El alcalde y la Sra. Besson (I)

Historias de Algeciras

Manuel Navarrete Campos ocupó la alcaldía en el año 1895, unos años después de que su padre también lo hiciera

En los días que se gestaba la creación del ferrocarril Bobadilla-Algeciras conoció a la inglesa Sra. Besson, perseguida por su marido

El Ayuntamiento de Algeciras
El Ayuntamiento de Algeciras
Manuel Tapia Ledesma

17 de julio 2022 - 02:00

El algecireño Manuel Navarrete Campos para nada necesitaba de la política para progresar socialmente. Dueño de un importante patrimonio, accedió a la Alcaldía algecireña en aquellos años impregnados del romanticismo de la época, y por los mismos motivos que en la Grecia o Roma clásica lo hacían los grandes patricios, es decir: por el simple sentido del honor hacia el público servicio. Aquel honorable sentimiento había sido heredado de quién fuera su progenitor Manuel Navarrete García a la sazón líder, desde años atrás, de los conservadores algecireños. El padre, hombre de gran prestigio en aquella Algeciras finisecular del XIX, ocupó la Alcaldía local en tres ocasiones 1879, 1885 y 1886 por Real Orden en aplicación de la Carta Magna del 76. Tanto padre como hijo llegaron a la consistorial sede, coincidiendo con una España en la que la electoral legislación surgida en el 78 introdujo el sufragio censitario masculino regresando con ello a primar, a la hora de determinar el derecho de voto, la renta y el patrimonio de la ciudadanía aspirante.

De regreso a la saga de los Navarrete y su impronta en la política local, comentar que años después del fallecimiento del padre aún se le consideraba al que fuera jefe de los conservadores locales -incluso por sus opositores-, referente de ejemplaridad y honestidad política. Buena prueba de ello es la crónica que se recoge en el siguiente documento consultado: "El partido conservador que alardea de gubernamental y serio se ha manifestado en forma tal que desmiente los fundamentos en que se sustenta. El clarín á cuyo sonido todos se prestaban y obedecían se lo llevó al sepulcro aquel hombre ejemplar; aquel legítimo conservador que en vida se llamó don Manuel Navarrete García".

El Ayuntamiento de Algeciras
El Ayuntamiento de Algeciras

De regreso a la figura de Manuel Navarrete (hijo), tras su triunfo electoral y posterior toma de posesión, tomaría asiento por primera vez en el mismo sillón que años atrás ocupara su padre, con la responsabilidad y el compromiso de estar a la altura de quién había sido, además de figura paterna, su personal referente político. Los años en los que Manuel Navarrete (padre) desarrolló su mandato fueron años muy duros, tanto en lo político como en lo social. Afortunadamente la situación había cambiado y el hijo del tan recordado prócer llegaba al cargo con espléndidos proyectos y sobrada ilusión; y sin que se cumpliera la cervantina frase: los oficios mudan las costumbres. Planes que de concluirse y llevarse a cabo introducirían por la mejor de las puertas a la ciudad bajo su mando en el nuevo siglo que estaba a menos de una década por comenzar. De seguro que en cada decisión que tomara como Alcalde de Algeciras se preguntaría ¿qué habría hecho su padre?. Aún recordaba con gran tristeza cuando pocos años atrás -concretamente el 7 de agosto del 88- procedió junto a su familia y allegados a dar sepultura a su sexagenario padre. Su madre Catalina de Campos Muñoz se vio en todo momento arropada por sus hijos: Manuel y Ángeles. Cuando este triste y natural episodio aconteció en la vida de la familia Navarrete, el futuro sucesor de su padre en la Alcaldía algecireña contaba con treinta años de edad y estaba casado con Concepción Cardona, y ejercía desde hacía varios años la abogacía en nuestra ciudad. Tenía su domicilio familiar en el número 4-8 de la calle Rocha. Su hermana estaba casada con Domingo Eugenio Neuville, cónsul de Francia en la vecina colonia de Gibraltar.

