Algeciras

Algeciras, Feria va

  • Miles de familias algecireñas saludan el comienzo de su semana grande al paso de una cabalgata tan multicultural y ecléctica como la ciudad misma

Un dragón chino, en la cabalgata.

Un dragón chino, en la cabalgata. / Erasmo Fenoy

El camino hacia la Feria de Algeciras no está sembrado de baldosas amarillas, pero en él uno puede encontrarse animales legendarios, seres de otros planetas, extraños saltimbanquis, insectos que no existen y un sinfín de personajes recién salidos de la pantalla de un cine. Aquí conviven Spider-Man y Darth Vader, Neptuno tridente en ristre y Miguelín lanceando a un toro, en una suerte de desfile heterodoxo que haría las delicias de un amante del surrealismo. En realidad da igual que ahora suene un éxito de Queen y unos segundos después Raffaella Carrà proclame aquello de que para hacer bien el amor hay que venir al sur. Da igual porque lo único relevante es que esta especie de procesión alocada –que para los algecireños es el acontecimiento del año– conduce a ocho días en que los que lo único que realmente les importa sucede en el llano que hay a los pies de Las Palomas. En su Feria Real, que no es más que el modo que han elegido para saludar el deseado verano.

La cabalgata congregó a miles de personas al paso de una treintena de carrozas, de un sinfín de bailarines y un ejército de lanzadores profesionales de caramelos. Disfrutaron tanto los niños como los mayores de un espectáculo cuyo encanto radica en que cada segundo es una sorpresa, porque aquí cabe cualquier cosa. Desde el Oasis del Acceso Central Paco de Lucía al Puerto, por toda la avenida Virgen del Carmen, hasta alcanzar la rotonda del Milenio, se reunieron cientos de familias, algunas preparadas desde el día anterior con comida y bebida para aliñar la fiesta.

El Ayuntamiento cumplió lo anunciado y protegió con una valla la recién construida la mediana que divide en dos esta avenida principal de Algeciras, lo que provocó que el público se desperdigara más a lo largo del recorrido.

Medio centenar de caballistas abrió la comitiva como mandan los cánones, pero al momento apareció ya una especie de gusiluz gigante muy similar a Fújur, el dragón blanco de la suerte que cabalgaba Atreyu en La historia interminable. Le seguían unos extraños insectos gigantes de colores y después, un panda enorme sobre una cama de bambú que encabezaba una procesión de dragones chinos, bajo dos faroles, que de repente transportaba a otro tiempo y otro lugar.

Grupos de baile de Bolivia o Paraguay, cada vez más numerosos, junto a un contenedor de TTI-A bastante animado y los personajes de la película Del revés, dieron paso a las carrozas más clásicas, como el charré gigante de La Artesana o el homenaje de Los Buyitas a la churrería Los Especiales. Una banda de música y cuatro charangas, entre canciones enlatadas de todo tipo, dieron paso a Los Calentitos, Los Palmeros, Los Camborios o la gente de la escuela de Mónika Bellido, que fueron pasando camino de la Feria entre risas, caramelos, música y diversión. Al final, la reina de todo esto, Pilar Gavira, sobre una carroza que encabezaba una reproducción de la estatua de Miguelín. Como para ratificar que sí, que esta es la cabalgata más ecléctica, multicultural y si quieren, anárquica, que pueda imaginarse, pero que es así porque es como la ciudad que la celebra. A la que conduce hasta el lugar en el que no hay preocupaciones ni problemas. Allí estará hasta el sábado que viene y no en otro sitio.

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