OPINIÓN

Antonio Pérez Girón / Cronista Oficial De San Roque

Francisco López, 'Quico'. El valor de no disparar

SE detuvieron. Uno volvió el rostro y me miró sin decir nada. Hice un movimiento con la mano para que mis compañeros no se movieran. En unos segundos nos miramos fijamente y sin decir nada. Sólo se escuchaba el ruido de las chicharras y el viento contra las ramas de los árboles. El guardia deshizo la mirada y continuó su camino junto al compañero". Francisco López Herrera, Quico o Currito, como cariñosamente se le conocía, no quiso disparar contra la pareja de guardias que tenía en el punto de mira de su fusil. Ese relato demuestra la enorme calidad humana de quien ayer era enterrado en San Roque, tras fallecer a los 86 años de edad.

El cariño que le tenía a este viejo y entrañable luchador me llevó, junto a mi hijo Rubén, a recoger su historia en un libro que pretendía ser un homenaje personal a este honrado comunista. Desgraciadamente, en su momento, se convertirá en un recuerdo póstumo, algo tan habitual en estas tierras donde cuesta tanto el reconocimiento en vida. Bien es cierto, que Quico fue reconocido hace unos años con motivo del día de la ciudad, y que su mayor alegría, era el afecto que diariamente le profesábamos sus amigos.

Aquel joven guerrillero no quiso disparar contra quienes le perseguían. Fue el mayor gesto de un valiente: el respeto a la vida ajena, aunque supusiese el riesgo para la suya propia.

Quico era conocido en el maquis con el nombre de Requeté y pasó más de diecisiete años en la cárcel. Conoció a Marcos Ana, el preso político de la dictadura con más años en prisión, con el compartió protestas carcelarias y también castigos. Espíritu indomable, la nobleza fue su mayor atributo. Por eso, cuando tras cumplir más de diecisiete años de prisión, se reincorporó a su casa -donde le esperaba su novia de toda la vida, Ana-, refrendó su compromiso en la lucha por la democracia desde la ausencia total de revanchismo.

Miembro fiel al PCE, el partido que, ya desde 1956, propugnó la reconciliación entre vencedores y vencidos de la terrible guerra civil, y que tanto aportó con su moderación a la reinstauración democrática, Quico fue un hombre generoso en su actitud diaria y sabía que el recurso a las armas era la derrota del entendimiento humano.

Cuando está reciente el fallecimiento del alcalde socialista José Vázquez, desaparece otro de los pocos referentes de una época que muchos quieren olvidar. Hoy me quedo con el abrazo de Quico, cuando le entregué mi último libro sobre la represión en el municipio. Y con los versos de Marcos Ana escritos en su largo cautiverio: Mi vida / os la puedo contar en dos palabras: Un patio / y un trocito de cielo donde a veces pasan / una nube perdida y algún pájaro / huyendo de sus alas. En ellos veo el rostro de un hombre humilde y valiente, que una noche tuvo la enorme grandeza de no disparar contra sus enemigos.

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