Entrevista a Andrea Quintero
Jesús Quintero vuelve a la radio, a la madrugada de la Cadena SER
Entrrevista
Sara Molina ha debutado en las series con la criada María Fernández de La Promesa. La ficción diaria de Bambú (a punto de estrenar El caso Asunta en Netflix) para La 1 ofrecerá una doble entrega especial este domingo por la noche con motivo de su capítulo 300. Esta actriz y modelo de Villacarrillo, Jaén, de 28 años es en la ficción casi un trasunto de ella misma, optimista, jovial, y enamorada de Salvador (a cargo de Mario García), con una boda suspendida por el momento.
-En Villacarrillo los vecinos casi no la dejarán en paz cuando va allí.
-Estuve hace poco allí. Los vecinos están continuamente hablando con mis padres de cómo ven en la serie. Es un orgullo para todos. Me gusta ir a mi tierra para descansar y dedicarle tiempo a mis padres, a mis sobrinos. Me da energía.
-¿Reserva los fines de semana para descansar de La Promesa, o tiene tiempo para bolos teatrales?
-Una serie como La Promesa obliga a estar concentrados de lunes a viernes, son todos los días implicados en el plató, preparados y avisados. Los fines de semana, por mi parte, si, son para descansar. Estamos muy motivados por la audiencia, rondamos el millón de espectadores más todos los que nos ven en diferido, como la serie diaria favorita bajo demanda...
-¿Cómo controlan los índices de audiencia?
-Los que formamos la serie tenemos tropecientos de grupos de whatsapp, intercambiamos continuamente información.
-En la ficción es la mejor amiga de Jana, el papel de Ana Garcés ¿lo es también en la vida real?
-Sí y es fácil porque es un vínculo de amistad que nos ha unido a La Promesa desde el minuto uno. Hemos ensayado muchos juntas, hemos compartido los nervios. Llevamos un año y medio y nos parece mucho más tiempo. Estamos muy agradecidos a la audiencia por el trato que nos da.
-Secuestrada, con una boda pendiente ¿Qué va a pasar ahora con María Fernández?
-Estoy un poco a expensas de los guionistas de los que vaya ocurriendo. María está instalada de nuevo en la casa, todo parece que va bien. Viene de la cueva de haber sido secuestrada, de haber sido acusada de ladrona cuando todo era falso. Está irritable, por supuesto y parece que las aguas van a volver a su cauce.
-Pero en una serie no se puede consentir que a un personaje le vaya todo bien.
-Ya pasarán cosas para que los espectadores compartan el sufrimiento. Está el romance con Salvador, su novio. Esa trama está ahí, hay escenas bonitas y empieza a nacer la magia. Pero después puede pasar que me secuestren de nuevo. Todo eso me motiva, cada día sabes que en la ficción te va a pasar algo diferente. A María Fernández le cabe todo lo que le eches.
-¿Curioseó en libros cómo se vivía hace algo más de cien años para su papel en La Promesa?
-Sí, por supuesto, me leí libros, me he visto películas ambientadas en la época y por supuesto la serie Downton Abbey. Pero mi mejor referencia es mi abuela. Ella sirvió en una casa y conoce cómo eran las mujeres mayores que había trabajado en la época de la serie. Eran mujeres muy trabajadores que debían ser casi invisibles, mostrando todo el respeto. Cada vez que voy a verla ella me recuerda frases que decía, como alteraba los refanes, "y dale Perico al torno", "más feo que Picio", para incluirlas en el guion. Parte de lo que es María Fernández lo he construido en torno a mi abuela.
-Y había que sobrevivir en ese ambiente.
-No se podía hablar delante de los señores. Ante ellos había que ser modositas pero después por detrás cascabas lo más grande, como relatamos en la serie. El cuchicheo era una forma de desahogarse, de sobrevivir con mejor ánimo. Todas ellas se las aviaban para sus conclusiones, para sus comentarios, que es lo me gusta transmitir en la serie. María es un personaje muy vivo, muy revoltosa. Ella es consciente de que si puede rascarle algo a la vida, lo hará, aunque se meta en un lío, como pasó en la fiesta en disfraces y Jana se queda ojiplática porque María está como una cuba. Fueron escenas muy divertidas de grabar.
-¿Cómo fue vivir su primer día en el plató en esa mansión de La Promesa?
-Ha sido mi primer trabajo audiovisual. Terminé la carrera de Arte Dramático en Sevilla hace cuatro años y estuve en varios montajes de teatro. Al principio tenía que contar con los nervios de las cámaras, entre tanta gente. Hasta que conoces a todos. Está La Promesa delante de las cámaras y hay otra detrás. En las dos hay muy buen ambiente.
-Siempre se dice que es fundamental el papel que ejerzan los veteranos para integrar a los nuevos...
-Los veteranos te lo hacen todo más fácil. Son muy generosos. Joaquín Climent es un maravilla y María Castro, que es veterana por experiencia, no por edad, nos ayuda muchísimo. Y entre todos ayudamos para que no se le note el embarazo.
-También está el creador y productor ejecutivo, Josep Fuster.
-Ha concebido la serie desde el primer momento, siempre está cerca. Comentando el contexto de las tramas.
Está encima. Ha sabido ver el potencial de todos y ha creado familia.
-¿Cómo es un día en La Promesa?
-Vamos a capítulo por día, distribuyendo secuencias que pueden ser de otros episodios. No hay horarios fijos para cada uno de los actores y lo sabes unos días antes, o el día antes mismo. Te recoge temprano, pasan por maquillaje y peluquería, te ponen los moños y a trabajar. Hay trabajos con uniforme y nuestro uniforme es ir de nuestro personaje. Suele haber dos bloques de grabaciones de secuencias.
-A veces hay que parar por el ruido de aviones.
-Más de una vez. Decimos entonces que es Manuel con el aeroplano.
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