Historias de Algeciras

La medicina (LXXI)

  • La actividad sanitaria algecireña proseguía bajo la tutela de la Junta Local, poniendo especial énfasis en el control de los llamados extramuros o alrededores de la población

El matadero municipal de Algeciras.

El matadero municipal de Algeciras. / E. S.

Y mientras las autoridades locales municipales seguían construyendo nichos en el Cementerio para cubrir los inexplicables repuntes –para la época–, en la mortandad de los más débiles, la vida sanitaria de nuestra ciudad seguía su diario deambular con la sempiterna escasez de medios y bajo los mismos parámetros científicos de décadas pasadas, los avances médicos acontecidos en los últimos años del pasado siglo XIX y los logros conseguidos por la ciencia en la primera década de la nueva centuria del siglo XX, tardarían en verse y aplicarse por las vetustas salas del Hospital Civil o Militar. No así las nuevas técnicas que de seguro los magníficos profesionales del arte de Galeno, al tanto – a través de las publicaciones médicas–, no dudarían en poner en practica por el bien de sus enfermos.

No obstante, aún persistían ciertos conceptos y visiones sorprendentes en la medicina algecireña, como los que defendió públicamente bastantes años atrás, el ya para entonces desaparecido médico local Francisco Contilló, cuando a mediados de la anterior centuria, expresaba: “Al recorrer la escala de los seres organizados de aquellos que fueron señalados por la naturaleza como animales de sangre roja, cuya estructura particular; más o menos complicada, presenta diversas cavidades vitales en donde residen laboratorios distintos por los que, la vida, ese precioso don, sustentada por la combinación de principios se mantiene y transmite formando el encadenamiento admirable que observamos, se encuentra á un ser predilecto, hijo de la materia y de Dios, sobre el cual, la suprema inteligencia complacióse en derramar sus dones, adornándolo con el destello del numen y de la sabiduría. El hombre compuesto pues de dos naturalezas diferentes –prosigue el médico algecireño– una que lo anima, otra que es animada, o lo que es lo mismo, del alma y del cuerpo, es el único ser dotado de raciocinio, por el cual confiósele el gobierno de los demás, marchando con su cabeza erguida al frente de toda la creación. Sin embargo por esa misma excelencia, complicación, estructura y duplicidad de sus órganos, fuele apropiado mayor número de enfermedades que afligen y lastiman constantemente su existencia […] su sistema nervioso, es el origen del bien que disfruta, del mal que le aqueja; á estas facultades á este desarrollo intelectual pertenece vencer y reinar [...] Empero ¿cual es el reinado de este ser sobre la tierra ante las leyes de la divinidad de las cuales es el único intérprete y depositario?. Nada; á ella solamente debió el imperio de la vida y muerte que ejerce sobre el animal y la planta, sujetándose el mismo á aquellos e irrevocables y terribles decretos, que hacen enmudecer á todo el poder de la tierra, á la fuerza del género humano ante el eterno Señor de los mundos. Si embargo ese Dios que dió á su obra fuerza, semejanza e inteligencia, para hacerlo valiente, hermoso e industrial, vistiendo con señorío el oro y la seda, dominando fogosos corceles, manejando la espada y el cañón, levantando torres y muros inexpugnables, edificios de magníficas arquitecturas y de encumbradas cúpulas, construyendo bajeles, robando al cielo con el telescopio sus secretos, calculando por minutos las vueltas de los astros y sus eclipses, dióle al mismo tiempo las dotes de la sensualidad, asociándolo con la mujer, único ser de su especie extremadamente nerviosa, para prosternarlo y doblegarlo ante el imperioso yugo de sus caricias; ya no es el hombre desesperado y melancólico escudriñando los secretos de la naturaleza; es solo un ente abrazado en el fuego divino de los placeres, magnetizado por el contacto finísimo de una piel delicada y pura ¡Qué contrastes despiertan esas pasiones en medio de la vida! Él es solo quién puede manchar el halago, el amor del que lo arrebata; á él solo confío el altísimo apreciar sus mismas acciones en la balanza del raciocinio...”.

