Historias de Algeciras

Alguien voló sobre los nidos de la Palma (I)

  • La joven Mercedes creció en un ambiente privilegiado bajo los ecos de La Gloriosa

  • Como mandaban los cánones, se comprometió con un hombre de buena familia y futuro brillante

La Perseverancia escenario de aquellos benéficos espectáculos organizados por la juventud.

La Perseverancia escenario de aquellos benéficos espectáculos organizados por la juventud.

Mercedes había nacido en buena cuna pero como mala luna. Durante su infancia no había carecido de nada. Su padre, hombre industrial y propietario, gozaba de una posición económica muy desahogada en aquella convulsa España que cabalgaba en dirección a la Septembrina y la búsqueda por Europa de un rey para una huérfana monarquía.

Mercedes B.R. vino al mundo en un periodo difícil y complicado para nuestra nación, dentro de la compleja centuria que se encaminaba hacia su último cuarto. Por un lado, las sempiternas guerras contra los carlistas; por el otro, las constantes asonadas y pronunciamientos que conseguirían en el 68 la marcha de la excesiva y siempre intensa –en todos los sentidos– la excelsa Isabel II. Dejándonos para la posteridad e íntimamente relacionada con el callejero local, verbigracia, a su señora madre María Cristina de Borbón-Dos Sicilias, al honrarse, sobradamente, con su pomposo nombre el paseo y popular jardín –hoy parque– de nuestra ciudad. A su regia hija de alta cuna y baja cama le debe también Algeciras sus títulos de Muy Ilustre y Muy Patriótica; además del permiso por Real Cédula para bordar el pendón real “con el gusto y delicadeza posible”, o el también beneplácito de la corona para la celebración de la Feria Real.

Eran tiempos en los que un tal Prim, que había pasado por nuestra ciudad años atrás para alcanzar la gloria militar en una ciudad norteafricana llamada Tetuán, llegaba a la bahía proveniente de Londres para posteriormente, a bordo de un navío inglés llamado Adelia, ser trasladado a la capital de la provincia, y tras vociferar el grito de “¡¡Viva España pero con honra!!” comenzar una nueva revolución. Tiempos en los que Algeciras, ajena en principio a todo aquel maremágnum político, celebraba el aumento del suministro del agua al sumársele al acueducto surtidos de nuevos manantiales, gastándose para ello el consistorio una importante cantidad económica, según quedó recogido en sesión plenaria. Época en la que nuestra ciudad se conectaba aún más al mundo a través de las “modernas y rápidas” diligencias, que vía San Fernando, estaban coordinadas con los horarios del tren Cádiz-Madrid.

Y mientras la pequeña Mercedes era testigo sin saberlo de aquel importante desarrollo para la ciudad que la vio nacer, su padre, hombre que gustaría de estar debidamente informado de lo que acontecía en su patria, leería aquellas grandes hojas de periódicos, mientras mascullaría en voz baja como todo español de bien: “Tarde o temprano esto revienta”. Y a aquel reventón le llamaron La Gloriosa, coincidiendo el hecho con la edad escolar de Mercedes.

Aquella jovencita bien pudo asistir al socialmente considerado colegio privado Nuestra Señora de la Palma, donde maestros como José de Orellana, recién llegado al centro por aquellos años, le consagrarían toda su vida, ejerciendo el noble –aunque muy mal pagado– magisterio; o también, dado que su familia era de “posibles”, optar por una educación más exclusiva, más clasista, con maestro en casa. Pudiéndole sumar a las clases de gramática o aritmética, las de música; pues como señalaría un personaje de la novela de Pérez Galdós, titulada La Desheredada, como consejo para distinguirse en sociedad: “No olvides darte algunas clases de piano, que eso de teclear es, a mi modo de ver, cosa fácil y que se aprende con un poco de paciencia”. Para lo cual, era frecuente por las pudientes familias locales, adquirir un piano en algunas de las tienda de Gibraltar, como la prestigiosa casa de Piamonte, sita en la plaza de la Iglesia o la no menos renombrada de Sterrico ubicada en calle Europa.

