Este es el mapa con todos los toros de Osborne que quedan en España: de símbolo publicitario a mito patrio
El arquitecto Francisco Gómez de Tejada publica un mapa con la localización de las icónicas vallas, que desde 1956 vigilan el paisaje español: hoy quedan poco más de 90
Andalucía, con 24, encabeza el ránking. En el Campo de Gibraltar sobreviven dos: en Tarifa y Los Barrios
Aparecen cuando menos te lo esperas. En un repecho de la autovía. Al fondo de un olivar. Recortado contra un cielo que presagia tormenta o a pleno sol de agosto, como si fueran centinelas en retirada de un país que ya no se reconoce del todo. Son los toros de Osborne: criaturas mitológicas de chapa y remache, supervivientes de una campaña de publicidad que, sin quererlo, terminó por levantar un tótem.
El arquitecto Francisco Gómez de Tejada ha publicado este lunes en sus redes sociales un mapa —tan nostálgico como preciso— en el que localiza cada uno de los cerca de noventa toros que todavía resisten en la geografía española. Lo que ha provocado una oleada de likes, comentarios y, probablemente, recuerdos: de cuando viajar era mirar por la ventanilla y contar los toros como quien cuenta estrellas fugaces.
La historia es conocida, pero nunca deja de sorprender: en 1956, el Grupo Osborne encargó al artista Manolo Prieto —militante comunista, ironías del destino— que diseñara un logotipo para su brandy Veterano. Aquella silueta de toro, entonces de madera y de apenas cuatro metros, fue colocada un año después por primera vez en Cabanillas de la Sierra (Madrid). Lo que nadie sospechó es que aquel animal acabaría convertido en monumento nacional, objeto de disputas culturales y, desde 1997, protegido por sentencia del Tribunal Supremo, que lo indultó no por guapo, sino por haberse “integrado en el paisaje”.
De los más de 500 que llegaron a instalarse, sobrevivieron poco más de 90 tras la entrada en vigor de la Ley de Carreteras de 1988, que prohibía la publicidad en las vías. Pero los toros se quedaron, no por decreto, sino por insistencia popular: ciudadanos, artistas, intelectuales y conductores anónimos hicieron del toro algo más que un reclamo comercial. Como si en su estoica figura —de catorce metros y puro hierro— se reconociera un país entero.
Andalucía encabeza hoy la lista con 24 ejemplares. En el Campo de Gibraltar, dos se aferran aún a la tierra como si fuesen parte de ella: uno vigila desde lo alto del casco urbano de Los Barrios, visible desde la A-381, rodeado de tejados, y otro se encarama en un alto junto a la N-340, en dirección a Facinas, superado Tarifa. Están ahí como estaban siempre: sin moverse, sin decir nada, pero diciendo mucho.
Castilla-La Mancha y Castilla y León conservan 14 cada una. Aragón tiene seis. Galicia, Extremadura y Asturias, cinco. En Cataluña no queda ninguno: el último, instalado en la región de Brut en 2016, fue derribado una semana después por un grupo nacionalista. Ni Cantabria ni Murcia ni Ceuta conservan ejemplares. Madrid, como punto de partida, mantiene dos.
Cada uno tiene su historia, su horizonte, su modo de mirar. No hay GPS que lo explique del todo. Los toros de Osborne están ahí como estaban las esfinges: para hacernos preguntas que ya no recordamos del todo.
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