Moros Protocol, un shooter roguelite que se abraza al pixel art para atraparte en su endiablada acción
El Loot de Txeron
El título ofrece una experiencia intensa, oscura y exigente, donde sobrevivir es algo que se gana a pulso
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Los títulos pixel art son cada vez más prolíficos en el mercado. Ofrecen una retrospectiva ochentera y noventera que casa muy bien con proyectos indie y que, a su vez, permite ser disfrutado en el 99% de los ordenadores y consolas. El último ejemplo lo tenemos en Moros Protocol, un FPS roguelite de ciencia ficción con estética pixelada donde cada batalla es una lucha por la supervivencia.
El título, desarrollado por Pixel Reign, empieza sin rodeos: despiertas en la Orpheus, una nave militar perdida en mitad de la nada, infestada por algo que no debería existir. No hay presentaciones extensas ni lore al que agarrarse; solo una voz que te guía y paredes que palpitan. Es una de esas introducciones que no te explican demasiado, pero transmiten exactamente lo necesario: estás solo, la nave está viva de la peor manera posible y avanzar es la única opción. Esa sensación de incomodidad constante es algo que el juego consigue mantener casi todo el tiempo.
Lo primero que destaca es el estilo visual. Moros Protocol combina low-poly y texturas pixeladas con iluminación moderna, y funciona sorprendentemente bien. No es nostalgia barata: hay una intención detrás. Todo tiene ese toque sucio y orgánico, como si la nave se hubiera convertido en un organismo tumoroso que respira alrededor de ti. Y cuando la acción se desata, la pantalla se llena de sangre sin pudor, lo cual le da mucha personalidad. Si te gustan los FPS con estética retro pero con una capa de horror corporal, aquí hay algo especial.
El combate es directo y agresivo, y ahí es donde se nota más la influencia de los shooters clásicos. Disparas, golpeas, esquivas, y sobre todo das patadas. Suena tonto, pero la patada es esencial: empuja, abre espacio, remata enemigos pequeños y te salva de quedar rodeado. El juego te obliga a moverte, a no quedarte quieto nunca, a pensar todo en términos de posicionamiento y ritmo. Es aquí donde Moros Protocol brilla: la acción tiene peso, urgencia y una fluidez que engancha. No es solo apuntar bien, sino saber cuándo lanzarte y cuándo huir.
Ahora bien, aunque el juego se define como roguelite, esa parte es más ligera de lo que se puede esperar. Hay mejoras, armas y rutas que cambian entre partidas, sí, pero no son cambios que transformen la forma en que juegas. Más que construir una build, lo que haces es aprender a dominar el combate. La progresión no está en volverte más fuerte, sino en volverte mejor. Si entras esperando la variedad estratégica de un Hades o un Isaac, probablemente lo sientas un poco rígido. Pero si lo tomas como un shooter exigente con repetición y aprendizaje, tiene sentido.
Los jefes son el punto más fuerte del juego. No solo por lo que representan en la historia, sino por cómo están diseñados en combate. Son agresivos, impredecibles y espectaculares visualmente. Tienen patrones claros que puedes aprender, pero requieren calma, lectura y precisión, y eso hace que superarlos sea muy satisfactorio. El personaje de Jocaste, en particular, atraviesa la experiencia con muchísimo carisma, y aparece lo suficiente como para ser una presencia constante sin volverse predecible.
A nivel narrativo, el juego es más interesante de lo que parece al comienzo. No se trata de soltar cinemáticas ni grandes explicaciones, sino de sugerir y dejarte avanzar casi a ciegas. Hay algo en cómo se presenta la relación entre el protagonista, la IA y lo que ha infestado la nave que funciona muy bien. No es un relato profundo, pero tiene una progresión medida y un tono que se vuelve más inquietante conforme avanzas. Y cuando el misterio empieza a revelarse, las piezas encajan sin necesidad de grandes discursos.
No todo funciona igual de bien, claro. La variedad de armas es algo limitada, y aunque algunas son muy divertidas de usar, otras pasan sin pena ni gloria. Las mejoras que puedes encontrar no cambian demasiado tu estilo de juego, así que terminas dependiendo casi por completo de tu habilidad en lugar de encontrar combinaciones o sinergias diferentes. Y aunque la estructura de salas y rutas alternativas ayuda a dar ritmo, puede sentirse algo repetitiva después de varias partidas.
Pero incluso con esas limitaciones, Moros Protocol consigue algo que no es tan común: tiene identidad. No es otro clon de roguelite ni un shooter retro más. Se siente definido, coherente y honesto con lo que quiere ser: una experiencia intensa, oscura y exigente, donde sobrevivir es algo que se gana a pulso.
No es un juego para quien busca builds locas o variabilidad infinita. Es para quien disfruta de aprender patrones, mejorar mecánicamente y hundirse en una atmósfera opresiva sin descanso. Y ahí, en ese espacio, Moros Protocol se sostiene a flote muy dignamente.
Hemos podido probar Moros Protocol en PC (Steam) gracias a una clave que nos ha suministrado el estudio desarrollador a través de Game.Press.
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