Barrios, barriadas y distritos (y IV)
Campo Chico
Un libro de la Diputación pudo inspirar el nombre de Barrio de la Caridad para una parte del casco histórico, redactado por profesionales que no parece que estén familiarizados con Algeciras
Barrios, barriadas y distritos (III)
Algeciras/La existencia de esa zona aneja al hospital civil y a su capilla, la iglesia de San Antón, está históricamente ligada a la repoblación de Algeciras en los primeros años del siglo XVIII. Antón es la popularización de Antonio Abad o Antonio el Eremita, santo venerado por diferentes corrientes del cristianismo. Su elección como titular de esa pequeña iglesia -que sería parroquia de Nuestra Señora del Carmen en 1934, en plena República, cuando la religiosidad popular se había refugiado en sí misma- es un tanto inescrutable. El santo es reconocido por la iglesia católica como fundador de la tradición monacal que supone la soledad y el recogimiento de las personas consagradas a la oración y al retiro. Fue, no obstante, un eremita al que se relaciona con los animales en algunos de los pasajes de su vida. Muy recurrido por la pintura de inspiración religiosa, destaca con mucho el muy famoso cuadro de Zurbarán, el artista de origen extremeño afincado en Sevilla que puede considerarse como el pintor de santos por excelencia. Pero no sólo Zurbarán, también su contemporáneo Velázquez dedicó uno de sus cuadros más espectaculares al santo egipcio del que cuenta San Jerónimo que cuando fue a visitar a Pablo el ermitaño, el cuervo que alimentaba a este con un pan cada día, tuvo la deferencia de llevar otro al visitante.
La plaza de Juan de Lima, a la que se aludía alguna vez, a modo genérico, en términos del nombre que se da al hospital e incluso a la iglesia, es un elemento urbano de referencia hoy desfigurado por mor de la pérdida de protagonismo comercial de sus aledaños y, sobre todo, por haber dejado de ser una de las puertas de acceso al casco histórico. La antigua Puerta de Tarifa, de la época andalusí, estaba por ahí, sobre la muralla que seguía más o menos el trazado del Secano. Precisamente en el Patio del Loro, hoy convertido en solar, frente a la Vinícola, medianera con el popular bar Ali-Oli o de Correos –un lugar digno de ser conocido–, se localizaron restos de esa especie de escudo urbano que era la muralla medieval cuyas piezas, por cierto, se utilizaron en la construcción del hospital y de la capilla. Investigaciones llevadas a cabo por Juan Ignacio de Vicente y Mercedes Ojeda permitieron señalar el Día de Algeciras tomando el 6 de diciembre como tal por la fecha de 1755 en la que se constituyó el nuevo Ayuntamiento desligado de su ubicación en el término de San Roque. La asociación sociocultural RecreArte tuvo la iniciativa de celebrarlo por primera vez, no con la debida concurrencia, en el marco de la plaza Juan de Lima en el año 2023 con la colaboración personal de Juan Ignacio de Vicente y la de Aepa 2015.
La gran apertura de la ciudad al acceso desde la carretera general, en el tramo de Cádiz a Málaga, la localización en sus proximidades de los dos colegios por excelencia de Algeciras, el de los salesianos y el de las monjas, la proximidad de la estación de ferrocarril y la del propio hospital civil han creado un ambiente favorable a la importancia de esa plaza en la que se ubicaba la posada de San Antonio que no sólo servía de estancia a carros y a viajeros, sino que además era la parada de diligencias y después de autobuses para viajar a localidades no demasiado lejanas. En un lateral de la posada, ya en la calle Tarifa, nervio comercial y de acceso a la ciudad que se prolongaba hasta la plaza, el Café de Juan Serrano ofrecía unos espléndidos salones para aligerar la espera. Se trataba de un establecimiento que desempeñaba respecto de la posada y de las improvisadas paradas un papel semejante al Plata (La Plata) que, situado en la esquina este de la calle Convento con la Plaza Alta, era en la práctica el bar del Casino. Curiosamente, Nicolás, el hijo del legendario barman del mismo nombre que gerenció el Plata, tuvo en el edificio de enfrente del bar de Juan Serrano, el de los azulejos blancos, un pequeño negocio de papelería y venta de periódicos y revistas.