Y mientras Mercedes, como era normal en las hijas de grandes familias, seguía con sus posibles clases de piano, Algeciras daba la nota al sumergirse en las bravas aguas revolucionarias. Y así, mientras la joven, tal vez con fervor, defendía las partituras que desde el atril la retaban, con igual ímpetu los algecireños prorrevolucionarios hicieron público su pensamiento en defensa de, entre otros, los siguientes puntos: “Abolición de la pena de muerte, libertad de asociación, de Culto y enseñanza, abolición del servicio militar, abolición de Fueros, reducción de aranceles, descentralización de la administración o instauración del matrimonio civil. La Junta de Salvación y Gobierno local”.

Pasaron los años. Mercedes creció al mismo tiempo que las aspiraciones revolucionarias se iban diluyendo como un azucarillo en el aguado vino del siglo XIX español. Los conflictos del país –internos y externos– aumentaban a la vez que la necesidad de tela de la modista de casa para hacerle los vestidos a su joven clienta dado el cambio de sus medidas –desde que “fue a Gibraltar”– de niña a mujer. Costurera que bien pudo ser la popular Teresa Nieto, quien ejerció la profesión de la aguja y el acerico, tras quedarse viuda del que fuera su marido, el bizarro sargento del Regimiento de la Reina Francisco Velasco. Héroe olvidado –como tantos otros–, muerto en acto de servicio, según demuestra la exigua pensión en la que el Estado valoró su soledad y viudez.

Y con el buen fondo de armario elaborado, al parecer, por tan primorosas manos, y al igual que soldado bien pertrechado, Mercedes, como se esperaba de una joven casadera, empezó a frecuentar los distinguidos lugares en los que las jóvenes de su sexo, edad y condición conocían a los también jóvenes del contrario sexo e igual estatus; con el natural objetivo de “ennoviarse”. Si con amor de por medio, mejor; pero siempre dentro la burguesía. Aquel sector de la sociedad local evitaba, con los cortafuegos entre clases, la intromisión del advenedizos o caza-fortunas. El autor canario antes citado, y en la misma obra, expresa a través del mismo personaje siguiendo el pensamiento de la época: “Casate con persona de tu condición, pues si lo haces con quién por debajo de ti esté, te expones á que el peso de tu cónyuge te tire hacia abajo y no te deje flotar bien”.

Mercedes acudía a los bailes tanto del ya más que arraigado Casino, como también frecuentaba las selectas reuniones en las principales casas de la buena sociedad local; allí junto a sus amigas, aquellas que con el tiempo pasarían a denominarse: Sra. de Garbarino, viuda de García de la Torre, la Sra. de Sos, de Osuna, o de Muro, entre otras, tendría la posibilidad de conocer al amor de su vida. Y así ocurriría con el tiempo, aunque el destino le hiciera pagar un alto precio por ello. Pues la vida exige su peaje tanto para lo bueno como para lo malo.

No solo los bailes y las selectas reuniones eran los únicos escenarios de encuentro para aquellos jóvenes. Desde las misas, triduos o novenas en la iglesia parroquial de Ntra. Sra. de la Palma, a las actividades benéficas organizadas por aquella juventud con la llegada del buen tiempo, todo constituía un buen motivo para el encuentro; eso sí, bajo la atenta mirada de la carabina de turno. A veces, la posible confusión sentimental entre los jóvenes les inspiraba a componer versos como el que sigue: “Por Dios te pido Clara/que me hables claro/porque yo Clara mía/claro te hablo”.

Los jóvenes aristocratas acudían a los bailes del Casino. Los jóvenes aristocratas acudían a los bailes del Casino.

Los jóvenes aristocratas acudían a los bailes del Casino.

Uno de aquellos actos benéficos organizados por los voluntarioso muchachos tuvo el siguiente y pésimo resultado económico, según se documenta: “Felicitación á los jóvenes que participaron en la novillada inspirados en altos sentimientos de caridad. A pesar de cumplir como buenos, lo expresados jóvenes no alcanzaron el noble fin que se propusieron. Liquidación: Ingresos: Entrada vendidas a domicilios 88 pesetas. Entradas vendidas en taquilla 175. Entre la cuadrilla 37. Total pesetas: 300 pesetas. Gastos: Por la muerte de dos novillos y capea de otros dos 250 pesetas. Por arriendo de mulillas y caballos 60. Por carteles, papel timbrado e imprenta 28 pesetas. Mozos y porteros 15 pesetas. Servicio de plaza y conserjería 35 pesetas. Música 30 pesetas Imprevistos 7 pesetas. Total pesetas: 425”.

