Campo de Gibraltar

La ingobernable montaña de arena

  • Las administraciones siguen sin acordar una solución al problema de incomunicación de Paloma Baja José Zendrera, geólogo y vecino, detalla el origen y la solución de la duna

Medio centenar de vecinos de Paloma Baja en Tarifa viven a expensas del comportamiento de la duna de Valdevaqueros. Los primeros indicios del problema que se avecinaba comienzan en 2003 cuando los afectados alertan del avance del frente dunar arrasando pinos y sepultando la línea telefónica que va de Los Algarbes a la aldea. Pero es a partir de 2011 cuando la duna supone una grave amenaza a la carretera y comienzan los problemas de aislamiento e incomunicación para los vecinos.

Las actuaciones de las administraciones durante los últimos diez años no han logrado controlar a un duna a todas luces ingobernable. La Junta, el Ministerio de Medio Ambiente y el Ayuntamiento no consiguen consensuar las medidas necesarias que defina el futuro del Pinar y de la duna, mientras los afectados reclaman soluciones.

José Zendrera, geólogo y vecino de Punta Paloma, ha realizado durante años un estudio del comportamiento de la duna, así como un proyecto de actuación, que es el que verdaderamente quieren los vecinos. Este trabajo se expuso en la última junta rectora del Parque del Estrecho a la que asistieron todas las partes.

La historia de la duna se remonta a 1938 cuando se empezó a formar artificialmente porque hasta entonces existía una sucesión de dunas móviles de pequeño y mediano tamaño. El objetivo de la formación de la duna fija frente a la playa de Valdevaqueros era interrumpir el flujo de arena que alimentaba ese campo de dunas, en cuyos extremos norte y sur se iban a instalar baterías de costas de Paloma Alta y Paloma Baja. Fue el primer paso para luego construir las carreteras de acceso y transportar las baterías hasta su emplazamiento.

Este proyecto lo realizaron ingenieros de la Dirección General de Montes, en plena Guerra Civil. Los trabajos realizados consistieron básicamente en mantener erguida una buena vallada de cañas, de unos 900 metros de largo y unos tres metros de altura, frente a la playa e irla reponiendo en lo alto de la cresta que se iba formando cada vez que quedaba enterrada bajo la arena. En 1971 se creó el Icona, que asumió las competencias de la duna, sin afectar a los trabajos que se realizaban en ella.

En 1987 la duna había adquirido una altura de unos 35 metros y su cresta, perfectamente fijada se encontraba a pocas decenas de metros de distancia del mar. En este año, el frente dunar estaba estabilizado y la arena sólo conseguía ascender la pendiente de barlovento los días de levante muy fuerte. La culminación del proceso estaba próxima, según indica en su trabajo Zendrera.

La situación cambia a raíz de la Ley de Costas de 1988, se modifican las competencias y la duna pasa a depender de la Demarcación de Costas. Así, se decidió no continuar los trabajos de fijación que se estaban realizando desde hacía más de 50 años, abandonando el mantenimiento del vallado y dejando a la arena ir por libre de nuevo. "Se desperdició el trabajo eficaz que se había realizado y nunca fue razonada ni argumentaba públicamente y todavía hoy los vecinos nos preguntamos qué motivos tuvo Costas para desperdiciar el excelente trabajo de sus antecesores cuando faltaba tan poco para la culminación del proceso de fijación de la duna", reflexiona el geólogo, quien añade que no fueron razones presupuestarias pues con los años los gastos serían mucho mayores.

Desde 1991 has 2010 se han realizado hasta 14 actuaciones. "En ellas se utilizaron otros sistemas de fijación, sin un gran vallado en la cresta y con sucesivos pequeños captadores de arena -tablestacado de madera, mimbre, ambos de poco más de un metro altura- que resultaron menos eficaces por su escasa consistencia, su poca envergadura y su mala ubicación y sobre todo porque nadie se preocupó de reponerlos cuando quedaron enterrados tras cumplir a duras penas su función", añade Zendrera, quien destaca que la diferencia entre el método del Icona y la Demarcación de Costas estriba en que el antiguo Instituto para la Conservación de la Naturaleza mantenida siempre erguida una única gran vallada de cañas de unos 2,5 metros de altura situada en la cresta de la duna, mientras que Costas levanta una sucesión de pequeñas vallas que se reponen con muy poca frecuencia.

En junio de 2004, la duna alcanzó la carretera A-2325 a Punta Paloma, sepultándola parcialmente. A partir de entonces se han sucedido las campañas de retirada de arena con medios mecánicos, pero la zona en la que la duna alcanza la carretera es cada vez más amplia. La maquinaria ha roto 40 ó 50 veces las líneas telefónicas, hasta el punto de que la compañía ya no quiere reparar el cable y lo hacen los propios vecinos.

Además, las baterías fueron desmanteladas por los militares en enero de 2010, quienes garantizaban que la carretera no se cortara con la duna.

En julio de 2011, la duna amenazaba ya a la vía en un frente de unos 500 metros de ancho. En agosto de este mismo año, la carretera queda cortada en varias ocasiones, sin que la Consejería de Obras Públicas actúe por falta de presupuesto. Los vecinos no pudieron salir ni entrar a la aldea durante horas.

Según el estudio de Zendrera, el Ministerio ha gastado desde 2007 a 2010, 19 millones en actuaciones y otros 12 en estudios externos relacionados con ellas.

Las medidas que propone Costas: la sobreelevación de la carretera, construir una nueva o la construcción de un falso túnel son propuestas con la que los vecinos están en contra. "Creemos que la mejor solución para evitar la progresión destrucción del pinar y enterramiento de la carretera es volver a la situación anterior a 1990", apunta el geólogo, si bien advierte en su trabajo que la situación actual es más complicado de gestionar que en el estado en el que se partió en 1938.

Parea ello propone la creación de dos dunas fijas, una en primera línea de playa para recoger el caudal de arena del litoral y una segunda sobre la nueva cresta que quedaría tras retirar la arena de la carretera. Aunque supone más trabajo, Zendrera opina que a largo plazo no será necesario su mantenimiento.

Por otra parte, el geólogo argumenta que no se entiende cómo la duna sigue siendo competencia de Costas cuando ya ha invadido más de 15 hectáreas de pinar más allá de los límites de la Zona Marítimo-Terrestre.

Así mismo, señala que son los vecinos los que han denunciado los miles de arboles que la arena se ha tragado y opina que la Consejería de Medio Ambiente debería pronunciarse sobre el futuro del pinar, salpicado de extraordinarios ejemplares autóctonos como uno de los mayores enebros de España, a escasa distancia ya del frente dunar y catalogado en el libro Árboles singulares de Andalucía.

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