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El ‘espelechao’ de los chopos produce su tradicional nevada primaveral en la Sierra de Huelva

El ‘espelechao’ de los chopos en Fuenteheridos.

El ‘espelechao’ de los chopos en Fuenteheridos. / Tristancho (Huelva)

La Sierra muestra una gran cantidad de imágenes peculiares en cualquier época del año. En estos días finales de mayo, podemos admirar la ‘nevada serrana’, en la que chopos y álamos mantienen un protagonismo especial. El nombre científico del chopo es ‘Populus nigra’, y según algunas interpretaciones, los romanos denominaban a estas plantas ‘arbor populi' o árbol del pueblo; de ello deriva el nombre genérico 'Populus' que tienen todas estas especies.

Como cada primavera, el peculiar fenómeno tiñe los suelos de los campos serranos. Se trata de la original ‘nevada’ producida por los vilanos de los chopos, unas pelusas que caen de especies arbóreas ubicadas en determinados rincones del Parque Natural Sierra de Aracena y Picos de Aroche.

En realidad, en el habla popular serrana al acontecimiento se le llama el ‘espelechao’, porque los árboles del género ‘populus’ desprenden copos blancos que vuelan por el aire y son transportados para conformar lechos blanquecinos en muchos lugares. Estas imágenes peculiares se producen habitualmente durante el mes de mayo, y puede admirarse gracias a los chopos hembra, que expulsan sustancias clareadas.

Los zagales de la zona, cuando los vislumbran por primera vez con capacidad para analizarlo, porfían sobre su origen y sus características. Unos piensan que son copos de algodón, no faltando quienes creen ingenuamente que se trata de una auténtica nevada.

Estas pelusas se llaman vilanos, y han dado pie a numerosas interpretaciones. Hay muchos que los consideran molestos e incluso productores de alergias, pero no es así, puesto que lo que hay dentro de la pelusa blanca no es polen. En realidad, el polen es demasiado pequeño para verlo a simple vista, y sólo puede apreciarse si se producen grandes concentraciones en un punto determinado, tomando el aspecto de un fino polvo de color crema o amarillo.

Lo que parecen enormes pelusas son en realidad las semillas del chopo. Cada una de ellas presenta una gran cantidad de pelos ramificados llamados tricomas.

La confusión con el polen viene desde el momento en que su expansión coincide con la época de mayor floración de gramíneas, olivo y otras plantas que sí causan alergias, lo cual puede confundir a los sufridores de esta afección. Además, esos vilanos captan el polvo y el polen de otras planteas de forma natural, siendo los propios tricomas el mejor transporte para las partículas que provocan alergias y atesorando una alta carga polínica.

Se trata de semillas que forman parte de la fisonomía de estos árboles desde abril hasta junio. La sustancia fecundadora va cubierta del vilano para, precisamente en un proceso denominado ‘anemofilia’, viajar por el aire para llegar hasta las flores femeninas. Las partículas son muy pequeñas, concretamente de entre 2.5 a 250 micrómetros, y se valen de este peculiar transporte algodonoso que las envuelve para facilitar su dispersión.

Esa es exactamente la función que tiene la pelusilla que recubre a la semilla, asegurar que el viento podrá esparcirla por doquier, por lo que estos árboles se reproducen a un ritmo muy alto. La especial altura de estos chopos o álamos, varias decenas de metros en muchos casos, facilita la propagación de las pelusas.

Los ‘copos de algodón’ cubren los suelos en zonas donde crecen las especies que los producen. Fundamentalmente cerca de cursos de agua y riberas, los chopos y álamos se expanden y ofrecen sombra protectora, formando las frescas choperas, que en la Sierra se denominan ‘chopeas’.

Aunque los vilanos no produzcan alergias, sí presentan un peligro potencialmente importante, debido a su alta inflamabilidad. Prenden con facilidad, lo cual ha justificado incluso estudios para analizar la posibilidad de emplear las pelusas del chopo como materia prima para fabricar biocombustiles. Por ello, resulta fundamental actuar con cautela en sus inmediaciones, especialmente en presencia de algún foco de calor o si se producen condiciones ambientales de alta sequedad del suelo o del ambiente.

Hay senderos que quedan completamente cubiertos del manto blanco, produciendo sensaciones que se suman al colorido, a los sonidos y a los olores propios de la Sierra en esta época del año.

De esta forma, las chopeas ofrecen otro particular espectáculo que se añaden al colorido otoñal que aportan a la Sierra o la especial frescura que se siente al merendar o pasear entre las hileras de troncos milimétricamente sembrados.

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