La calle Tarifa era un hervidero de tiendas y establecimientos de todos los tamaños. Como sus paralelas, la calle de las Huertas y la calle Panadería, y el tramo sur de la calle Larga hoy fraccionado en tres nombres: Emilio Santacana, Monet y Duque de Almodóvar. Muchas de las tiendas-casas de estraperlo alternaban sus presencias con ferreterías, relojerías, droguerías, zapaterías y tejidos, desaparecidas todas por obra y gracia de las grandes superficies, entre otras causas. Ese espléndido establecimiento de hostelería que es La Casita es como El Álamo, aquel fuerte texano fundado sobre una Misión española que resistió a los ejércitos mexicanos mandados por el general Santa Anna. Su ubicación en la calle Tarifa es casi heroica. Como lo son la Academia de Peluquería de ese matrimonio mágico que componen Paco Ocaña y Amalia y los bares que pueblan la calle Panadería. Precisamente, en la conjunción de esta con las calles Larga y Prim aparecía plantado el pequeño y memorable Kiosco Moya. Y en la acera, delante de La Giralda, una destilería del grupo La Bahía que competía con la de los Santacana. La cervecería Universal, en una de las esquinas, Tejidos Millán y la Confitería La Rosita en la otra, las ferreterías El Candado y La Llave y el señorial El Escudo de Madrid, conocido por Los Ratones, se anticipaban a la histórica Farmacia Almagro que como La Casita, ahí está a modo de homenaje al buen gusto y a nuestro pasado inmediato.
El libro de la Diputación citado a efectos de la inspiración que pudo producir la idea de adoptar el nombre de Barrio de la Caridad para una buena parte del casco histórico, titulado Algeciras y de la serie “Los pueblos de la provincia de Cádiz”, publicado en 1983, es un libro redactado por un equipo bajo la supervisión de otro de coordinadores. No parece que ninguno de ellos, de este o de aquel, dedicados a tareas diversas, desde la arqueología a la biblioteconomía, esté familiarizado en términos de cercanía intelectual o física con Algeciras y sí que el libro es de encargo, abordado de oficio. Como coordinador de Historia Contemporánea, que es el apartado en que cabe situar el texto, figura José Luis Millán Chivite, ya fallecido, navarro de nacimiento y profesor de la Universidad de Cádiz. Sus trabajos se refieren a circunstancias y localizaciones diversas. Entre ellos no figura el libro sobre Algeciras y sí uno consagrado a Villaluenga del Rosario, pueblo de la sierra de Grazalema donde se elabora el famoso queso payoyo, cuyo nombre deriva de su gentilicio. Esta misma circunstancia se repite en otros casos en los que el redactor aparece ligado a alguna otra localidad gaditana, por ejemplo a La Línea. Ello despeja cualquier duda sobre las características de estas publicaciones de encargo, cuya elaboración se aborda desde una óptica profesional, más o menos rigurosa, muy alejada de cualquier conocimiento cercano a la sociedad a la que se refiere, carente por añadidura de cualquier sentimiento de proximidad o arraigo.
En el libro Algeciras (pág. 73) aparece el siguiente párrafo: “Sobre la vida cotidiana de la ciudad digamos que según el padrón general de 16 de abril de 1838, ordenado por la ley de 2 de noviembre de 1837, la ciudad que estaba dividida en cuatro grandes barrios, presentaba el siguiente censo”; y añade un cuadro de supuestos “barrios” con los siguientes nombres: La Merced, Europa, San Isidro, La Caridad, Extramuros Villa Vieja y Afueras en General. Sobre un total de 13.963 vecinos, los distribuye, respectivamente, en 1.621, 3.073, 2.915, 5.628, 225, y 485 añadiendo un “Pliego Adicional” (¿?) con 16. Los autores no advierten que están hablando de distritos censales y no de barrios que es, como puse de manifiesto al principio de estas crónicas, algo completamente distinto. Insisto: el barrio es un concepto ligado a la socialización que se genera espontáneamente en una zona determinada de la población, normalmente ajena al casco histórico, y se consolida con el tiempo. Distrito es una definición burocrática zonal establecida temporalmente con algún objetivo de carácter administrativo.
Una vez puesto de manifiesto el importante error de manejar como sinónimos los conceptos “barrio” y “distrito”, conviene que observemos que, de añadido, el pretendido Barrio de la Caridad, diseñado y delimitado con fines administrativos –lo que ya es un ejercicio equívoco–, es mucho más extenso que el aludido en el libro de la Diputación. Nada dicen los redactores de lo acogido en cada “barrio”, pero es de suponer que Europa señala al entorno de la Capillita y que San Isidro lo hace con el del barrio (ahora sí) de San Isidro, una buena parte de los cuales está comprendida en el proyecto municipal actual. Si bien sería tarea ímproba el tratar de localizar una publicación del padrón general citado en el libro (de abril de 1838), por las fechas cabe suponer que estuvo relacionado con la convocatoria electoral de julio de 1839 derivada de la promulgación de la Constitución de 1837; un tiempo alborotado de la política española en el que no debieran extrañar la improvisación y el desorden administrativo. Si bien hay fundadas sospechas de que este libro ha tenido mucho que ver en la elección del nombre para más de la mitad sur del espacio urbano que constituye el centro histórico de Algeciras.
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