Campo Chico

Le llamábamos Don Ventura (II)

  • Médico en el Hotel Reina Cristina y en la enfermería de La Perseverancia, don Ventura fue un hombre de bien que pudo disfrutar de toda clase de reconocimientos y parabienes

En pie, a la derecha, Ventura Morón, y a la izquierda Regino Martínez.

En pie, a la derecha, Ventura Morón, y a la izquierda Regino Martínez.

Era de suponer que nuestros dos grandes paisanos, el músico, Regino Martínez, y el médico, Ventura Morón, habrían tenido alguna amistad. Eran dos personalidades muy relevantes en una población que como la algecireña de la segunda mitad del siglo XIX, oscilaba alrededor de los doce o trece mil habitantes.

Cuando nació Regino (1845) aún no había transcurrido un siglo desde la emancipación municipal de la ciudad (1755) y faltaba poco más de medio para la Conferencia de Algeciras (1906), fecha que pudiera tomarse como referencia de un futuro digno que no llega del todo hasta el cierre de la verja en 1969, cuando la comarca empieza a tomar consciencia de sus posibilidades con los planes de desarrollo de los último gobiernos del general Franco. En las cuatro décadas que siguen a 1860, dos años antes del nacimiento de Ventura, se produce un decrecimiento de población superior al 30%, que toca fondo hacia 1890 cuando nuestro médico ya está en el Hospital de La Caridad, del que unos años después, en 1900 y, de hecho hasta su muerte en 1942, sería director.

La España de entonces vivió sobresaltos de todo tipo, tal como el llamado Sexenio Democrático (1868-74) consecuente a la Revolución de Septiembre (La Gloriosa), que supuso el destronamiento y exilio de la reina Isabel II y la llegada de la histriónica Primera República, aún más trágica que la segunda, con su final por golpe de Estado y todos los aditamentos de un caos bien organizado; amén de una de nuestras más tempranas proclamaciones del “Estat Català".

El primer presidente de esa primera República fue Estanislao Figueras, un abogado barcelonés que a los dos meses de tomar posesión, dimitió y se fue a Francia después de decir en el Consejo de Ministros (transcribo literalmente): “Senyors, ja no aguanto més. Els seré franc: estic fins als collons de tots nosaltres!” (Señores, ya no aguanto más. Voy a serles franco: ¡estoy hasta los cojones de todos nosotros!).

Esa amistad que yo presumía existente cuando escribía la primera entrega de este relato, en efecto existió. Lo he podido constatar gracias a Juan Carlos Ocaña y al magnífico trabajo que él y sus compañeros de la asociación “Amigos de la Música”, han realizado en torno a la excepcional figura de Regino Martínez. Una fotografía, restaurada por ellos, que acompaña a este artículo nos muestra a un joven Ventura Morón, no ha mucho tiempo casado; acompañado de su mujer, Ángela, y de su primer hijo, Ventura –en brazos de su madre–; en la que están Regino Martínez y algunos más en el patio de la casa número 31 de la calle Ancha, entonces Sagasta, domicilio y casa natal de Regino. Al parecer, nuestros dos personajes pudieron haber sido cuñados, pero la muerte muy joven de la hermana del violinista frustró el proyecto.

Algunos años después del prematuro fallecimiento de Regino, en 1901, Ventura y su familia se trasladaron al número 31 de la calle Ancha. Allí atendería en privado a los enfermos y adquiriría una gran popularidad; querido y admirado fue hasta el punto de que por suscripción popular, la ciudad le regaló, en 1927, un coche Fiat (CA-2090), que le fue entregado en la plaza de toros con lleno hasta la bandera, vuelta al ruedo y salida por la puerta de feria, según relata J.A. Benítez (citado).

Entrega del Fiat al médico. Entrega del Fiat al médico.

Entrega del Fiat al médico.

Don Ventura estaba al alcance de todos; me contaba Carlos de las Rivas que habiendo sido elegido presidente del Casino de Algeciras, sociedad elitista por excelencia en ese tiempo, apenas si estuvo unos meses. Tuvo que dejarlo porque era tal la expectación que producía su presencia en la calle o en cualquier lugar público, que resultaba imposible que pudiera disponer de sí mismo. Lola Peche, conocida poeta algecireña, escribiría: “Decir en Algeciras Don Ventura,/ es pronunciar un nombre bendecido/ que no ha borrado el tiempo ni la muerte”. Pablo, el campanero de La Palma, y José Orozco, el sacristán, que compartieron el día a día de las esquinas de la calle Jerez con la plaza, recordaban a Don Ventura como si hubieran visto en él la personificación de la bondad.

La traza que dejan los grandes hombres es un camino que desearías recorrer

La calle Jerez –Morón nació en la modesta casa que estaba en el solar donde está hoy la llamada Casa Millán– empezaba en la Plaza Alta y llegaba hasta el Secano (Ruiz Zorrilla). Pasó a llamarse Ruiz Tagle cuando la Conferencia de Algeciras, aludiendo a una familia de comerciantes y políticos gaditanos, y una parte de ella, los dos primeros tramos, hasta la calle Sevilla, adoptó finalmente el nombre de Ventura Morón. También se erigió un busto que hoy está en el parque; un poco descuidado, por cierto, no obstante ser, además del de Don Ventura, obra de José Román, al que se le encargó para que fuera colocado cerca del hospital de “La Caridad” y del Teatro Florida, en una pequeña alameda triangular con mucha historia. Se inauguró el día 15 de agosto de 1948 en un acto muy emocionante presidido por un alcalde extraordinario, que tenía no poco de poeta, Don (aquí es también con mayúscula) Ángel Silva Cernuda –sobre el que habrá algo que decir un día de éstos– a cuyo bello discurso replicó José Morón, hijo de nuestro personaje. El lugar se llama plaza de Joaquín Ibáñez, en memoria de un gran benefactor de la ciudad y hermano de Ángela, la esposa de Don Ventura.

Yo he tenido el privilegio de conocer personalmente a algunos descendientes de Don Ventura y la casa de la calle Ancha donde vivió y murió. Uno de sus hijos, Enrique, ejerció brillantemente durante muchos años la medicina buco-dental, como el hijo de éste, Ventura Morón Ramos.

Enrique fue un finísimo poeta cuya obra corta, inspiradísima y brillante (“Legado”, 2013) fue publicada muchos años después de su muerte. Mercedes, una de las hijas de Don Ventura, casó con un hombre al que recuerdo con mucho afecto, José Arjona Ibáñez. El primogénito de este matrimonio, Ventura Arjona Morón, es una de las más grandes figuras de la neuromedicina; tanto es así que convirtió en una referencia mundial de la especialidad al hospital “Virgen de las Nieves” de Granada. Hijo predilecto de Algeciras, de la provincia y de Andalucía, está, como sus hermanos, Enrique y José, entre las personas que quiero y admiro.

La traza que nos dejan los grandes hombres, sobre todo si son próximos, si han compartido contigo espacio y tiempo, si han amado algo de las cosas que tú amas, se constituye en una especie de camino que desearías recorrer para vivir con ellos sus vivencias y también sus decepciones y sus fracasos. Supe mucho de Don Ventura y conocí algo de su legado, y fui amigo de unos cuantos descendientes suyos; Dios ha sido muy generoso conmigo.

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