Las actividades marítimo-portuarias durante la regencia de María Cristina de Borbón (I)
Instituto de Estudios Campogibraltareños
La compraventa de embarcaciones y el contrabando de productos debido a la cercanía con Gibraltar eran los negocios destacados de la época
El periodo de la regencia de María Cristina de Borbón, viuda de Fernando VII y madre de la futura reina Isabel II de España, ocupa los años comprendidos entre 1833 y 1840. En estos, la revolución liberal burguesa continuó, con grandes dificultades, su proceso de desarrollo en España, produciéndose la transición desde un modelo político absolutista hacia otro liberal burgués.
Serán años difíciles en los que se irá desmantelando el modelo económico y social del Antiguo Régimen, años de conflictividad política y social en los que España, en lo que a aspectos económicos y sociales se refiere, permanecerá todavía anclada en el modelo de la etapa anterior, a pesar de los intentos de reforma.
Por esos años Algeciras contaba con una población que oscilaba en torno a los 15.000 habitantes. La ciudad continuaba creciendo lentamente: al norte se iniciaban las obras de lo que sería el futuro Paseo de Cristina en las tierras del cortijo de El Calvario, que fueron propias de la familia Bálsamo, al sur, en la Villa Vieja, el Ayuntamiento repartía parcelas para levantar casas y huertos, por el oeste se ocupaban las tierras próximas a los restos de murallas medievales que se asomaban al Secano, al este, donde la ciudad se asoma al mar por La Marina, seguían sin vislumbrarse las necesarias obras de un puerto que incrementase la actividad económica, el empleo y la riqueza en la ciudad.
En la década de los años treinta se construyen las primeras cloacas que venían a desembocar en el río de la Miel y, por primera vez, el alumbrado público a base de farolas alimentadas por aceite iluminó algunas de las calles y plazas principales de la ciudad, como la calle Imperial o la Plaza Alta.
Por el Diccionario Geográfico-Estadístico Histórico de España de Madoz, publicado en 1845, sabemos que Algeciras sufría un grave problema de comunicaciones terrestres con las ciudades de su entorno por la ausencia de caminos o por el mal estado permanente de ellos, a lo que había que añadir la presencia de bandidos y salteadores en los carriles y veredas.
Existían en la ciudad figuras políticas, administrativas y militares como el alcalde, el comandante general del Campo de Gibraltar, que era, además, subdelegado de Rentas, con jurisdicción en la represión del contrabando. Entre otras instituciones existía la Aduana, despacho de loterías, estafeta de Correos, delegado de Montes, Comisario y agentes de Policía, Junta de Sanidad, cura párroco e intérprete de lengua inglesa. Un capitán de navío ejercía en la jurisdicción de Marina, con capacidad gubernativa y judicial. La ciudad disponía de bandera marítima mercante de color amarillo y azul.
La actividad económica local estaba representada por la existencia de destilerías, la explotación del carbón vegetal y el corcho, las tenerías, molinos en el cauce del río de la Miel, fábricas de fideos, molinos de cobre, tejares, caleras, almonas y varadero. Sin olvidar el comercio ilegal con Gibraltar, o contrabando, generador de una importantísima actividad delictiva y, al mismo tiempo, una gran riqueza económica.
Importaba la ciudad grano, vinos de Cataluña y Málaga, textiles de Valencia y Cataluña, todo tipo de géneros de Gibraltar, legales unos, de contrabando otros, y exportaba carbón vegetal, curtidos y losas para la construcción a Cádiz, Málaga y otros lugares y productos alimenticios, materiales de construcción, carbón vegetal y un largo etcétera a Gibraltar.
Las actividades portuarias
El puerto no disponía de infraestructuras, con la salvedad de un espigón de madera en la desembocadura del río de la Miel para pequeñas embarcaciones de cabotaje que, casi todos los inviernos, era destruido por los temporales de levante y sudeste.
Las gestiones de las autoridades municipales, que solicitaban permanentemente al Estado la creación de infraestructuras portuarias, no habían tenido éxito hasta el momento. A pesar de ello, la ciudad contaba con un fondeadero natural, un triángulo cuyos vértices eran la desembocadura del río de la Miel, la Isla Verde y la zona de La Marina en el que se mantenían actividades de comercio marítimo de carácter nacional e internacional.
