Los Bandrés que vinieron del norte

CAMPO CHICO

El gran Pepe Vallecillo escribía en 1988: “Un empleado despedido mata a tiros en Algeciras al director de Isnasa”

El sueño cumplido de esta familia vasca es el motivo que subyace en la base de nuestras ensoñaciones

Bandrés, Paquirri y Gayoso en la plaza de toros de Algeciras
Bandrés, Paquirri y Gayoso en la plaza de toros de Algeciras

Bien que Bandrés es un apellido de origen aragonés, según los expertos, circula con comodidad tanto en Valencia, las Vascongadas y Navarra como por estos pagos del sur. Los Bandrés a los que ahora me refiero aparecieron por Algeciras no hace muchos años, a poco de rebasar el tiempo, el ecuador de la década de los sesenta. La historia que envuelve la vida de Julián Bandrés Jáuregui y la de la familia que creó con Rosa Guerrero, es bellísima. Lo es por la nobleza que emana de sus actos, lo es por su actitud ante las dificultades a las que tuvieron que enfrentarse y lo es, sobre todo, porque hay mucha paz, mucho amor y mucha generosidad en su desarrollo. Julián nació en Tolosa, un municipio guipuzcoano entre montañas y cursos fluviales. Enclavado en un paisaje espléndido a menos de media hora hacia el interior y al suroeste de San Sebastián, una de las ciudades más elegantes y bellas del mundo. Donostia, su nombre en vasco, tiene una procedencia de inspiración romana ligada a la figura del santo que le da nombre en castellano.

Se dice que Oiasso, o Easo, era una ciudad romana, precedente geohistórico de San Sebastián –la bella Easo– o tal vez de Irún, y que por allí existió una ermita consagrada a ese santo muy requerido por sus numerosos devotos, frente a las pestes que tanto asolaron Europa a mediados del siglo XIV. De hecho, el nombre vasco de la ciudad, Donostia, es una composición de Don y Ostia, que alude al señor (don) del puerto (ostia), en referencia al santo romano. En San Sebastián precisamente, nació Julián, el segundo hijo de Julián y de Rosa, una muchacha bilbaína, descendiente, dos generaciones atrás, de inmigrantes manchegos. Julián (hijo) es el único superviviente de aquella familia de inequívoca naturaleza vasca, que se integró voluntariamente y se enamoró de estos pagos gaditanos que hacen cuña entre dos mares. Bien que Julián casó con una salmantina, Mar, que reside en Madrid con su esposa y sus tres hijos, que su trabajo ha sido intenso y que ha desarrollado actividades de gran proyección en el ámbito, sobre todo, de los medios audiovisuales, su vinculación con el Campo de Gibraltar se ha mantenido vigorosa y entrañablemente. Forma parte activa del grupo madrileño denominado Al-Yazira y no pierde oportunidad que le permita disfrutar de su querida comarca –como él mismo dice– en la que vivió su infancia y adolescencia, en la que se educó y desde la que se situó en el mercado laboral, en destinos de primerísima línea.

Julián y Rosa en los toros
Julián y Rosa en los toros

Julián Bandrés Guerrero

Todavía puede verse el rótulo del restaurante La Cazuela en el Secano. Ocupa un recodo sin actividad, que hace la antigua carretera de Cádiz a Málaga, a la entrada de la calle Panadería (Emilio Castelar), en el número 59 de ésta. Es un edificio en línea con el antiguo hospital civil. En él se establecería y lo haría referencia de la entonces escasa oferta gastronómica de Algeciras e incluso de la comarca, Juan Luis Bandrés Guerrero, un vasco nacido en Dax, inmediatamente al norte del llamado País Vasco francés, cuando sus padres eran todavía unos españoles exiliados. Dax es una de las localidades más importantes de la Francia taurina, lo que quizás fuera una premonición para ese joven cocinero que sería ganadero de reses bravas y apoderado, nada menos que de Curro Romero. Juan Luis se formó profesionalmente en la Escuela Superior de Hostelería y Turismo de Madrid (ESHT), una institución de gran prestigio por la que han pasado profesionales de la talla de Juan Mari Arzak, Alberto Chicote o Pedro Subijana, entre otros grandes de la cocina. Julián, su hermano, quince años menor, era un niño que estudiaría en los salesianos, se familiarizaría con esas calles de alrededor cuando aún el cine Delicias, junto al Florida, funcionaba como cine de verano, formando parte de aquella pléyade de locales que exhibían películas a cielo abierto en los veranos de nuestras ciudades. El Avenida, frente a la residencia militar de la prolongación de la calle Ancha, o el Sevilla, justo en donde hoy está la plaza de Neda, eran los cines del centro norte, mientras que el Delicias era el cine por excelencia del centro sur, frente a la fábrica de harina de otros Bandrés, que precedieron a estos y que, como aquellos, contribuyeron mucho a nuestro desarrollo. Una preciosa muchacha, Ana María Bandrés nos regalaba su belleza, entonces, y gracias a Dios, nos la sigue regalando ahora.