Reflexiones aparte sobre el hombre que definen a la época en las que se hicieron públicas, la actividad sanitaria algecireña proseguía bajo la tutela de la Junta Local, poniendo especial énfasis en los llamados extramuros o alrededores de la población: “En cumplimiento á la orden dada por VS en la fecha de ayer, me personé en el sitio denominado Cortijo de Colety (se refiere a Miguel Colety, dueño de unos terrenos con una cabida de 130 fanegas, sitos en la llamada Dehesa del Novillero, colindantes con el arroyo del Lobo) y reconocí a un buey propiedad de Miguel Muñoz Cabello (propietario de fábrica de curtidos en el Secano, nombrada en el capítulo anterior por sus practicas poco higiénicas), cuyo buey había rodado bastante accidentado y se encontraba tendido en posición natural pero sin poder ponerse de pie, y habiéndole obligado á que se levantara sin conseguirlo procedí en dicho sitio á su reconocimiento en vivo, resultando el que dicho animal no presentaba síntomas de ninguna enfermedad, encontrándose en regular estado de carnes, en vista de su estado y no presentando ningún síntoma de enfermedad ordené su sacrificio para hacer un segundo reconocimiento de sus carnes y vísceras, encontrándose estas en buen estado de sanidad, y respecto á las carnes he de informar á VS que son procedentes de una res vieja y flaca por lo tanto de mala clase, y de res de ocasión pero sin que padeciera dicho animal enfermedad alguna, pero –prosigue el informe del facultativo que acudió a la inspección– sus carnes son de mala calidad como procedentes de un buey flaco y viejo y no ser la época á propósito para estas clases de reses, habiendo sido sacrificado por ser res de ocasión no respondiendo a la mala calidad de sus carnes pués su venta publica aunque no sea perjudicial a la salud pública. Lo que propongo a VS para que ordene lo más conveniente. El Veterinario: Manuel Alba. Al Sr. Alcalde”.

La observancia y vigilancia de la calidad de las carnes, tenía para la reseñada Junta de Sanidad, el carácter prioritario dada la falta de higiene existente en el entorno donde los animales generalmente vivían, dando como resultado: “Matadero público. De las reses cabrías destinadas a la matanza de ayer, fue desechada una en vivo de propiedad de D. Juan Molero y ha resultado muerta en los corrales de este Matadero en el día de hoy”.

Desde el matadero municipal se hacía una exhaustiva vigilancia sanitaria

La súbita muerte de esta res, provocó que con carácter de urgencia una vez puesto el asunto sobre la mesa del Alcalde, este lo enviara a la del Secretario General Pérez Petinto, para que en nota marginal del escrito remitido por el Matadero Público, añadiese “Al negociado de Abastos” con la clara intención de “dar aviso no fuera a ocurrir que otras reses en las mismas condiciones de deshecho que la anterior fuesen colocadas a bajo precio en el mercado de Abastos”.

Uno de los informes de rechazo de una res en el matadero municipal de Algeciras. Uno de los informes de rechazo de una res en el matadero municipal de Algeciras.

Uno de los informes de rechazo de una res en el matadero municipal de Algeciras. / E. S.

El rechazo de determinadas reses, alcanzaba hasta a los ganaderos más populares de la ciudad: “Al Sr. Alcalde. Tengo el honor de comunicar á VS que en la matanza del día de hoy he desechado las carnes procedentes de una cabra propiedad de D. Juan Merino por padecer Cagnetica acuosa Poquillo (sic), siendo preciso ordene Vd la cremación de dichas carnes por ser perjudiciales a la salud pública”.

