Algeciras

Bicicletas entre excrementos y ratas

  • La flota que componía el servicio gratuito, puesto en marcha en septiembre de 2008 y suspendido siete meses después, permanece almacenada en un local municipal lleno humedad, roedores y aguas fecales

Al abrir la puerta del almacén municipal una rata da la bienvenida. Una vez dentro del habitáculo, el panorama no deja de ser desolador: medio centenar de bicicletas oxidadas sobre un suelo convertido en ciénaga por las aguas fecales. Las telas de araña, el hedor y la humedad completan el paisaje. Este es el epílogo de la iniciativa Tubici, el servicio gratuito de bicicletas que puso en marcha en el mandato anterior el Ayuntamiento y la Agencia Andaluza de la Energía (AAE). El experimento sólo duró siete meses y en marzo de 2009 se decidió suspenderlo. Desde entonces, la bicicletas han permanecido guardadas en un estado deplorable en los bajos de un edificio en el paseo Juan Pérez Arriete. El Consistorio debía velar por su mantenimiento, pero es difícil ya que alguien pueda dar uso a estas bicicletas, que formaron parte de un servicio en el que se invirtió 118.796 euros.

Tubici fue una de las primeras iniciativas del recién formado equipo de gobierno de PSOE e IU. Sobre el papel pintaba bien y ya en julio de 2007 el Ayuntamiento había firmado el convenio de colaboración con la Consejería de Innovación, Ciencia y Empresa de la Junta. La aportación original para este servicio ascendía a 140.000 euros y estaba dotado de 100 bicicletas. Sin embargo, este documento fue modificado en octubre de ese año por razones técnicas. Así, el texto definitivo exponía que por viabilidad se reducía de 100 a 75 el número de bicicletas, valorándose los conceptos suprimidos en 21.204 euros. El servicio se completaba con tres bancadas y otros tantos puntos de información. El convenio revisado también especificaba la responsabilidad sobre el mantenimiento. Así, la cláusula segunda estipulaba que la competencia de la AAE se limitaba "únicamente a las reposiciones que procedan del deterioro ocasionado por el uso normal del mismo", recayendo en el Consistorio el compromiso de "adoptar las medidas necesarias para evitar los actos vandálicos", hacer frente a las "pérdidas o daños derivados de una causa fortuita, responsabilizándose el Ayuntamiento de reponer cualquier pérdida o elemento dañado para que el número total de bicicletas y el resto de elementos del sistema estén en todo momento en perfecto estado de uso".

El convenio, con un plazo de vigencia de tres años, fue firmado por el exalcalde Tomás Herrera (PSOE) con la AAE. La Consejería de Innovación aportaba el material valorado en 118.796 euros.

Sin embargo, no fue hasta julio de 2008 cuando el entonces teniente de alcalde delegado de Movilidad Urbana, Javier Soto (IU), ratificó el convenio para el suministro y la gestión de la flota de bicicletas para uso público como medio de transporte. El proyecto Tubici Algeciras estaba listo para echar a rodar. Ya se habían instalado los tres puntos de anclaje en la Escuela Politécnica, el parque María Cristina y el Estadio Enrique Talavera. Asimismo, se ultimaba el sistema para el préstamo gratuito. Para ello, había que sacarse una tarjeta, previo abono de 30 euros que luego sería devuelto, para darse de alta. El primer año sería gratuito y a partir del segundo tendría un coste anual de 30 euros. Las bicicletas fueron llegando y sólo restaba el estreno.

La inauguración del servicio tuvo lugar el 3 de septiembre de 2008 en la Escuela Politécnica. Lo protagonizaron Herrera, Soto y la delegada provincial de Innovación, Angelines Ortiz, como representante de la Junta. Algeciras se apuntaba al transporte limpio con una iniciativa con la que se esperaba ahorrarle a la atmósfera la emisión de 131 toneladas de dióxido de carbono. Pero pronto el servicio empezó a chocar con la realidad. El mismo día del estreno, Soto ya se lamentaba de que habían robado un sillín.

Algeciras no es Sevilla, donde se ha implantado con éxito este sistema. A diferencia de los kilómetros de carril-bici de la capital sevillana, en la ciudad apenas se dispone de ellos pese a que en las últimas fechas se ha ampliado hasta El Rinconcillo. Asimismo, la orografía de Algeciras la convierte en una especie de montaña rusa llena de cuestas. Las bicicletas instaladas eran de paseo; es decir, que carecían de marchas, lo que complicaba sobremanera coronar algunas de las etapas de la ciudad. Para remate, el material de los vehículos no se presentó como el más adecuado para un clima marítimo como el de la ciudad, por lo que pronto la humedad empezó a hacer mella y en pocos días las bicicletas ya tenían oxidadas algunas de sus piezas. El Ayuntamiento y la Junta procedieron pronto a sustituirlas por otras de plástico para evitar la corrosión, pero tampoco solucionó del todo el problema. La consecuencia de todo esto fue que a los dos meses apenas una treintena de ciudadanos se habían dado de alta.

Siete meses después de ponerse en marcha, el Ayuntamiento decidió suspender el servicio. Los motivos esgrimidos por Soto: el deterioro del material y la escasa demanda. El concejal llegó a afirmar que las bicicletas eran "inservibles". El experimento se fue al traste, así como la inversión realizada. Las bancadas se quedaron instaladas para el recuerdo y las bicicletas se retiraron a la espera de una nueva intentona que nunca llegó.

Las bicicletas, desde entonces, han estado guardadas en un almacén municipal en Pérez Arriete. Sin embargo, lejos de conservarse en buen estado para un posible uso futuro, éstas han seguido deteriorándose. Como pudo comprobar Europa Sur, alrededor de medio centenar de bicicletas están esparcidas en un local que ocupa los bajos de un edificio. El habitáculo está inundado de excrementos y aguas fecales. Para aliviar los vertidos, la arqueta permanece abierta, lo que da vía libre a las ratas y las cucarachas para que campen a sus anchas. La humedad se ha cebado con las bicicletas, que tienen buena parte de sus piezas -platos, piñones y cadenas, entre otras- oxidadas. Junto a ellas también están apiladas las piezas originales que fueron sustituidas -guardabarros, manillares y protectores de los platos-, que forman un amasijo de hierro oxidado. La falta de limpieza, el hedor y las telarañas que cruzan todo el local dan fe de que la falta de mantenimiento ha brillado por su ausencia estos años.

En este almacén hay poco más de medio centenar de bicicletas, que ahora sí que están inservibles. Del resto nada se sabe de momento. Un triste y sucio final para una iniciativa destinada a fomentar el transporte limpio en la ciudad. Visto el resultado, más ahora en esta época de recortes económicos, este desembolso económico también se antoja un desperdicio de dinero que podría haber tenido un destino mejor.

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