Juan Luis en "La Cazuela"; sentada su madre, Rosa
Juan Luis en "La Cazuela"; sentada su madre, Rosa

Julián estudió después Derecho en la Universidad Complutense, tras superar el Curso Preuniversitario en el Instituto San Isidro de Madrid, una institución de extraordinaria importancia, heredera de los Estudios de la Villa (1346), del Colegio Imperial (1603) y de los Reales Estudios de San Isidro (1625). Donde enseñaron o aprendieron, entre otros ilustres personajes del saber, Lope de Vega, Calderón de la Barca, Francisco de Quevedo, Nicolás Salmerón, los hermanos Machado, José Canalejas, Jacinto Benavente, Juan de la Cierva, Eduardo Dato, Pío Baroja, Gregorio Marañón, Vicente Aleixandre y Camilo José Cela, por citar a algunos de los más conocidos. El Instituto está en el barrio de La Latina, en el corazón del viejo Madrid, cercano a los entresijos viarios en los que se sitúa el Rastro y a muy poca distancia de la plaza y calle Mayor y de la Puerta del Sol. Julián estaba destinado a otros universos alejados de la hostelería. Empezó a trabajar en la Asociación de Navieros Españoles, concretamente en Feblasa, una naviera que cubría la línea Denia-Ibiza. Parecía destinado a la administración de empresas, pero en poco tiempo se orientó a la publicidad. Después fue contratado por Radio Intercontinental, una emisora muy madrileña, y enseguida por Renfe, el primero de los importantes destinos que ha desempeñado hasta hoy. En Movierecord, conoció a su amigo Leo Farache, un brillante todoterreno de la comunicación, la publicidad y el estudio de mercados (hoy también en el grupo Al-Yazira) y finalmente trabajó en Atresmedia como director de publicidad de zona con una amplia cobertura nacional.

"La Cazuela" en los años setenta
"La Cazuela" en los años setenta

Julián Bandrés Jáuregui, el patriarca

Julián, padre, no era hombre de hostelería, pero lo eran sus hermanos Juan y Luis. Su padre, Juan, era pamplonés y conoció, ya en Guipúzcoa, a Claudia, que era de Villarreal de Urrechua (hoy Urretxu), cerca de Zumárraga. Muy en la tradición vasca, la familia poseía un negocio en el que trabajaban todos, Julián era el menor de cuatro hermanos, estudio en los Escolapios de Tolosa y se hizo perito mercantil. No mucho más tarde, cuando tenía 23 años, la guerra de 1936 cambió el curso natural de los acontecimientos. Fue movilizado e incorporado al ejército republicano. Su padre murió en 1938, en Lérida, en un bombardeo, y Julián salió hacia Francia con los derrotados. Como tantos otros fue internado, junto a su hermano Juan, en un campo de refugiados, en Gurs (Aquitania). En la Enciclopedia del Holocausto puede leerse lo siguiente: “Las condiciones en el campo de Gurs eran muy primitivas. Estaba abarrotado y había una escasez constante de agua, comida y ropa. Durante 1940-41, unos 800 detenidos murieron de enfermedades contagiosas, incluyendo fiebre tifoidea y disentería”.

El encuentro de Julián con Rosa, los padres de Juan Luis y de Julián Bandrés Guerrero, los que en los último años sesenta decidieron echar raíces en Algeciras, se produjo en el exilio, en Morcenx, un pequeño pueblo, como Gurs también de Aquitania. Los padres de Rosa, Aurelio y Ramona, eran también vascos españoles exiliados. Aurelio había sido concejal del Ayuntamiento de Bilbao, militando en Izquierda Republicana, el partido de Manuel Azaña y en Francia recalaron en Morcenx. Julián y Rosa se casaron en Burdeos y vivieron algún tiempo en Paris donde trabajaron, él como chofer y mecánico y ella como doncella. Más tarde consiguieron regentar una portería. Su primer hijo se llamó Juan Luis en honor de los hermanos de Julián, uno de los cuales, Juan, terminaría por vivir en Fuengirola donde entabló amistad con José Antonio Girón de Velasco, notable personaje del bando llamado nacional y destacada figura de la posguerra entre los vencedores. Se les veía con frecuencia jugando al mus y dando un formidable ejemplo de tanto como hizo por España aquella generación de la reconciliación.

