Instituto de Estudios Campogibraltareños
El ferrocarril frustrado de Málaga a Algeciras (y II)
Algeciras musulmana y cristiana
Algeciras/En el año 1364 la larvada guerra civil que sufría Castilla desde la entronización de Pedro I asediado por su hermano Enrique de Trastámara y sus seguidores, estalló con toda virulencia, culminando en 1369 con la muerte del legítimo monarca castellano a manos del Conde de Trastámara con la activa participación del mercenario Bertrand du Guesclin. Las ciudades castellanas del Estrecho (Tarifa y Algeciras) que habían sufrido la despoblación y el desabastecimiento ocasionado por la larga contienda, aisladas por mar a causa de la alianza entre nazaríes, meriníes y portugueses, se hallaban en el verano de 1369 en tal estado de indefensión que podrían ser presas fáciles para un ejército que decidiera sitiarlas. Sobre todo Algeciras, que con su extenso perímetro defensivo se encontraba mal guarnicionada y peor avituallada. No cabe dudas de que las campañas de Muhammad V por tierras de Jaén, Córdoba y Sevilla -graneros, estas dos últimas ciudades, de la Andalucía cristiana-, en apoyo de la causa de Pedro I, habían acentuado el abandono del abastecimiento de las plazas fronterizas, de manera especial de las más alejadas y, por tanto, las más expuestas como Algeciras. A estos graves inconvenientes habría que añadir el rebrote de la epidemia de peste negra en Sevilla y su territorio en 1367 que volvió a diezmar las guarniciones de la frontera, así como las malas cosechas que venían azotando las tierras de Castilla y por cuya causa se despoblaban los campos y se encarecía mucho el precio del trigo y de la carne.
El historiador y sociólogo musulmán Ibn Jaldún relata así los acontecimientos que acabaron con la conquista de Algeciras por los granadinos: “Durante este período de turbaciones (la última fase de la guerra civil), los cristianos habían abandonado el mantenimiento de las fortalezas que defendían su país cerca de la frontera musulmana; por ello, los verdaderos creyentes concibieron la esperanza de recuperar la ciudad de Algeciras que, en otro tiempo, había formado parte de su imperio. El soberano del Magreb no podía emprender personalmente tan importante empresa, pues se veía obligado a emplear todos sus recursos en reprimir la insurrección de Abu l-fadl e Ibn Muhammad; pero rogó al emir de Granada que dirigiera su ejército contra Algeciras, prometiéndole pagar el sueldo de la tropa y proporcionándole una fota. Añadió que deseaba reservarse todos los méritos espirituales de una empresa tan santa. Habiendo sido aceptada esta condición, hizo enviar a Muhammad V varios cargamentos de dinero, mientras equipaba la escuadra en Ceuta. Estos navíos se hicieron pronto a la vela y fueron a bloquear el puerto de Algeciras. El rey de Granada pagó a sus hombres, organizó sus tropas y habiéndose provisto de máquinas de guerra, embistió la ciudad. Apenas transcurridos unos días, cuando la guarnición cristiana había perdido la esperanza de ser socorrida y reconociendo que su derrota era inevitable, solicitó una capitulación, obteniendo tan buenas condiciones que los de Algeciras se apresuraron a evacuar la plaza.”
La ciudad de Algeciras estuvo en poder de Castilla veinticinco años. En el mes de octubre de 1369 el estratégico enclave portuario, cuya conquista tantos esfuerzos había costado al rey Alfonso XI, volvió a soberanía musulmana tras una breve campaña acometida por el sultán Muhammad V de Granada. El propio monarca nazarí, en una carta dirigida al sepulcro del profeta Mahoma, relata con estas palabras la toma de la ciudad: ”Entonces nos dirigimos a Algeciras, puerta de esta patria por donde vino el tranquilizador Levante de la Verdad cuyo esparcimiento disipó la mentira… Los muslimes atacaron la ciudad por cuantas partes les permitía… Lanzaron sobre ella tal cantidad de dardos que venían a ser como una sombra que ocultaba el sol… Montaron sobre elevadas escaleras que dominaban las murallas de la ciudad. Abrieron brecha, arrojaron sobre ella el tormento y se apoderaron de su hijuela Albuniya (la villa meridional). Después se dirigieron los esfuerzos de los creyentes contra la ciudad grande y rodearon como un muro a la muralla de aquélla… Se aproximaron a ella con máquinas de batir… Luego abandonó Dios a los infieles… Entonces fue solicitado por ellos el salvo conducto para su salida… La ciudad fue rápidamente purificada de su infidelidad y los altos minaretes dieron voces llamando a la oración pública… Volvieron a forecer con la mención de Dios. La ciudad recobró sus mejores galas, después de los terrores sufridos quedó tranquila y volvieron a ser abundantes sus riquezas… Esta ciudad es, entre las del Islam, como un collar de la garganta…”
Con el nombramiento de un gobernador, la purificación de las antiguas mezquitas —convertidas por los cristianos en iglesias—, la probable reactivación de la actividad mercantil y el establecimiento de una guarnición armada Algeciras quizás recuperara parte del tono perdido durante la convulsa etapa castellana. Las murallas, cuyo mantenimiento se había abandonado durante el reinado de Pedro I, fueron reparadas y el puerto fue de nuevo foco de comercio con Aragón, Túnez y Marruecos. El historiador Mujtar al-Abbadí menciona a Algeciras como una de las bases navales de los nazaríes en tiempos de Muhammad V, añadiendo que en todas ellas existían arsenales para construir y reparar barcos y a su vez para recibir municiones y socorros desde el otro lado del Estrecho.
Pero, las dificultades con que se encontró el emir granadino para repoblar el término y reactivar las funciones portuarias y la economía de la ciudad fueron similares a las que se encontró el rey de Castilla veinticinco años antes. Serían, por tanto, el fracasado proceso de repoblación y la imposibilidad de mantener bien defendida y abastecida la plaza, al mismo tiempo que se sucedían importantes cambios en Castilla (muerte de Enrique II en 1379) y en las relaciones con fez (expulsión de los meriníes de Gibraltar por el ejército nazarí en 1374), lo que hizo que Muhammad V tomara la decisión de destruir la ciudad y abandonarla para evitar que el enemigo castellano o los norteafricanos pudieran volver a ocuparla. Las fuentes que tratan sobre la destrucción y el abandono de la ciudad por los granadinos no son coincidentes en las fechas. Sin embargo, se puede afirmar que debió ser en torno al año 1379 -una década después de la conquista nazarí- cuando el sultán Muhammad V ordenó la demolición del recinto defensivo de Algeciras, la destrucción y el expolio de las edificaciones de carácter público y aúlico: alcázares, palacios, mezquitas, baños, alhóndigas; el cegamiento del puerto interior para imposibilitar el paso de las embarcaciones y el posterior incendio de lo que quedaba en pie. Hasta tal punto fue arrasada la ciudad que Ibn Jaldún señala que a la mañana siguiente “se hallaba tan arruinada como si no hubiera estado habitada la víspera.”
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