Compraventa de embarcaciones
Entre estas actividades, y a pesar de que se aprecia un sensible descenso en su número en relación a periodos anteriores, se sigue manteniendo activa la compraventa de embarcaciones. Se trata de embarcaciones menores como:
- Místicos: embarcaciones costaneras de tres palos, algunas veces de dos y aparejadas con velas latinas, cuyo tonelaje oscila entre las 19 y las 50 Tm y sus precios de venta entre los 1.900 r.v. y los 30.000 r.v.
- Barcas: embarcaciones pequeñas para pescar, costear y hacer pequeños portes desde embarcaciones mayores, cuyo peso oscila entre la media y las 15 Tm y su precio entre los 300 y los 780 r.v.
- Botes: muy parecidos a las anteriores. Embarcaciones pequeñas, a remo, sin cubierta y cruzadas por tablones que sirven de asientos cuyo peso oscilaba entre, aproximadamente, 1 y 3 Tm. Los precios se encontraban entre los 240 y los 2.000 r.v.
- Candrays: embarcaciones pequeñas de dos proas. Son raras en Algeciras. Su tonelaje oscilaba entre las 4,6 y las 15 Tm y su precio entre los 1.000 y los 3.000 r.v.
- Bergantines: buques de dos palos y vela cuadrada de los que en el periodo en estudio solamente aparece uno de 180 Tm vendido por 50.000 r.v.
- Lanchas: botes grandes de vela y remo, propios para actuar en las faenas de fuerza que se ejecutan en los buques y para transportar carga o pasaje en el interior de los puertos o puntos cercanos de la costa. Solo aparece una de algo más de una Tm (1.380 kg) vendida por 1.220 r.v.
- Jabeques: embarcaciones de tres palos de velas latinas. Solamente aparece uno de 40 Tm vendido por 12.000 r.v.
- Falúas: embarcación ligera, alargada y estrecha. Eran bastante numerosas. Su tonelaje oscilaba entre las 3 y 15 Tm. Los precios iban entre los 1.000 r.v. y los 6.400 r.v.
- Faluchos: embarcaciones ligeras, con vela latina, para la navegación costera. Su tonelaje oscila entre algo más de la media tonelada y las 30 Tm y sus precios entre los 300 r.v. y los 14.000 r.v.
- Laúdes: embarcaciones de un palo, con vela latina, botalón con foque y mesana a popa. También abundantes en el puerto de la ciudad. Oscilaba su tonelaje entre las 45 Tm y casi las 3 Tm. Los precios de venta que aparecen en la documentación se mueven entre los 2.060 r.v. del más caro a los 24 r.v. del más barato.
Los datos de precios y tonelajes son elaboración propia del autor a partir de las fuentes utilizadas. Por la documentación, procedente del Archivo Notarial de Protocolos de Algeciras, conocemos el origen geográfico tanto de compradores como de vendedores. Los primeros eran de Ceuta, Gibraltar, Tarifa, Campamento, Estepona, Mahón, Cádiz, Motril y Algeciras. Los vendedores, de Algeciras, Puerto de Santa María, Cartaya, Gibraltar, Mataró y Lloret de Mar.
El contrabando
Uno de los documentos que arroja luz sobre las compraventas de embarcaciones es el registro de propiedad. En ellos los compradores dan fe documental de sus adquisiciones y, frecuentemente, indican que muchas de estas proceden de las numerosas aprehensiones realizadas a contrabandistas y que se adquirían en las posteriores subastas realizadas por la Subdelegación de Rentas Reales.
Así, don Manuel Serna, sargento de carabineros, de la 4ª compañía del distrito de Algeciras, actuando como apoderado, manifiesta ser dueño de una barquilla de construcción española, de 40 pies de eslora, 12,5 de manga, 3,5 de puntal y de porte de 10 toneladas, que adquirió en subasta pública de la Delegación de Rentas Reales. La matriculó con el nombre de Amalia, alias La Micaela y luego la vendió a un vecino de Algeciras por 3.000 r.v.
Más explícito es el registro de propiedad que realiza don Pedro Teva, comisionado representante de la empresa de guarda costas del Campo de Gibraltar cuando dice, el 3 octubre de 1840, que "el 11 de septiembre se capturó, con géneros de contrabando (tabaco), en aguas de Marbella un falucho contrabandista llamado Longaniza por el guardacostas Júpiter". Fue adjudicado a la empresa por 4.500 r.v. y se le cambió el nombre por Robinson.
Don Pedro Teva adquirió tres barquillas: una de nombre Isabel Segunda el 18 de septiembre, otra, La Fama por 245 r.v. y una tercera, La Juana por 160 r.v., estas dos el 23 de noviembre de 1840.
