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Parece ciencia ficción pero no. La inteligencia artificial ya está entre nosotros; es más, ha entrado a hurtadillas en nuestras vidas. Casi sin darnos cuenta, como si fuera un juego, textos e imágenes diseñados por algoritmos lo pueblan todo en internet.
Hace unos cuantos meses la inteligencia artificial se volvió viral en Instagram con una aplicación que convertía la foto de cualquier persona en una especie de superhéroe o personaje de videojuegos. Un uso inocente con el que no se hacía otra cosa que alimentar la máquina para aprender a recrear nuevas facciones, nuevos gestos, nuevas caras y, en suma, obtener una ingente cantidad de información.
En febrero, la explosión del Chat GPT revolucionó nuevamente el mundo online con una aplicación a la que se le puede preguntar de todo. Desde cómo hacer un gazpacho a formas para suicidarse. Y, sin dudarlo, el algoritmo es capaz de resolver ambas cuestiones en segundos. En el primer caso, muchos podrán degustar una exquisita sopa fría mientras que, tristemente, una joven francesa acabó recientemente con su vida tras consultar a la inteligencia artificial cómo dejar este mundo.
La inteligencia artificial también nos la empieza a colar a todos. No solo a los periodistas, que tenemos que redoblar esfuerzos para buscar en la "perfección imperfecta" de sus obras resquicios para validar o descartar imágenes que pueden recrear desde heridos por las manifestaciones en Francia por la crisis de las pensiones a Julen Assange encerrado en la embajada de Ecuador en Londres. Dos ejemplos de fotografías falsas que se han colado por buenas en informativos de medio mundo y, por supuesto, en las redes sociales, donde el filtro es aún menos exigente.
La última. Hace unos días un diario de tirada nacional publicaba en portada una foto creada con inteligencia artificial para mostrar a Pedro Sánchez y Yolanda Díaz caminando juntos, sonrientes y con un prometedor futuro político por delante. Como si uno viviera en Tombuctú y la otra en Tokio. Como si no hubiera imágenes de ambos en cualquier corrillo en el Congreso o en actos públicos.
Una portada con una foto falsa (como aquella de Hugo Chávez intubado) será siempre algo lamentable por evidenciar que no se ha trabajado con rigor. Pero cuando se perpetra de forma consciente, el asunto supone un grave precedente.
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