Segunda etapa de Rivera con España

El ex técnico del Barça, que suple a Pastor, ya dirigió a la selección en el Mundial 93

Valero Rivera, en Algeciras.
Valero Rivera, en Algeciras.
J. L. De Las Peñas / Sevilla

16 de enero 2009 - 05:02

Valero Rivera toma por segunda vez en su carrera las riendas de la selección española. La primera fue hace 16 años, cuando España se disponía a afrontar el Mundial de Suecia tras obtener en sus Juegos, los de Barcelona 92, un quinto puesto que dejó un regusto amargo. Rivera, que entonces compatibilizó el cargo con el de entrenador del Barcelona, relevó a Javier García Cuesta y el destino ha querido que esa misma circunstancia se produzca ahora, ya que la Federación, en pleno proceso electoral y con el banquillo de la selección vacante tras el adiós de Juan Carlos Pastor, confió en el experimentado García Cuesta para que clasificara a España para el Europeo de 2010. Se trataba, en cualquier caso, de un seleccionador interino, ya que las elecciones marcarían el rumbo a tomar y ya se sabía que Juan de Dios Román, el favorito y a la postre nuevo presidente, confiaba en Valero Rivera, con el que mantuvo épicos duelos de banquillos cuando uno entrenaba al Barça y el otro al Ciudad Real, para que se hiciera cargo del equipo nacional.

Así que Valero, tras toda una vida deportiva ligada al Barça -12 años como jugador, 20 como entrenador y un corto periodo al frente de todas las secciones-, emprende una etapa en un cargo que no resulta especialmente cómodo, tanto por las exigencias de la selección, las máximas desde hace años, como por los choques entre los centros de poder del balonmano español, léase Ciudad Real y Barcelona, León, y Pamplona o incluso Valladolid. Para un técnico ganador como Rivera -con diferencia, el más laureado del mundo a nivel de clubes, con seis Copas de Europa y 12 Ligas para un total de 70 títulos en 963 partidos oficiales-, la selección supone todo un reto deportivo y, en el aspecto personal, una buena oportunidad para reivindicarse después de que sus seis meses como responsable absoluto de las secciones del club azulgrana, excepto el fútbol, terminasen como el rosario de la aurora, con una dimisión irrevocable después de ser abucheado por gran parte del Palau Blaugrana en un partido de baloncesto Barcelona-Breogán.

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