Cultura

APAS reivindica el gran potencial del Arte Sureño, pese a estar olvidado

  • Señala que en 2015 un total de 38 cuevas han sido catalogadas Destaca el gran valor del abrigo rupestre Ana Sandra, en Tarifa

El Arte Sureño es uno de los conjuntos rupestres más dinámicos dentro del panorama nacional e internacional, destacando las 38 cuevas pintadas catalogadas en 2015 por miembros y personas afines a la asociación APAS. El investigador algecireño Simón Blanco lo destaca al recordar que cuantitativamente este núcleo rupestre -con sus más de 350 cuevas pintadas- es el más denso de España y uno de los de mayor valor patrimonial. "En sus paredes y techos se han conservado grafías de una cronología amplísima que parte desde las sociedades de cazadores-recolectores hasta tiempos protohistóricos", una vía para profundizar en el conocimiento del Paleolítico.

La cara "b" de estas importantes y singulares manifestaciones está, a juicio de APAS, en que sigue sin ser abordado y sin contar con una investigación potente que rescate este patrimonio del ostracismo social y administrativo actual. Blanco explica que estos hallazgos generan diversos problemas: el de su conservación, publicación y gestión cultural. "Está cada día más claro que este potencial patrimonio gaditano, si no existe, no preocupa, no se conserva, no se publica ni se gestiona".

Subraya Blanco que el Arte Sureño es el patrimonio más floreciente de la prehistoria vinculada al ámbito del Estrecho de Gibraltar. "Desgraciadamente nuestra generación lo ha maltratado o en el mejor de los casos no ha sabido conservarlo". Sostiene que la propia naturaleza superficial de este arte lo hace muy sensible a la desaparición, por lo que no se puede delegar su protección a ninguna acción de gobierno que "nunca llega y pasar a formar parte activa de una conciencia social que provoque la actuación de esta administración, y sacarlo de la apatía que en muchos casos deriva de la propia pasividad de los administrados". Solo de esta manera, reafirma Blanco, este patrimonio universal podrá alcanzar el "status cultural" que merece a nivel nacional e internacional y que se convierta en uno de los grandes motores de riqueza de las afortunadas comarcas que lo atesoran.

Como ejemplo de tesoro rupestre está la cueva de Ana Sandra, que Blanco descubrió en 2004 en Tarifa. En estos diez años el alcornocal que le da protección y cobijo sufre una severa regresión fruto del histórico manejo y explotación que en los dos últimos siglos viene haciéndose de esta especie forestal. Apunta Blanco que hace décadas que empezó a dar muestras de agotamiento, falta de regeneración natural y una prematura senectud, agravada por los continuos descorches, llevando a una situación actual límite a causa de unos bosques excesivamente humanizados, principalmente por la intensa actividad cinegética y el monocultivo de la especie forestal que da nombre a Los Alcornocales.

El paisaje, además, se erige como uno de los pilares fundamentales para la correcta valoración de este arte y esta rápida degradación medioambiental que sufren las fincas de los alcornocales, lo cual hace que no solo se pierda calidad paisajística sino que deja expuesto los soportes y las pinturas a la acción de los agentes físicos, químicos y biológicos, provocando la degradación de los pigmentos, especialmente por la abrasión eólica por arrastre de partículas, la proliferación de microorganismos como algas y líquenes, las concreciones, el lavado por agua de lluvia, el cuarteado de los paneles por cambios de temperatura, tanto diarios como estacionales, y por la transición de periodos húmedos y secos, la insolación.

El investigador reconoce que estas circunstancias son algunas de las alteraciones por este drástico cambio ecológico, sin que haya necesidad de una actuación directa de visitantes incontrolados, que toquen, "grafiteen" o froten las pinturas y que es principalmente, consecuencia de un legado que sigue sin "socializarse".

Ana Sandra es un abrigo de reducidas dimensiones en la que no resulta cómodo estar de pie. Esta en una suave ladera que termina en la extinta laguna de la Janda, dentro de Tarifa, que es el municipio con la mayor huella cultural prehistórica conservada dentro de la península ibérica, alcanzando las 79 cuevas pintadas.

Las modestas dimensiones del abrigo y el firme ligeramente inclinado son las circunstancias que como en otros casos similares, no ha permitido la reutilización antrópica reciente como refugio o majada, permitiendo que el estado de conservación de las paredes silíceas sean, en general, muy bueno, conservándose casi intactas las pinturas. La circunstancia más negativa que afecta a las representaciones esquemáticas pintadas es la confirmación de la progresiva colonización por nidos de himnopteros -avispas terreras- de gran parte de la superficie interior del abrigo, tapando a lo largo de estos años parte de los símbolos. Esta circunstancia si no es valorada y corregida hace que la conservación de este abrigo sea dudosa a corto-medio plazo.

Dentro de la descripción de los hallazgos gráficos del abrigo, destaca la evidente convivencia de dos series pintadas, atribuibles a momentos culturales distintos y no a la distinta degradación de los pigmentos, ya que todos los motivos se encuentran integrados en el mismo panel pintado. Entre las manifestaciones más antiguas hay pictogramas abstractos como los "ángulos rectos" y los "semicírculos", que tienen ascendencia paleolítica y solamente aparecen bien definidos tras el tratamiento digital. Estos motivos abstractos antiguos junto con las frecuentes escenas de gran dinamismo, armonía global y de acusada tendencia naturalista que conservan un fuerte sustrato paleolítico, son los que mejor definen el singular grueso del Arte Sureño.

Dentro de esta serie antigua que podría atribuirse a principios del Neolítico, Blanco destaca un armónico grupo seminaturalista de seis figuras humanas concatenadas por los brazos, con pigmentación muy clara, pero en la que aún son reconocibles los atributos con los que personalizaron al grupo, con adornos como sofisticados peinados, brazaletes y los distintos tamaños corporales. Todo el grupo se encuentra bajo la influencia de una figura astronómica que representa el sol, símbolo que a su vez también puede considerarse un ídolo, que se conocen como soliformes.

En contraste con esta fase antigua mal conservada, hay otra secuencia más moderna y estilizada integrada entre el primer grupo de pinturas y que es perfectamente visible sin tratamiento por su fuerte pigmentación en rojo oscuro, entre las que destaca una manifestación gráfica claramente figurativa y narrativa, con un estilo mayoritariamente esquemático de un animal domesticado. La cueva también cuenta con otros esquemas humanos muy simples que son un tema principal de las composiciones esquemáticas neolíticas más modernas, adoptando diversos morfotipos que llegaron a estereotiparse como ocurre con algunos antropomorfos de este abrigo que se repiten en otros soportes de la zona.

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