El campo de refugiados de Gurs
El campo de refugiados de Gurs

La vuelta a España

A mediados de la década de los cincuenta, Julián y Rosa aprovecharon la oportunidad que les daba la vida de regresar a España. Juan Luis, el gran cocinero y extraordinario emprendedor, un hombre de bien que creó riqueza y sembró bienestar en nuestra tierra, tenía tres años cuando su padre se colocó de conductor del agregado naval de la Embajada Británica en Madrid y de ahí derivó a chofer privado de Concha Piquer, cuando la dama de la copla española, actriz y cantante, estaba en su apogeo. Su marido, Antonio Márquez Serrano, matador de toros conocido por “el Belmonte rubio” –tomó la alternativa con Juan Belmonte de padrino y Granero y Sánchez Mejías de testigos– se cortó la coleta cuando estalló la guerra civil y desde entonces llevaba la representación de su esposa. Antonio estaba buscando un conductor que estuviera habituado a los coches automáticos y Julián era uno de los pocos con esa experiencia en aquellos tiempos. Nadie se habría aventurado a suponer que Juan Luis, el hijo de Julián y Rosa, sería con el tiempo apoderado de Curro Romero que estuvo casado con Concha Márquez Piquer, la hija de Antonio y de Concha.

En Algeciras, Julián y su hijo pequeño, nuestro Julián Bandrés Guerrero, daban largos paseos desde el Puerto a la Isla Verde y aquel se explayaba hablando al muchacho de ese tiempo mágico, de la gente que rodeaba el mundo del espectáculo de su tiempo y de las letras que escribió para Doña Concha, Rafael de León, uno de los más grandes de la poesía popular, de la llamada “Generación del 27”. Letrista de coplas tan maravillosas como Ojos Verdes, autor de poemas como La Profecía –“Nada de pegarme un tiro, ni de enredarme a maldiciones, ni de apedrear con suspiros los vidrios de tus balcones”– y de muchos textos grabados en la eternidad. Seguramente Julián murió sin saber que Rafael de León estaba emparentado por vía materna con los Pérez de Vargas de Algeciras, con los que tanto se relacionó y que tanto le estimaron. El local de La Cazuela era de Manuel Pérez de Vargas Quirós, el propietario de Bodegas La Bahía, distribuidor de bebidas alcohólicas y dueño de la destilería La Giralda. Uno de los primeros empleados que tuvo La Cazuela fue Pepe, al que llamaban “el moreno” o “Chicha”, aludiendo por su aspecto, al escurridizo y hábil delantero del Atlético de Tetuán, muy popular entonces por estos pagos. Pepe había sido el barman principal de Los Rosales, de Ignacio Pérez de Vargas Mena, primo hermano de Manuel, que se había cerrado, tras el fallecimiento inesperado de Ignacio, en diciembre de 1967, poco antes de la apertura del restaurante de la familia Bandrés.

Cuanto más vasca, más española

Julián padre descubrió el Campo de Gibraltar en sus viajes por toda Andalucía como chofer de Concha Piquer. Pero antes, siéndolo del agregado naval de la Embajada Británica, visitaba Gibraltar con mucha frecuencia. Aún quedaban unos cuantos años para que la vida le trajera al Campo de Gibraltar. Primero fue Venezuela, Caracas concretamente, donde después de buscarse la vida recalaron en la portería de la casa donde vivía el gran humanista, intelectual y político caraqueño Arturo Uslar Pietri, que fue Premio Príncipe de Asturias de las Letras en 1990. Finalmente Julián y sus hermanos, Juan y Luis consiguieron la concesión de una gasolinera de la Shell, donde estos últimos montaron un bar restaurante, en el barrio de Bello Monte, un importante núcleo financiero, comercial y cultural de Caracas. Ello los situó en condiciones de poder mantener en Europa en internados a Juan Luis y de pensar en la vuelta a España. Cuando Rosa quedo embarazada de su segundo hijo, Julián, decidieron volver a España y compraron una casa en el Alto de Miracruz, frente al restaurante Arzak; Juan Mari sería después amigo y compañero de Juan Luis en la ESHT de Madrid. Tras cuatro años en la Escuela, con diecinueve, Juan Luis es galardonado con el premio Cesar Balsa, de la famosa cadena mexicana de hostelería, fundada por el cocinero de origen español de ese nombre. Juan Luis emprende una carrera meteórica como cocinero que le lleva al Pabellón Español de la Feria Universal de Nueva York, a perfeccionar su arte en la Escuela de Hostelería de Lausana y a permanecer por un tiempo en México.

