Escarmentados por los (ahora sorprendentes pero entonces ciertos) fracasos comerciales de dos obras maestras del cine como Ciudadano Kane y El cuarto mandamiento ( Orson Welles firmó con ellas su sentencia de muerte en su relación con los estudios de Hollywood) los directivos de la RKO decidieron apostar por las películas de la serie B y así cualquiera que quisiese rodar con ellos debería avenirse a tres condiciones: un presupuesto inferior a 150.000 dólares; un metraje no superior a los 75 minutos y dejar que fuese la productora la que pusiese el título a las películas. Bajo estas premisas Jacques Tourneur realizó en 1943 Yo anduve con un zombie (I walked with a zombie), una película que vi en televisión siendo aún un niño y que supuso mi primer "contacto" con el curioso mundo de los muertos vivientes. Situada en una isla de Las Antillas, la película nos cuenta la historia de Betsy una joven enfermera canadiense que es contratada para cuidar a la esposa de un rico hacendado que se encuentra en una especie de estado vegetativo y que los nativos del lugar dicen que es una zombi. En efecto, la señora ha perdido la voluntad y la consciencia, parece muerta y solo obedece la ordenes de un brujo que practica la magia vudú. En la película no hay muertos putrefactos que intentan comerse a los vivos ni aparecen los desmembramientos y evisceraciones tan habituales en el género. La oscuridad es el principal recurso narrativo y estético y lo que aterroriza al público es más lo que se sugiere que lo que se muestra pantalla (ventajas, supongo, de rodar con poco dinero). A pesar de los muchos años que han transcurrido desde entonces, todavía recuerdo el repelús que me produjo (y las muchas horas de sueño de las que después me privó) ver aparecer de repente a un espeluznante negro zombi de ojos saltones llamado Carrefour (nada que ver con los supermercados) para guiar a Betsy y su paciente al cementerio donde los nativos celebraban sus ceremonias de vudú. Mucho más desasosegado que yo, imagino que debió quedar viendo esta o cualquier otra película de zombis, el senador de Compromis que, quizá traumatizado en su infancia por la visión de tantos cadáveres reanimados, ha utilizado su escaño en el Senado para preguntar: ¿Qué protocolos tiene adoptados en Gobierno ante la posibilidad de un apocalipsis zombi? Consciente, sin duda, de la fragilidad mental del parlamentario, el Ejecutivo no ha querido alarmarle revelándole la verdad, esto es, que al menos en la segunda acepción del término que recoge el DRAE : "Atontado o falto de energía", nuestro país ya ha sufrido una situación catastrófica equiparable a un apocalipsis. Nos hemos convertido en tan zombis como para permitir -con nuestros votos- que gentes como él nos representen en el Parlamento.

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