Algeciras

Puyol o el diseño militante

  • Ramón Puyol es uno de los diseñadores más brillantes del siglo XX

  • Sus portadas de libros supusieron una renovación en las artes gráficas

El próximo 16 de octubre, en el marco de los cursos de otoño que organiza la Universidad de Cádiz en Algeciras, comienza el que organiza el profesor Dr. José Juan Yborra Aznar sobre José Luis Cano y su época. El mencionado doctor tuvo a bien proponerme como ponente para una de las conferencias del curso, en concreto para que hablase de las artes plásticas de ese momento. La amistad que me une al organizador me permite la libertad de sacar en cierto modo los pies del plato y hace además que cuente con su benevolencia anticipada. Esta libertad me permite que plantee esta ponencia en torno a un paralelismo entre dos algecireños ilustres, ambos de la misma generación, que destacaron en sus respectivos ámbitos: José Luis Cano en literatura y Ramón Puyol en las artes plásticas.

Los dos abandonaron la pueblerina Algeciras de su niñez para poder seguir sus impulsos creativos, uno y otro gozaron de reconocimiento en sus respectivos campos durante la Segunda República y ambos padecieron las consecuencias de sus simpatías por el régimen republicano, convirtiéndose, finalmente ambos en resistentes y en valedores en una época difícil para la cultura, como fue la que siguió a la Guerra Civil. Dos figuras en definitiva sorprendentes en el panorama cultural algecireño del siglo XX.

Lógicamente yo me voy a concentrar más en la figura de Ramón Puyol. Su figura resume en cierto modo los anhelos, las contribuciones, las luchas, las frustraciones y las esperanzas de toda una época. Dentro de su actividad creativa voy a concentrarme en un aspecto concreto, justamente un campo en el que, desde mi punto de vista, alcanzó su mayor brillantez. Nos referimos a su faceta de diseñador. Puyol es, sin lugar a dudas, uno de los diseñadores gráficos más brillantes del siglo XX español. Desgraciadamente su obra no es especialmente conocida, y su caso es, por otra parte, uno de los más flagrantes en los que la represión franquista consiguió anular a un extraordinario diseñador. Sus portadas de libros supusieron una renovación en el mundo de las artes gráficas y sus carteles forman parte de la historia gráfica de la España del siglo XX. Lamentablemente su historia como diseñador gráfico murió prácticamente a la vez que las tropas nacionales se hacían con el poder.

Aunque fueron muchas sus aportaciones en el campo del diseño, me voy a centrar en una serie de carteles, seguramente no son los más conocidos (Puyol es el autor del famoso cartel del "No pasarán" que hacía referencia a la defensa de Madrid y el "Pasaremos" de la batalla de Brunete) y sin duda tampoco son los más bellos, pero reflejan muy bien un momento concreto de nuestra historia y cómo el diseñador se pone al completo servicio de una militancia política. Los carteles en cuestión son una serie de 10 litografías que Puyol realizó a finales de 1936. En ellas Puyol representa las lacras de la sociedad. Nos referimos a las lacras de una sociedad divida por la Guerra Civil (recordemos que están realizadas después del alzamiento de las tropas nacionales), desde la perspectiva de su militancia comunista (Puyol llegó a formar parte del órgano central del Partido Comunista de España). Esos males que minan la fuerza de la causa republicana aparecen representados por una serie de personajes en los que se mezcla la caricatura y el surrealismo y, desde el punto de vista de Puyol, se corresponden con: el izquierdista, el pesimista, el rumor, el optimista, el turista, el espía, el derrotista, el bulista, el estratega y el acaparador.

La serie litográfica, que Puyol realiza unos meses antes de cumplir los treinta años, se expuso junto a otras obras suyas en el pabellón de España de la exposición internacional de París de 1937. En ese momento España estaba sumida en plena Guerra Civil, por lo que el pabellón, que representaba al régimen constitucional republicano, sirvió como instrumento informativo que buscaba el apoyo de las potencias democráticas. Gran parte de las obras expuestas pretendía movilizar a la opinión pública, se exponía la situación en que se encontraba España antes y después de la proclamación de la República y denunciaba especialmente la situación que se vivía con la guerra. Entre las obras expuestas en su recinto destacaba el Guernica de Picasso, realizado por el artista para denunciar el bombardeo de esta ciudad por la legión Cóndor.