Julián padre tendría unos 54 años cuando la añoranza de sus viajes le hizo pensar el sur. Sus hermanos habían abierto un negocio de restauración en Fuengirola y en Algeciras conoce a los Pérez de Vargas. La excelente formación de Juan Luis, el viejo enamoramiento de Andalucía y del Campo de Gibraltar, que quedaba latente en el corazón de Julián y de Rosa, y la ocasión de hacerse con un buen local en la ciudad componen un marco en el que ya se situarán para siempre. Todos, incluso la abuela Claudia, se hacen algecireños casi de inmediato y Juan Luis establece en Algeciras el primer apunte para un concepto de restauración sin precedentes. Julián hijo, tenía entonces cinco años. Llegada la ocasión y con la colaboración necesaria de su esposa le llamaría Claudia a una de sus hijas. Me contaba el admirable Julián, que me honra con su entrañable amistad y con el que tengo el privilegio de compartir verbo y mantel en el seno del grupo Al-Yazira, que la abuela Claudia, “aquella vasca de Villarreal de Urrechua, con el moño y la bata negra más tradicionales, nos decía mirando el cielo algecireño que cuanto más vasca soy, más española me siento”. Su lengua materna era el euskera y en esa lengua hablaba con su hijo, el padre de Julián.

Arzak en el cincuentenario de la V promoción de la ESH
Arzak en el cincuentenario de la V promoción de la ESH

Juan Luis, naviero y ganadero

El gran Pepe Vallecillo firmaba el viernes día 16 de diciembre de 1988, una crónica encabezada por la frase: “Un empleado despedido mata a tiros en Algeciras al director de la naviera Isnasa”. Juan Luis, querido y admirado por sus trabajadores, que siempre encontraron en él la actitud de un hombre bueno, moría asesinado por un descerebrado. Tenía cuarenta y un años y desde su llegada a la ciudad, su capacidad innovadora y de emprendimiento, lo situó a la vanguardia de la relevancia social y empresarial. En una comarca más dada a la barra que a la mesa, Juan Luis sentó las bases de un negocio de restauración a la altura de los mejores. La Cazuela pasó pronto a manos de sus padres porque la capacidad de iniciativa de Juan Luis rebasaba todos los supuestos. Al final de la década de los setenta, los padres de Juan Luis se jubilan definitivamente y La Cazuela se extingue. Presidente del Skal Club, una organización que agrupa a profesionales del turismo de todo el mundo, se hace cargo de la Delegación de Isnasa, entonces una pequeña naviera propiedad del mallorquín José Alzina Ferragut. En 1972 el empresario decide buscar nuevas líneas de navegación y obtiene la concesión de una entre Algeciras y Ceuta, que empezaría a prestar servicio en abril de 1973. Con Sayalero de socio, Juan Luis se convierte en director general de Isnasa, la primera gran naviera privada, y más tarde en ganadero de reses bravas.

Un barco de Isnasa
Un barco de Isnasa

Recientemente algún medio ha retomado la carta con la que Juan Luis contestó a una circular en catalán del Ayuntamiento de Barcelona que pretendía recoger información para la revista Que Fem Aquest Estiu? (¿Qué hacemos este verano?). Fechada el día 24 de enero de 1986, la carta de Juan Luis decía lo siguiente: “Agesira Mare (Cai). Zeñó: He recibío zu carta de fesha catorse der corriente me d´enero. Nó ha sío una jartá de difisí enterarno de los sucedío, y má o meno eztamo cazi orientao. Lo que todavía no s’entiende del tó e lo de “Que fem aquest estiu” y ezo no lo podemos conchabá. En cuantito lo zepamos le contestaremo con musho arte. Eá, zeñores, quedar con Dió. Juan Luis Bandrés Guerrero”. La misiva de respuesta no sólo es lo que parece, sino mucho más que eso, es la identificación de un hombre con el lugar en el que quiso ser lo que fue sin dejar de ser de donde era. Julián padre le dijo en una ocasión a su hijo pequeño, ante la impresionante vista del Estrecho desde el Bujeo, desde los altos del cementerio de Tarifa o desde cualquier otro lugar de este espléndido horizonte que nos ofrece el sur, que se quería quedar aquí para siempre y que aquí quería ser enterrado. El sueño cumplido de este gran vasco, de su madre, de su esposa y de su hijo es nuestro propio sueño y el motivo que subyace en la base de nuestras ensoñaciones.

stats