A vista de Águila

Luz, taquígrafos y literatura

  • Miguel Ángel Del Águila fotografió a muchos actantes culturales de Algeciras en años de cambios

Pintores en la calle Argelés en abril de 1980.

Pintores en la calle Argelés en abril de 1980.

Parafraseando a Bauman, en los años de la Transición, la cultura no tenía aún clientes que seducir, sino pueblo a quien ilustrar. En aquella Algeciras previa a la modernidad líquida se produjo una eclosión de inquietudes que sacudieron conciencias con el ímpetu de las vidas nuevas; a la vez, se reivindicaron otros referentes que habían sufrido años de paréntesis y puntos suspensivos. Hubo periodistas que escribieron crónicas y agitaron conciencias desde unos medios que informaban desde una zona donde había mucho de lo que informar. Abundaron programaciones y eventos, organizaciones y proyectos que tuvieron en la expresión cultural su principal intención: con las actuaciones de los Festivales de España se solapaban las promovidas por la Sociedad Algecireña de Fomento o la Asociación de Cultura y Arte; junto a instituciones centenarias, como el Casino de Algeciras, se abrieron galerías de arte, como Carteia; se fundó la revista Bahía, tras la que latía un grupo homónimo formado por los poetas Manuel Fernández Mota, Daniel Florido y Antonio Sánchez Campos; bullía la tertulia del Coruña en la calle Convento; se representaban obras de teatro dirigidas por José Joya y pudieron regresar a su tierra paisanos olvidados como Ramón Puyol, Rafael Argelés, Adolfo Sánchez Vázquez o José Luis Cano. La cámara de Miguel Ángel Del Águila captó algunos momentos en los que la palabra o la imagen cumplieron el noble fin de ilustrar, cuando la cultura revivía tras tiempos de intencionados silencios.

Pintores en la calle

Acababa de fallecer Rafael Argelés cuando Algeciras rotuló con su nombre una calle en la bajada del Instituto hacia Carteya. Ocho años antes, Antonio López Canales y Pepe García Jaén acudieron a recibirlo al puerto donde el pintor algecireño desembarcó junto con su mujer argentina de vuelta de un largo exilio transatlántico, en un episodio lleno de rocambolescas anécdotas. Tras una exposición organizada por sus nuevos amigos en el Casino en 1972, el reputado artista se reencontró con su ciudad y su país en unos años en que comenzaron a subsanarse olvidos, quizás demasiados. En la primavera de 1980 un buen número de pintores acudieron al descubrimiento del rótulo de cerámica que José Luis Villar realizó en su taller. En el empinado desnivel de la calle, sobre una acera en escarpe, posó un grupo formado por Pepa Gómez, Antonio López Canales, Pepe García Jaén, Manolo Reiné, Helmut Siesser, Juan Jiménez, Regla Gallegos, Pepe Pedraja, Pepe Barroso Muñoz, Tere De Castro y Rafael García Valdivia. Sentados sobre el alto bordillo están Julián Martínez, la viuda de Argelés, Marta Domínguez, Manolo Ruiz con su esposa, Ramón Puyol y José Luis Villar. Tres chavales se unen a un posado de varias generaciones pictóricas que supieron trabajar con las formas, el color y la luz a la sombra de una pared azul donde aún destacaba completo el nombre del pintor rescatado.

Periodismo y poder

En los primeros meses de 1969, la comarca no cesó de ser noticia en todos los medios del país. Al terremoto de febrero, que acabó con el torreón de los Gaggero, se añadió la consumación de la laguna de la Janda y unos planes de desarrollo que barruntaban el hecho que tuvo lugar en junio de aquel año: el cierre de la frontera terrestre y marítima con Gibraltar, que marcó vidas, cambió paisajes y se reflejó en las portadas de todos los informativos nacionales. Un mes antes, el alcalde de Algeciras, Francisco Javier Valdés, convocó a los periodistas que ejercían en la zona y el fotógrafo captó esta imagen donde la plana mayor del periodismo comarcal posó junto al poder local que sonreía con chaqueta clara y cigarrillo en mano. Medio siglo más tarde se reconocen las poses y los rostros de Agustín Moriche, Juan Silva, Tomás Herrera, Gabriel Baldrich, Andrés Siles, Pepe Vallecillo, Antonio Gómez Rubio, Paco Fernández, Jesús García Rivero, Juan Antonio Casaus, Santiago Fernández, Manuel Natera, Sergio González Otal, Pepe Ojeda, Paco Prieto o José Valero. Camisas blancas, estrechas corbatas, conjuntados ternos, lustrosos zapatos con puntas llenas de arena, miradas dispersas, sonrisas congeladas, libretas en los bolsillos de taquígrafos con lápiz; mentes que supieron reflejar la vida de unos tiempos en los que el mundo era un amplio espacio que se podía roturar.

La escritora y el cronista

En abril de 1979, Miguel Ángel Del Águila acudió al salón de Plenos del Ayuntamiento. Muros de azulejos trianeros, zócalos de platerescas molduras, alargadas vitrinas de isabelinos pendones, claros cortinajes, muebles de caoba y moquetas con roleos sirvieron para acoger el pregón de la feria del Libro. Aquella tarde de primavera, Lola Peche, encargada de realizarlo, trabajaba en su libro Cien poemas de Algeciras y se perfilaba como una madura escritora que recogía en sus versos hondas reflexiones poéticas sobre su ciudad natal. Tres años antes había publicado su primer poemario, Versos de ayer y hoy y durante ese lapso dio a la imprenta otros dos que tenían en el espacio íntimo su inspiración y referencia. Frente al micrófono metálico, un flexo encendido y un inútil cenicero; sobre la mesa auxiliar testigo de tantas firmas y rúbricas, la escritora leía un texto en varios folios sin grapar: cejas lineales, perfil marcado, cardados cabellos, vestido estampado, párpados que caían sobre unos versos que sus finos labios pronunciaban. A su vera, la flanquea un Cristóbal Delgado de rasurado semblante e impolutas gafas. Su cuidado terno de rayas no ocultaba brillantes zapatos y calcetines claros. Cronista durante décadas de cambios, diez años antes publicó su primer libro sobre Algeciras, tras cuya portada de azules perfiles muchos accedimos por vez primera a la historia de una ciudad que con pasión local previamente investigaron Emilio Santacana o Manuel Pérez Petinto.

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