La iniciativa de Carlos Romero, el mismo que semanas antes de su muerte fuera el impulsor de un homenaje en vida al popular personaje tarifeño, Juan Muñoz Juanito, se ha iniciado en Tarifa una curiosa campaña que tiene por objeto recaudar los fondos necesarios para comprar una lápida con la que decorar la tumba del recordado y querido vecino tarifeño y poder identificarle entre el resto de personas que yacen en el cementerio local.

Y es que Juan Muñoz pasó sus últimos días en el asilo de San José hasta su fallecimiento, el 24 de mayo, recién cumplidos los 82 años. Al igual que otra mucha gente que fallece sin familiares, fue enterrado pero al carecer de póliza de seguro de defunción el servicio que se le prestó fue únicamente el del sepelio. Al parecer, Juan Muñoz carecía de tal seguro por lo que su enterramiento fue de lo más sencillo y humilde. Sin embargo, un grupo de ciudadanos entendiendo que su recordada figura no debe de caer en el olvido de una pesada y vacía losa sin inscripción alguna han decidido iniciar una colecta para comprar una lápida que "haga justicia a su reconocida figura".

Carlos Romero se ha encargado de encabezar esta iniciativa y para ello se han repartido diferentes huchas por numerosos comercios y establecimientos locales al objeto de conseguir financiar tan entrañable causa. Se trata de dar un último homenaje a Juanito, para que como tantos otros no caigan en el cotidiano olvido de las masas a las que tanto alegró en vida con sus disparates y antológicas crónicas imitando el noticiario del No-Do.

No fue nunca Juanito un héroe épico de la envergadura de Alonso Pérez de Guzmán, ni otros ilustres. Sin embargo, Juanito fue durante casi un siglo de vida un vecino cordial, personaje popular y ante todo un buen hombre que nunca hizo mal a nadie y contribuyó con su desparpajo y buen hacer a sacar una sonrisa entre sus conciudadanos.

El Consistorio le distinguió el pasado abril como personaje popular a instancias de su amigo Carlos Romero. Un retrato espléndido realizado por Manuel Rojas que paraliza uno de sus habituales y rápidos andares por la calle de Don Mariano fue el regalo que los tarifeños le hicieron en vida a un hombre que fue capaz de vencer a las penurias de su tiempo con sus singulares requiebros.

Como mozo de equipajes, como butanero, como galán y actor de cine, aquel pizpireta y locuelo chiquillo fue creciendo entre las miserias y el hambre, al calor de su tía Petra y entre la comicidad de sus particulares partes de guerra copiados del No-Do, con una mano en su bolsillo trazando una vertiginosa curva, fue ganando terreno Juan García. Ahora, sus vecinos, sus amigos, quieren que el lugar donde descansa Juanito para la eternidad tenga el ornato que se merece.