha soportado inmutable años de desmantelamiento urbano y ha recibido como premio que la inolvidable Palma Real haya caído en buenas manos. El Violinista es un detalle de buen gusto y un brindis a lo mejor de nuestra hostelería.

El segundo apellido de Regina, Pérez-Blanco, es el de un importante arquitecto algecireño formado en la Escuela de Arquitectura de la Universidad Politécnica de Madrid, institución prestigiosa, sobre todo en la época en que estudió nuestro paisano. Le conocí cuando yo era un adolescente y me sentía atraído por la arquitectura. Entonces, para ingresar en la Escuela, había que completar los dos primeros cursos de la licenciatura en Matemáticas (antes Exactas) y superar un fuerte examen de ingreso en el que el dibujo lineal, el artístico y la geometría descriptiva desempeñaban un papel fundamental. Eso hacía que los que no ingresaban se convirtieran en matemáticos. Siempre he pensado que si yo hubiese tenido cualidades, tal vez habría estudiado arquitectura. El caso es que tuve compañeros que fueron magníficos arquitectos y eso me habituó a sentir por la arquitectura una especial admiración, ya bastante satisfecha por el hecho de que mi hija Isabel sea también arquitecta por la Universidad Politécnica de Madrid.

Cuando yo estudiaba en el Instituto, Pedro Pérez-Blanco Martínez (el Martínez de Regino), venía de vacaciones a Algeciras y coincidíamos alguna vez en el inalterable paseo de la calle Ancha, donde él vivía con sus ascendientes, en aquellos ires y venires al atardecer de los veranos, antes de que decidiésemos si íbamos al cine Sevilla o al Delicias o al Avenida; o a cualquier otro más alejado del centro.

Ya cerca de que termináramos ambos la carrera (la de arquitectura llevaba mucho más tiempo que la de matemáticas), en 1962, Pedro llevó a término su proyecto para los salones parroquiales de la Palma, en la fachada sur del complejo parroquial, que provocó la cualificación de protegido por la ley de Patrimonio Histórico de Andalucía. Se trataba de una edificación del estilo llamado “brutalista” (hormigón en bruto y ladrillo, y bóvedas tabicadas), en la línea estilística del celebrado arquitecto franco-suizo Le Corbusier. Reformas posteriores han afectado a la baja, la alta consideración inicial del Patrimonio para el edificio. Ya después, Pérez-Blanco, que falleció en plena feria de Algeciras, en 2017, en su calidad de urbanista contribuyó a la puesta en valor de algunos tramos de las deterioradas murallas medievales y en la rehabilitación del Saladillo y La Piñera.

Perez Blanco con la alcaldesa accidental Carmen Mayordomo, en 2010. Perez Blanco con la alcaldesa accidental Carmen Mayordomo, en 2010.

Perez Blanco con la alcaldesa accidental Carmen Mayordomo, en 2010.

Pérez-Blanco y el arquitecto sanroqueño Luis Modet, fueron los autores del primer plan de desarrollo urbano de Algeciras, en los años ochenta, que significaría para el algecireño su incorporación a la ciudad donde ya en adelante participó en numerosa actuaciones. Tal vez sea de destacar entre ellas, el espléndido edificio del Centro Documental “José Luis Cano” de cuyo proyecto fue el autor. Cuando el día 6 de agosto de 2010 se presentó, era Carmen Mayordomo, de Izquierda Unida, la alcaldesa accidental, concejal de la formación coaligada con el PSOE. El PSOE estaba atravesando una de sus crisis más notables, con el clan de Alcalá enredando por doquier. Diego Sánchez Rull, presidía inmediatamente antes el Consistorio, después de la sonada dimisión de Tomás Herrera Hormigo que, a su vez, llegaría a esa presidencia por otra dimisión, la de Juan Antonio Palacios Escobar. Herrera entró en escena como actor secundario, de la mano de Palacios y sin que nadie hubiera podido intuirlo. Fue de todo, hasta Subdelegado de la Junta y, de la noche al día, salió de escena tal como llegó, apartando las cortinas y dando la sorpresa a los espectadores. El caótico comportamiento del PSOE con el toma y daca de sus protagonismos internos, animaría al electorado a dar uno de sus bandazos; en las municipales de 2011, con una abstención cercana al 50%, el PP barrió y surgió un nuevo primer actor que aún se mantiene en candelero: José Ignacio Landaluce.

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