De una orilla a otra

De una orilla a otra

Quien desde los últimos años sesenta haya frecuentado los libreros de viejo o los tableros de ferias de libros como la Cuesta de Moyano, quizás recuerde la presencia habitual y a precio de saldo de un libro de la Guerra Civil titulado Sitio y defensa de Oviedo, publicado en 1937, del que era autor Oscar Pérez Solis, “capitán de la 18ª de asalto”, según consta debajo del nombre. Un volumen prologado por el general Aranda, de cubierta efectiva en la que la torre de la catedral ovetense aparece junto a una Laureada –en otra edición solo aparece la condecoración– que narra el asedio de la ciudad por los republicanos, de la que es autor un capitán de artillería y falangista que participó en el acontecimiento. Hasta ahora nada sorprendente si no fuera porque el citado Pérez Solís había sido diez años antes secretario general del Partido Comunista de España, previo paso por el Ejército, por el Partido Socialista y por el pistolerismo del agitado Bilbao obrero de los años veinte. Una vida que es una verdadera novela con etapas tan destacadas como el viaje que hizo a la URSS en 1924 para participar en un congreso de la Komintern, que recogió en un libro que ha publicado recientemente Renacimiento en una edición a cargo de Steven Forti, quien sabe todo de un personaje que, además de inquieto, era un más que discreto escritor que se carteaba con Miguel de Unamuno.

Un recorrido sorprendente que llevó a Oscar Pérez Solís de la izquierda, entonces extrema, del PCE, al fascismo de Falange, pero que estaba lejos de ser el único viaje en la época. Casualmente, en 1924 Pérez Solís conoció en Madrid al comunista francés Jacques Doriot quien, años más tarde, tras ser alcalde de Saint Denis, realizaría su propio trayecto al crear el Partido Popular Francés, el más importante del fascismo galo y, durante la Ocupación, el más próximo a Alemania. Con él irían muchos otros compañeros de partido como Paul Marión o Georges Guilbaud o incluso el propio Pierre Drieu La Rochelle, quien coqueteó con el PCF.

Es curioso como los cambios de bando más radicales en estos años afectaron a personajes que luego acabaron en el grupo tan minoritario que encabezaba Ramiro Ledesma Ramos, el único verdaderamente fascista en España. Ese viaje desde el comunismo y la vanguardia lo emprendieron personajes como los escritores y periodistas Ernesto Giménez Caballero, Guillen Salaya y Juan Aparicio, hoy más que olvidados, al igual que Santiago Montero Díaz, el joven catedrático medievalista, aunque entonces todos eran jóvenes, que fue del comunismo al mundo de La Conquista del Estado de Ramiro Ledesma y después al de Falange, tras una estancia en la Alemania hitleriana que parece le abrió los ojos. Sin embargo, a estos radicales que revinieron en jonsistas les supera otro personaje que viajó de una a otra orilla, pero en sentido inverso y en distintas ocasiones, lo cual es más excepcional. Se trata del pintor sevillano Francisco Mateos, una combinación en dulce de Ensor y Solana, quién tras residir en la Alemania de Weimar a su vuelta se afilió al Partido Socialista para poco después integrarse en el grupo de Ramiro Ledesma. No duró mucho en las filas del fascismo hispano pues antes de la guerra ya colaboraba con la UGT, para la cual realizó luego importantes trabajos de propaganda.

Las razones y las explicaciones a estos cambios extremos en una época de radicalidades y crisis como fue la de entreguerras, probablemente estaban, como diría el cantante y premio Nobel, en el viento. O mejor, en un rechazo de la sociedad liberal y burguesa que exigía opciones radicales de uno u otro ismo, a veces sin importar cual. Sin embargo, estos volatines ideológicos que llevan de un extremo a otro, y a veces incluso de vuelta al lugar de partida, son antes un cambio de piel que se extiende a lo largo de toda una vida, como fue el caso de Dionisio Ridruejo, que un ejemplo del parlamentario y calculado transfuguismo actual, que suele responder a razones de oportunidad electoral o personal, más que a matices ideológicos. Quienes cambiaban de orilla, de bando, solían hacerlo después de sufrir crisis personales, incluso existenciales, que suelen estar vinculadas a una revelación en forma acontecimiento o de viaje, como la vista a la URSS que desencantó a tantos, de Doriot a Marion pasando por Pérez Solís, aunque en este caso fuera rematada por el padre Gafo en la cárcel.

En los últimos años, de abundancia de tránsfugas, en España todavía hay quienes han realizado el viaje de una estación a otra a lo largo del tiempo, que en algunos casos ha sido más corto y en otros más largo. Seguro que el lector está pensando en algún ejemplo de políticos, periodistas o escritores que han pasado a defender ideas que de las que antaño estaban en las antípodas. A mí se me ocurren dos muy destacados: Jorge Verstrynge o Ramón Tamames, cada uno en sentido inverso, aunque la lista de otros ilustres viajeros ideológicos de una radicalidad a otra sea más amplia y conocida.

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