Este fue el espacio al que estuvo destinada la serie de Puyol que analizaré. Las litografías contaban con una dedicatoria que explicitaba la tensión del momento y el estado emocional del autor: "A mi hermano Miguel asesinado por las hordas fascistas". Efectivamente su hermano fue asesinado en los primeros momentos de la represión, cuando Algeciras tras el alzamiento pasó a formar parte del bando nacional. Su hermano aparece en el listado de represaliados en Algeciras durante el primer año de la Guerra Civil. En dicho documento se hace constar que Miguel Puyol Román era impresor y tenía 43 años. Fue fusilado en los muros del cementerio de Algeciras, muy cerca del piso donde Ramón Puyol pasó los últimos años de su vida en la barriada de San José Artesano, desde donde podía contemplar el cementerio, cuya visión le produciría, seguramente, las más tristes evocaciones.

Pero pasemos a la serie en cuestión. El primer cartel que analizaré en la conferencia es el del izquierdista. (El único que podemos tratar en este artículo por motivos de espacio). Resulta curioso que el primero de los grandes males que afectan a la causa republicana sea precisamente el izquierdista, lo que a primera vista podía resultar contradictorio no lo era a los ojos del fiel militante comunista. Puyol representa una amorfa figura de cuatro brazos, dos de ellos se levantan con grandes puños cerrados y los otros dos, uno muy corto y el otro muy largo, agarran sus manos en señal de victoria. El puño cerrado originariamente significaba la unión y protección de la clase trabajadora, por lo que se convirtió en un símbolo común para todos los partidos de izquierda, desde los socialistas a los anarquistas. La cabeza de la figura lleva un gorro frigio, símbolo de la República, la cara tiene una larguísima nariz que también termina en un puño cerrado, el aspecto de comicidad del rostro se completa con puntiagudas orejas de gnomo. Creo que la cara pretende caricaturizar en cierto modo el rostro de Joaquín Mourín, que tenía una nariz bastante puntiaguda. Mourín era en ese momento el líder del POUM. El Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM) fue un partido marxista fundado poco tiempo antes, en 1935. Sus militantes se definían como marxistas revolucionarios en oposición al marxismo-leninismo ortodoxo, fue un partido pues cercano al trotskismo. En origen fue una facción discrepante del Partido Comunista de España y de la Internacional Comunista (Komintern), por lo que su heterodoxia dentro del comunismo les hizo quedar marginados y enemistados con la Internacional Comunista que seguía fielmente las directrices marcadas por el estalinismo soviético. Es decir que el militante del POUM era a los ojos del disciplinado militante comunista el primer objetivo a batir.

La figura se completa con otra serie de aditamentos, como son los múltiples símbolos externos de izquierda que portan sus ropas: la hoz y el martillo, las estrellas de cinco puntas y las franjas de su brazo que simulan la bandera tricolor. Los símbolos no ocultan la verdadera naturaleza del personaje, que podemos observar en el centro de su cuerpo a través de un agujero: el gordo burgués capitalista que aparece cómodamente sentado en su sillón. Las piernas del personaje también tienen interés. Mientras que la derecha avanza hacia el espectador con ademán de marcha, la otra, como pierna de Dafne, se transforma en árbol, un árbol del que, para más inri, florece una rama que adopta la forma de saludo fascista. Esta contraposición entre el pie que avanza y la metamorfosis de su pie izquierdo transformado en tronco de árbol indicaba alegóricamente la actitud que tenían aquellos que, en el frente, se aferraban a la seguridad situándose en una posición retrasada en los momentos álgidos de la batalla. Es decir aquellos en un primer momento adoptaban una actitud falsamente decidida, pero que en el momento clave se echaban hacia atrás haciendole el juego al enemigo fascista.

