La ONCE, una vida ayudando
Acaba de recibir el premio Príncipe de Asturias y celebra su 75 aniversario El afiliado más reciente de Algeciras y uno de los más veteranos cuentan la importancia de la organización
Pedro tiene 27 años. Estaba parado y, con una cría a punto de hacer los ocho meses, la vida achuchaba. Ahora lo hace menos. Tiene trabajo. Desde julio vende el cupón. Antonio vendió el cupón durante 42 años. Ahora tiene 72 y es un jubilado muy activo. Dirige tres coros. Toca la guitarra, sabe música y acabó en Algeciras por la ONCE.
La Organización Nacional de Ciegos Españoles (ONCE) recibió el pasado viernes el premio Príncipe de Asturias de la Concordia. La entidad celebra además este año su 75 aniversario. Una vida ayudando a personas invidentes o con una deficiencia visual grave, como son los casos de Pedro y Antonio. Pedro es el afiliado más reciente de la ONCE en Algeciras. Antonio, uno de los más veteranos. Les separan 45 años y están unidos por su pertenencia a una organización que, según cuentan, les ha ayudado tanto. La gratitud se cuela en cada una de sus frases.
"La ONCE para mí es como mi segunda familia. He tenido grandísimos amigos. He disfrutado mucho de todas sus actividades. No tengo ningún reproche. Para mí todo ha sido bueno. Son muy buenísimas personas tanto los afiliados como los directivos. Todo lo que yo pueda hablar de la ONCE es bueno y positivo y lo diría una y mil veces", proclama Antonio.
Antonio Perea es natural de Marchena (Sevilla). Con 18 años se mudó a Barbate, donde conocía a gente y le contaron que el cupón se vendía bien. En la ONCE había estudiado música y aprendió a tocar la guitarra. Lo hacía muy bien y le llamaron desde Algeciras para formar parte de la rondalla de la organización. Se vino. Se casó con su novia, también de Marchena. En Algeciras tuvieron sus cuatro hijos y han nacido sus siete nietos. Y aquí sigue, en su barrio de La Piñera.
"Vendía por la plaza y después me venía a la barriada. Subía y bajaba pisos, iba y le llevaba a la gente los números que me encargaban; aquí había mucha afición, cada cual con su número favorito. Los preparaba, me los guardaba y solamente tenía que ir a repartirlos", rememora. Ahora dice que se preocupa por sus compañeros porque, como está la cosa, se despachan menos cupones. Antonio llama compañeros a los agentes vendedores de cupones aunque él ya no lo haga, con ese vínculo especial que en ocasiones se anuda en los grupos y colectivos compactos.
Lo que hace Antonio ahora, dicho queda, es dirigir coros y nada menos que tres. Hasta no le sobra tiempo para poder atender este reportaje de la ONCE, pero por la ONCE lo que sea, cuenta.
Pedro Parente es de La Bajadilla. Es su barrio desde hace 12 años. Conoce pues a la gente, a los parroquianos, a las señoras y a los jovenzuelos, casi de siempre. Desde julio además también les ofrece participar en todos los sorteos de la ONCE. El joven cuponero de La Bajadilla es feliz.
"Yo me notaba bastante deficiencia visual y la familia me dijo que pasase por la ONCE, por si me podían ayudar con los servicios y atenciones que dan. El ser afiliado tiene muchas ventajas. Una vez lo era, me estuve informando del proceso a seguir para la venta del cupón y hasta el día de hoy, que llevo trabajando y muy bien todo", explica.
Pedro relata que alguna que otra vez que pudo lograr un trabajo fue rechazado tras el reconocimiento médico por su deficiencia visual. En estos momentos con el empleo que le ha proporcionado la ONCE la "vida va mucho mejor".
Pero Pedro, además, no sólo ha encontrado un trabajo. "El trato que tenemos en la ONCE es muy bueno. Desde el primer día me han tratado como si estuviese en mi casa. De hecho nos dicen que estamos en nuestra casa", destaca.
Pedro lleva poco tiempo repartiendo ilusión y por ahora, aún, no ha dado un premio grande. Antonio dio muchas participaciones, pero nunca el premio entero, y esa, confiesa, es su "pena". La historia de ambos, sin embargo, atestigua que no es eso lo importante de la ONCE.
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