Opinión

Luis Alberto Del Castillo / Cronista Oficial De Algeciras

De Atapuerca hasta... las Mancomunidades

05 de julio 2012 - 01:00

LEO en prensa que el Sr. Beteta, Director General o Secretario del Ministerio, que tiene competencias sobre las Administraciones Territoriales, dice que se prepara una ley para suprimir las Mancomunidades de Municipios. Que quieren consensuar dicha ley; pero que si no se consensúa dará igual, porque la aprobarán parlamentariamente. La razón utilizada para fundamentar esta historia es simple: las Mancomunidades son muy caras y tienen muchos cargos públicos, que son muy costosos. A menudas horas, mangas verdes, se dan cuenta de los muchos cargos públicos, cargos de confianza, enchufados variopintos, panteones de "mujeres y hombres ilustres" puestos en conserva.

¡Vaya tela marinera! Empecemos por lo más fácil. Vamos a desmantelar lo más nuevo. Vamos a desbarrar un poquito y vamos a suprimir aquellos entes que han nacido de uniones voluntarias, democráticas y solidarias; y, además, en algunos casos concretos, como en nuestra Comarca, obedecen a unos fines políticos, culturales y sociales singulares y específicos de su propia esencia histórica. Tan histórica como la de las comarcas catalanas, por ejemplo.

En cambio, para qué vamos a suprimir unas instituciones, que surgieron en el siglo XIX, a raíz del nacimiento jurídico de las provincias. ¿Resulta, pregunto sin ánimo de ofender a nadie, qué las Diputaciones Provinciales son más baratas, más cercanas a la ciudadanía, menos albergue de funcionarios, cargos políticos, cargos de confianza, enchufados variopintos; y tal vez no son panteones de "mujeres y hombres ilustres" puestos en salmuera?

Para qué vamos a suprimir un Senado o Cámara Alta de las Cortes Generales, que existe so pretexto de realizar una segunda lectura de los proyectos legislativos y de ser una Cámara representativa territorial de las Autonomías. Lo de la segunda lectura, ejem, ejem. Lo de la Cámara Territorial, algo semejante a la de los landers de la República Federal de Alemania, o al Senado de Estados Unidos, a estas alturas de la película constitucional parece un chiste. Un chiste de humor malo y con resultados económicos muy costosos. Muy caros, aún sin incluir el chascarrillo o jaimitada de la Escuela de Traductores Senatoriales.

Claro, el problema de fondo que yo no vislumbraba y el señor Beteta sí, es el siguiente. ¿Qué rayos hacemos con todas las personas que habitan y viven en las Diputaciones Provinciales y en el Senado y en sus respectivos aledaños y arrabales? ¿Dónde las recolocamos? Con el paro que hay hoy en día. Es más fácil, parece, suprimir las Mancomunidades.

Sin embargo, cuando hace 21 años fui elegido Primer Director del Instituto de Estudios Campogibraltareños, me enteré de lo importante y beneficiosa que podía ser una Mancomunidad de Municipios para las señas de identidad, para la vida cultural de una comarca como la nuestra,

Cuando hace unos diez años, leí el borrador de la tesis doctoral sobre las mancomunidades de España de la abogada y profesora universitaria, doña Elena María del Castillo Hernández, me afirmé en mis convicciones. En esas páginas histórico-jurídicas se recogían la utilidad administrativa, económica y cultural de las Mancomunidades de Municipios.

No hace falta suprimirlas para recortar gastos, Sr. Beteta. Con todo el respeto institucional que usted me merece, le sugiero que recorte simplemente en las Mancomunidades a los enchufados y cargos de confianza. Verá, como entonces aligeradas de esas rémoras y servidumbres políticas de clientelismos inconfesables, las Mancomunidades serán beneficiosas para la ciudadanía. Y si no se atreve, o no puede, métale mano antes a Diputaciones y Senado, que nos cogen más lejos y son más caras, infinitamente más caras.

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