Antes de comenzar su carrera política, tanto como letrado como posteriormente Juez de Instrucción, Navarrete Campos desde su despacho situado en el número 2 de la calle Soledad (hoy, José Santacana) participó muy estrechamente en el desarrollo de aquella decimonónica Algeciras. En su faceta de abogado contaría con la inestimable ayuda de un gran subalterno: Salvador Valenzuela Távera, quién se hizo cargo de la parte burocrática del bufete, facilitándole en gran medida su labor tanto en el campo del Derecho como en el de la Ciencia Política. Valenzuela era un gran profesional para el que los posibles recovecos que pudieran ocultarse en la -también- ciencia jurídica de los procedimientos pocos misterios guardaba. Jamás se le fue un plazo; y presumía de saber la oportuna ubicación de cada expediente en su correspondiente estantería, anaquel y carpeta. Estos estaban conformados y archivados en orden y número igual a como se apreciaba en la ficha de cada uno de ellos. Su registral agenda no tenía precio. El buen escribiente tenía su domicilio en el número 2 de la calle López, es decir, prácticamente junto al despacho en el que desarrollaba su buen quehacer. Tal era la confianza existente entre el futuro alcalde y su hombre de confianza que ambos asumieron el Consejo de Familia -el abogado como presidente y el covachuelista privado como tutor- de los menores Remigio y Victoria Sancha Jiménez, hijos de Remigio Sancha y de su fallecida esposa María del Carmen Jiménez. Sancha ejercía la representación de la Compañía Arrendataria de Tabacos en nuestra ciudad, teniendo por tanto su despacho en la calle de la Marina. Siendo los empleados bajo el mando de don Remigio (apodados Blanquillos por el color de sus uniformes) poco o nada estimados por la población algecireña, dada la violencia con la que se empleaban en la represión del contrabando. (HISTORIAS DE ALGECIRAS VI. El crimen de los Blanquillos. Capítulo II, página 30).

Nada más llegar Navarrete Campos a su nuevo despacho el secretario general de la corporación algecireña Antonio G. Nouvelles, depositaría lógicamente sobre la mesa del nuevo alcalde una ingente cantidad de carpetas con un denominador común el asunto más urgente para nuestra ciudad: el contrato de obras de la Compañía constructora del Ferrocarril de Bobadilla-Algeciras, según rezaba en cada una de las portadas de aquellos “balduqueados” legajos bajo la anglosajona denominación The Algeciras (Gibraltar) Railway Company Limited. Aquel histórico contrato fue firmado en nuestra ciudad, siendo representada la compañía concesionaria del ferrocarril por su director Jaime Yforde Archer, ingeniero civil británico quién tenía su domicilio en Londres. También contaba aquel acuerdo con las firmas del ingeniero civil francés Leopoldo Lemonier Renand, domiciliado en la capital de España; y por último la también rúbrica del ingeniero civil español José Antonio Corral Palomares, avecindado en Almería. Aquel desglose de: explanaciones, túneles, fábricas o trazados, expresados en aquellos documentos, con sus implicaciones directas en nuestra ciudad, no dejaban de ser un gran reto. Por otro lado también estaba la adaptación a la nueva realidad urbana resultante de la labor de expropiaciones de huertas y cortijos particulares o del común, que se habían llevado a efecto con anterioridad por la inglesa compañía de la mano de su representante legal, el prestigioso abogado y vecino de San Roque Francisco Vicente Montero Riera. El necesario y oportuno cambio que estaba sufriendo Algeciras con la llegada de la modernidad a través del ferrocarril, no saldría gratis y la propuesta técnica que requería estaba muy por encima de la que el Ayuntamiento algecireño podía ofrecer en aquel momento debiendo su alcalde aportar la solución al histórico rentoy. No era hora de lamentarse sino de actuar. El futuro no tenía espera.