El cartel refleja muy bien ese momento en que para los comunistas ortodoxos, fieles a la disciplina del PCE, uno de los principales enemigos a batir eran los miembros del POUM. Esa inquina contra el POUM que se percibe en el cartel quedó demostrada fehacientemente poco después, ya que sus miembros fueron vilipendiados y perseguidos con especial saña en la zona republicana. Recordemos que el único apoyo claro a nivel militar que tenía la República procedía de la Unión Soviética, con lo que los trotskistas se convirtieron en aliados incómodos, ya que Stalin estaba completamente obsesionado con la eliminación de cualquier tipo de disidencia (real o ficticia), y sus purgas no se circunscribieron al territorio soviético, sino que se extendieron por todo el mundo.

El cartel del izquierdista fue uno de los que reeditó Socorro Rojo Internacional. Esta organización fue un servicio social de implantación universal que se creó en la Internacional Comunista de 1922, una especie de Cruz Roja de carácter comunista. El matiz político de la organización nunca dejó de estar presente, y una buena prueba de ello es que se encargaran de editar estos carteles. El cartel original del izquierdista estaba, como el resto, impreso en negro, y tan solo aparecían como textos la firma del autor y el título caligrafiado en minúscula. En esta redición pasó a tener un congruente color rojizo y aparecía con texto. En la parte superior las siglas de la organización S. R. I. y abajo el título y la explicación en mayúsculas: EL IZQUIERDISTA. EL EMBOSCADO SE CUBRE DE TODOS LOS ROPAJES PARA MEJOR ASESINAR EN LA SOMBRA. ¡ANIQUILÉMOSLE SE ENCUENTRE DONDE SE ENCUENTRE!

Los carteles de esta serie, como el resto de la producción de Puyol son excepcionales en un momento de enorme brillantez en el diseño español. El comienzo de la Guerra Civil supuso un increíble incremento de la producción de carteles. Una guerra es también, sin pretender banalizar, una batalla publicitaria de intereses contrapuestos, en la que todos los medios se ponen al servicio de la causa. Todos los bandos pretendieron crear un ambiente propicio para lograr sus objetivos. Se pone, por así decirlo, toda la carne en el asador, la capacidad de persuasión se desarrolla al máximo, todo vale para mantener intacta la moral de los combatientes y el ánimo de los que se encuentran en la retaguardia.

Se utilizan como hemos dicho todos los medios para lograr ese objetivo, la prensa y la radio se movilizan, pero será el cartel uno de los medios más directos y eficaces para expresar las ideas con las que se pretendía movilizar a la población. Esto hace que las ciudades se inunden de carteles. Algunos de los que vivieron ese momento se hicieron eco de hasta qué punto se prodigó esta práctica y muestran incluso su sorpresa por el carácter festivo y colorista que mostraban las ciudades, especialmente las de la zona republicana, en momentos donde se estaba produciendo el clímax de la tragedia de la guerra fraticida.

Puyol se mete a saco en este contexto y, a pesar de esa competencia, su obra destaca por su extraordinaria calidad. Él pone su obra al servicio de una idea, al servicio del Partido Comunista de España. Puyol es pues violentamente beligerante, aunque sus armas sean los lápices y los pinceles. Él es un militante convencido que cree que no es el momento para las medias tintas y lo pone todo para defender una causa de la que está absolutamente convencido. Los reparos morales que podamos ponerle ahora, con la fría y objetiva distancia del tiempo, desgraciadamente no tenían sentido en un momento de conflicto que se desarrollaba en una sociedad profundamente dividida. Puyol realiza esta tarea con una total eficacia comunicativa, que lo convierten, desde mi punto de vista, en uno de los mejores cartelistas del siglo XX.

Quedan ustedes invitados a esta charla, que se celebrará el martes 17 de octubre a las 19 h. en el Museo Municipal de Algeciras, y a las demás de este curso que nos ayudaran a saber más de estos dos algecireños ilustres que, tristemente, son poco conocidos en su ciudad.

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