Una vez pasada la orden a la Plaza de Abastos, el veterinario municipal procedía a informar con el pomposo nombre de su negociado: “Inspección Sanitaria de Substancias alimenticias de esta Ciudad. En el reconocimiento practicado hoy en la Plaza de Abastos, he encontrado en los puntos de carnes de D. Juan Merino (este popular industrial local estaba casado con Juana Rodas, al parecer, prima de Diego Olivé Rodas “Morenito de Algeciras”), y de D. Enrique Soto (este otro industrial tenía su establecimiento en el número 8 de la Plaza Palma, estando al frente del mismo su hijo José Soto), puestas al exterior, carnes de cabra con varios trozos dispuestos a la venta por lo cual y en cumplimiento a la orden de VS dí conocimiento al Inspector de Plaza, como también lo participo á VS á los efectos que haya lugar. El Inspector Veterinario. Fco. G. Cibrian”. En ningún momento asegura el encargado de tan “barroco” nombre para un departamento municipal, que tales carnes presentaran síntoma alguno de enfermedad.

En los días sucesivos Enrique Soto siguió poniendo a la venta la carne de cabra sin que la calidad de esta lo impidiese; no obstante el cumplidor inspector, seguía informando de su presencia: “En el reconocimiento practicado hoy en la Plaza de Abastos, he encontrado en el puesto de carnes de Enrique Soto, puestas á la venta dos piernas y varias piezas de cabra; y en cumplimiento de lo ordenado por VS tengo el honor de participárselo para su conocimiento y satisfacción. Al Sr. Alcalde”.

En otro orden de asuntos sanitarios, y para evitar las frecuentes alarmas que se producían propalando noticias falsas sobre el estado de la salud pública, la Dirección General de Sanidad envió a los gobernadores civiles la siguiente circular: “Siendo muy frecuente las ocasiones en que, ya sea por la prensa o por otros medios de comunicación se informa al público de la aparición en algunas localidades de enfermedades epidémicas o de otras más comunes bajo la forma de casos aislados la más de las veces, pero que basta para producir la alarma y temor en las poblaciones, y siendo de precisa conveniencia que estas noticias sean justificadas para su debido crédito por las autoridades, á fin de que por esta Dirección se pueda dictar las medidas necesarias con pleno conocimiento de causa, ruego á VS que dando una vez más prueba de su celo informe á este Centro con la brevedad posible de la exactitud de las noticias propaladas respecto a las alteraciones de la salud pública. Así mismo se servirá VS –prosigue la circular enviada desde Madrid a todas las capitales de provincia– encargar á todos los subdelegados médicos que adopten las disposiciones convenientes para remitir al Instituto de Bacteriología de Alfonso XIII, a tenor de lo dispuesto en el párrafo 1º del artículo 1º del Real decreto de su creación, todas las materias y sustancias procedentes de los enfermos, y los resto cadavéricos cuyo estudio pueda contribuir al diagnóstico de la enfermedad sospechosa”.

La circular no aclara con la profundidad debida la expresión “disposiciones convenientes” para la remisión de tan peligroso envío al reseñado instituto. Nuevamente la administración sanitaria eleva un enésimo brindis al sol que parecer solapa un intento de censura sanitaria para los medios de la época. Las necesidades sanitarias de las poblaciones españolas, incluida nuestra ciudad, requerían soluciones más reales. Algeciras por aquel entonces se ha de enfrentar a un escabroso asunto: “El Sr. Alcalde á petición del Subdelegado de farmacia en ésta D. Juan A. Utor (la familia Utor tenía una droguería en el número 31 de la calle Cristóbal Colón o Larga), ha ordenado las clausuras de las farmacias de los señores Almagro y Torres por no encontrarse colegiadas. No habiéndose terminado el año de la constitución de la junta del Colegio de farmacia de Cádiz, puesto que según afirma el señor Utor se constituyó en Septiembre último […] los Sres. Torre y Almagro, que como todos sus compañeros de esta Ciudad, pensaban colegiarse, han enviado á Cádiz sus títulos, y demás documentos...”. El asunto no pasó de ser una “confusión administrativa”; pero que servía para la siguiente reflexión ¿sí existía tal descoordinación en algo tan subsanable como la burocracia, como confiar a aquella administración el envío hasta el centro del país de las reseñadas “materias y sustancias procedentes de los enfermos y los resto cadavéricos”, con los medios de seguridad –por otro lado no facilitados– de la época. Pero esa es otra historia.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios