ESTABA cantando que los sindicatos con representación en el Ayuntamiento de La Línea de la Concepción acabarían por desconvocar la huelga que habían previsto iniciar en plena Semana Santa. Con los salarios prácticamente al día, no sólo no estaba justificado la medida propuesta a la plantilla, pese a que las demoras de los pagos sean constantes y desesperantes para los trabajadores, sino que tras la pérdida de dinero que van a suponer las jornadas de asambleas permanentes, barrunto que muy pocos habrían secundado la huelga.

Mi interpretación de lo sucedido no es más que la enésima maniobra de algunas instancias sindicales, especialmente la Federación de Servicios Públicos de UGT, que están instaladas en una estrategia política, que no sindical, de tumbar al gobierno local. Son muy libres de hacerlo. Pero opino que ésa no es la función para la que los eligen como representantes de los trabajadores.

Charlaba esta semana con personal de la plantilla de Los Barrios sobre el asunto. Son muchos los empleados municipales de esa Corporación que asisten entre la atonía y la indignación a la diferencia de trato a un gobierno y otro. "Y eso que ahora han sacado tímidamente los tambores", me decía uno de ellos tras recordar la atención que ya he prestado a este asunto en otros marcajes.

A mí no sólo me preocupa que éste sea el nivel de la representación sindical, porque es un mal extendido, metastásico.

Lo que realmente me preocupa mucho más es que en ayuntamientos en situación de colapso financiero como éstos dos habrá que tomar decisiones drásticas para conseguir la viabilidad económica. Y la negociación será con este tipo de sindicalismo.

Sea mediante incentivos a la prejubilación, regulaciones temporales de empleo o incluso despidos, lo cierto es que la gran mayoría de los ayuntamientos no se pueden permitir por mucho más tiempo un coste inasumible para sus ingresos.

Los políticos son los culpables de esta situación; no hay equívoco. Y serán ellos quienes tendrán que remediarlo, aunque lo hayan demorado hasta después de las votaciones. No iban a abandonar el electoralismo de golpe y porrazo.

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