Al mismo tiempo que Navarrete Campos, junto a su corporación, aceptaban el reseñado reto, también estaba pendiente la adaptación de la ciudad a la llegada del alumbrado eléctrico, dándose la paradoja de que si bien cuando se firmaron en el reciente pasado los documentos que recogían: "Las proposiciones que se hicieron para el establecimiento del alumbrado público por medio de fluido eléctrico en esta Ciudad por acuerdo del Ayuntamiento en 25 de Julio de 1890", Navarrete Campos figuraba como representante legal de la parte privada, según se recogió en la siguiente: "Certificación de la Sociedad de Alumbrado.=Don Manuel Navarrete Campos, Licenciado en Derecho Civil y Canónico y en Filosofía y Letras, Secretario de la Junta Directiva de la Sociedad Anónima para el Alumbrado Eléctrico de Algeciras. Certifico: Que en la sesión celebrada por dicha Junta en el día 27 de Febrero próximo pasado, se acordó el particular siguiente: Habiéndose notificado al Sr. Presidente que la subasta del alumbrado eléctrico celebrada en esta Ciudad en 6 de diciembre último había sido aprobada definitivamente en favor de esta Sociedad por acuerdo del Ayuntamiento en sesión ordinaria de 19 de dicho Diciembre quedó autorizado el Sr. Presidente Juan Cardona Pérez elevar [...] contrató con aquella Corporación sirviendo de base el pliego de condiciones que se insertó en la Gazeta [...] aceptando desde luego a nombre de esta Sociedad la obligación que contrae de suministrar el alumbrado público bajo las cláusulas establecidas entre ambas partes. Constando también en el expediente: Don Antonio González Nouvelles, Secretario del Ayuntamiento de esta Ciudad. Certifico: Que en la sesión ordinaria celebrada con fecha de ayer por la Corporación Municipal se acordó autorizar a los Señores; Alcalde, D. Agustín de Otero y Toribio, y Síndico D. Juan Gómez Gallero, para que en representación de esta, comparezcan al otorgamiento de la escritura que ha de celebrarse para el servicio público del Alumbrado Eléctrico de esta Ciudad, que fue rematado en 19 del mes de Diciembre último á favor de D. Juan Cardona Pérez, como Presidente de la Sociedad Anónima de Alumbrado Eléctrico de Algeciras”. En definitiva Manuel Navarrete Campos tomó posesión de su cargo de Alcalde de Algeciras en un momento crucial para el desarrollo de nuestra ciudad imponiéndose la obligación de estar a la altura de las históricas circunstancias, como sin duda habría hecho su fallecido padre.

Y en esas estaba el buen letrado y alcalde, cuando a la estación de ferrocarril de Málaga llegó un ciudadano francés llamado Mr Fontaine, que según las crónicas que recogen su presencia: "Llegó con sigilo, supónese que venía siguiendo de cerca a su mujer". Al bajar del tren Mr Fontaine se fue a la lista de correos y pidió la correspondencia de Madame Besson que obtuvo con engaños y llevó enseguida sin abrirla al vicecónsul diciéndole que le entregaba las pruebas de la culpabilidad de su esposa. El vicecónsul guardó la correspondencia y Mr Fontaine se marchó á Sevilla inscribiéndose en el hotel Europa. Y allí á poco de entrar -prosigue el texto consultado- encontró á su hija, diciéndole, según testigos presenciales: -Sígueme ó te encerraré si desconoces la autoridad paterna, gritóle á la muchacha...

Recorte de prensa donde se observa la historia de la Sra. Besson
Recorte de prensa donde se observa la historia de la Sra. Besson

Mientras estos alejados hechos acontecían en la hispalense ciudad, nuestro algecireño alcalde seguía a lo que tenía que estar, preparando las infraestructuras de su ciudad e intentando estabilizar y equilibrar el presupuesto como podía y la legalidad le permitía. A la vez que nuestra primera autoridad proseguía en su laborioso trabajo...A través de distintos medios escritos el asunto de la Sra. Besson comienza a interesar al curioso lector algecireño, informando sobre el affaire la prensa: "Madame Besson de nacionalidad inglesa poseedora de magníficas fábricas en Inglaterra y en Francia, llegó á Sevilla pocos días atrás y se hospedó en el Hotel Europa en unión de su hija Adele; inscribiéndose como Madame Mateo. Esta viajera ha ocupado el interés de las policías de Bélgica, Holanda y Portugal á consecuencia de las persecuciones de que es objeto por parte de su marido Mr Fontaine. Madame Besson en vista de estas persecuciones busca un sitio donde la dejen tranquila su marido, la policía y la prensa. Mr Fontaine al saber donde se halla su esposa -prosigue la crónica- la denuncia siempre como criminal á los cónsules de su país. Estos, apoyados por las autoridades, se presentan á prenderla y en vista de la defensa que hace la dama y de las pruebas de su inocencia la dejan en libertad y se retiran tranquilamente”. Al parecer la citada señora se llamaba en realidad Marta Josefina Besson, era hija del inventor musical Gustave Auguste Besson y contrajo matrimonio en 1880 con Adolpho Fontaine, con quién tuvo una hija que, como se ha reseñado en la crónica, fue bautizada con el nombre de Adele.

Y he aquí que, cuando la silueta del ferrocarril había consolidado su negra presencia en el local paisaje, ambos destinos -el de la cuestionada, por su marido, Sra. Besson y el del alcalde Navarrete- se cruzarían en un corto futuro en las siempre procelosas aguas de la bahía.

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