Fracaso económico aparte, Mercedes, en aquellos “ir y venir” de bailes, reuniones o asistencia al palco presidencial del taurino coso, tropezó con el amor. Y aquella masculina piedra en su camino de vida tenía nombre propio: Antonio. Y la noticia en el seno familiar fue muy bien recibida; pues, aunque lejos de entrar Mercedes en el pasillo social que conducía a “vestir santos”, dadas sus buenas cualidades; lo cierto era que tampoco había mucho donde elegir, dada las exigencias y competencia social existente en la alta burguesía de aquel tiempo.

Previa sentencia colectiva por invisible jurado que con dedo acusador señalaba a la víctima como “solterona”; y por tanto: culpable de haber sido incapaz de encontrar novio en el periodo temporal establecido, no escrito, aunque sí contemplado socialmente para ello. Tal presión por la comunidad a la que pertenecía la señalada, generaba en el subyugado mundo femenino de la época un estado de nerviosismo o excitación que afectaba tanto a hijas como a madres, ante el inexorable paso de los años; haciendo cada vez más difícil la no presencia de un apuesto joven que calmara las ansiedades –cada una a su modo– de las citadas; y de paso del sufrido padre. No era el caso de Mercedes. Antonio era de buena familia y con un buen futuro. Ni a soñar que se hubieran echado aquel padre o aquella madre en el “ojo” que Mercedes tuvo. La niña estaba colocada y el patrimonio familiar asegurado; y con grandes posibilidades, por otro lado, de agrandarlo. Pero Dios escribe sobre renglones torcidos y con buen humor celestial. Don divino que se le presupone a quien tiene la suprema inteligencia y gusta de reírse de los planes de sus hijos por mucha imagen y semejanza que aplicara sobre ellos.

Y se determinó por los paterfamilias, seguramente degustando un buen puro de Ultramar y un buen coñac venido de Gibraltar, la agenda a seguir: petición de mano y fecha de boda. Aunque antes como es preceptivo entre la alta sociedad, se hizo pública la buena nueva del primer paso, sin dar más datos de los futuros contrayentes, dejando con ello la miel en los labios de los cotillas lectores, como así aconteció cuando se anunció: “En breve será pedida la mano de una preciosa señorita, hija de un respetable industrial de esta ciudad, para un joven muy conocido de esta sociedad”.

Y esta burguesía algecireña fue testigo y partícipe de la boda en la iglesia parroquial como Dios manda de Mercedes B. R. y Antonio L. C. Siendo el cura que la celebró como manda Dios, su párroco Flores Tinoco; ayudándole en el rito sacramental el popular Cayetano Guerra. Los novios se dijeron y dieron el sí preceptivo, ante la canónica pregunta que demuestra el libre consentimiento de ambos cónyuges. Todo ello adornado por el coro parroquial dirigido por el sochantre del templo Antonio Vega, y bajo la espléndida iluminación que momentos antes del comienzo de la liturgia había encendido con gran paciencia, vela a vela, el humilde sacristán Juan García, antecesor en el cargo de mi buen amigo Diego Valencia.

Un lustro después de que García hubiese hecho uso del apagavelas, y que los miembros del coro hubieran recibido las felicitaciones de Vega, el feliz matrimonio seguía a la espera de la bendición de un hijo que se resistía a venir a este “valle de lagrimas”. Proyecto que afrontaban con el afán debido y tranquilidad de la aún juventud de ambos; aunque no faltaran los comentarios –siempre sutiles e hirientes–, por persona encargada de controlar tanto el “paso del arroz” o temprano embarazo de ella; como así, la capacidad reproductora de él. Inquisidora figura de oficio definido –muy acertadamente por cierto poeta catalán con justa calle en Algeciras– como: macarras de la moral.

Continuará

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