Puede deducirse del documento citado la participación de empresas particulares, es decir, privadas, en la represión del contrabando. Refuerza este indicio un poder dado el 25 de marzo de 1834 por don Mariano Rivera, capitán de la bergantina Águila, del Resguardo Marítimo de la Empresa, a don Francisco Santacana, comerciante de Algeciras, para cobrar las partes de comisos que le correspondían por las aprehensiones de géneros de ilícito comercio.
Viene a insistir en esta cuestión una declaración que realiza el 27 de mayo de 1840, don Pedro Fleurs, alférez del ejército, y representante en Algeciras “[…]de la empresa de guarda costas de los señores Llanos, Ors y compañía […]”. Manifiesta que, con permiso de la Comandancia de Marina, “[…] se ha construido para la citada empresa por el Maestro Mayor de Rivera, Antonio Trujillo, en el astillero de ésta ciudad, una barca con timón, cuña y ocho remos de 29 pies de eslora, 8 de manga, 3 de puntal y 60 quintales de porte […]”. Su precio fue de 1.800 r.v. y su nombre La Bella Teresa.
Las aprehensiones de pequeñas embarcaciones dedicadas al contrabando en las aguas de la bahía de Algeciras y costas del Estrecho son abundantes. En un documento del 2 de noviembre de 1836 se relata que el Resguardo Marítimo apresó, el día 14 de octubre, de noche y en aguas de Torre Nueva, a un falucho español con carga de 8 toneladas de géneros de fraude. La subasta recayó en un tal Juan García Mateo que lo registró con el nombre de Nuestra Señora de los Dolores.
Las detenciones de embarcaciones sospechosas de transportar géneros de contrabando por los cuerpos de seguridad dedicados a reprimirlo daba lugar, a veces, a protestas de sus patrones. Es el caso de Francisco de Paula Celma, patrón de la matrícula de Sanlúcar y dueño de la barca de 17 Tm. San Vicente que salió de la bahía de Gibraltar en dirección a Sevilla con bultos con diversos géneros que remitían don Pedro Tarraquel y otros comerciantes gibraltareños.
Estando sobre las 7:00 en aguas de Guadalmesí, de vuelta a Gibraltar por haber cambiado el viento a poniente, fue detenido por la escampavía de Rentas al mando de Bartolomé Pacheco que, tras reconocer el buque, lo mandó para Algeciras “[…] sin que le bastaran las distintas reflecciones que le hizo sobre los perjuicios que iba a experimentar”.
Fondeado en Algeciras, fueron a su bordo el jefe de carabineros, el administrador de la Aduana, un escribano y dos personas más. Luego llegó el comandante de carabineros que ordenó alijar la carga y llevarla a la Administración.
El patrón del San Vicente protesta “[…] en vista de tan violentas como ilegales determinaciones que entorpecen el libre comercio, tan recomendada su protección por las leyes […]”. El patrón insiste en que circunstancias nunca pudo entorpecerle su viaje sino, en caso de sospecha, acompañarlo el Rentista al puerto de su dirección donde podía haberse cerciorado de lo que conducía [...].
El patrón protesta contra el comandante de Carabineros, pero también contra los tripulantes y cargadores “[…] si estos, abusando de la buena fe, que de ello duda, hubiesen introducido en los bultos que constan de los certificados y conocimientos, otros géneros o efectos de los anotados en aquellos […]” para que fuese de su cuenta los daños y perjuicios que se generaran.
El territorio marítimo y terrestre se hallaba repleto de estos comerciantes alternativos. Veamos algunos: el 13 de enero de 1834 “[…] a bordo de su Buque no llevaba otros bultos que los designados en los conocimientos y certificados que obtuvo y que debían servirle de garantía para su navegación con arreglo a nuestras leyes, llevando al corriente su Rollo Patente y contraseña, por cuya comparecía en la sala de audiencia de la Cárcel Real de Algeciras el preso Juan Jiménez, de Zahara, acusado “[…] de haber capitaneado una generosa partida de contrabandistas y cometido otros excesos […]”.
Poco después, el 31 de marzo, un tal Miguel Berde estaba preso “[…] por haber sido aprehendido con otros varios en el falucho nombrado La Jabequita cargado con tabaco y géneros de fraude […]”. También dio con sus huesos en la cárcel, concretamente en la fortaleza de Santiago, Juan Bautista Sánchez que fue detenido en el falucho El Lanchón con cargamento de tabaco.
Las citas con este contenido son muy abundantes en la documentación original.
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