Tribuna

León lasa

The working poor

El 90% de los asalariados gana menos de 1.700 euros brutos al mes. Y los precios de los alquileres se han disparado en los últimos cinco años

The working poor

The working poor / rosell

Viento en popa. Para algunos. Según parece y según al unísono proclaman televisiones y periódicos, de una –supuesta– tendencia u otra, la economía va viento en popa a toda vela, y, de ser así, sólo podemos alegrarnos de ello. Hace pocas semanas todos nuestros líderes políticos, prohombres de preparación intachable, no hacían sino cantar loas sobre la bonanza del momento económico que vivimos y el número de puestos de trabajo creados a lo largo y ancho de la piel de toro. Albricias. Es curioso: si bien hay supuestas batallas políticas sobre zarandajas de calado menor, se cierran filas cuando de lo que se trata es de alabar las bondades del Sistema. Con mayúsculas. Ese en el que vivimos todos. Mejor o peor. Pasemos los veranos en Matalascañas o en Sotogrande.

Esa noticia recurrente casi desde el 2015, desde el final de la crisis del 2008, que como las plagas bíblicas, duró unos ocho años, esa noticia y su tratamiento, decimos, nos inducen a pensar que se vive en un clima de bonanza económica desconocido desde hace tiempo, que nunca la población española –y europea o norteamericana en general– soñó con alcanzar estos niveles de prosperidad, y que sólo faltan fuentes de ambrosía y néctar en los parques para completar el cuadro. Al estilo de la de vino para los peregrinos en Irache, Navarra. Además de esos titulares, otros de igual calibre nos dicen que todos los bancos pulverizan cifras de beneficios. Y de dividendos para sus accionistas.

El espejismo. Pongamos las luces largas. Nunca, es cierto, ha habido tantos trabajando en activo. Superamos cifras nunca vistas de cotizantes, de afiliados. Más de veintiún millones. Sin embargo, no se ha oído con igual machacona insistencia, o siquiera parecida, qué tipo de empleos se crean, qué tipos de contratos, qué estabilidad profesional o personal pueden obtener hoy en día esas generaciones que se dice son las mejor preparadas de la Historia. Un dato: el 90 por ciento de los asalariados gana menos de 1.700 euros brutos al mes. Y los precios de los alquileres –de comprar casi ni hablamos– se han disparado en los últimos cinco años. El mantra (no tendrás nada y serás feliz) se va cumpliendo poco a poco. Mientras el uso del móvil y del picoteo permanente en internet nos mantenga distraídos, abstraídos.

Los anuncios institucionales son claros y machacones. España va como un cohete. Nunca antes se había creado tanto empleo; nunca antes la tasa de actividad había sido tan elevada. Somos la envidia de Europa. La locomotora del tren europeo. En el país, nos dice la propaganda institucional, los dirigentes, se crearon en 2023 casi ochocientos mil empleos; tenemos doscientos mil desempleados menos que el año pasado; el ritmo de incorporación de la mujer al trabajo es elevado. No podemos sino alegrarnos de ello, congratularnos de esas letras grandes. España, se anuncia, crea uno de cada tres empleos en Europa.

La precariedad. Algo no encaja. Si las cifras no ocultan el bosque, ¿por qué se fueron del país casi cuatrocientos mil jóvenes el año pasado y unos trescientos mil el año anterior? ¿Por qué en las cifras oficiales se hace tanto hincapié en el número de empleos creados pero no en su calidad o en su salario medio? Algunos nos tememos que nos estamos convirtiendo en una nación de eso, de working poor, de jóvenes segmentados, más si cabe a nivel andaluz, entre los medianamente preparados (que buscan otros horizontes) y el resto; entre los que pueden aspirar a remuneraciones que les abran unos horizontes de esperanza, y los que no. Es por ello que algunos no compartamos el optimismo exuberante de esas cifras, de esos titulares que apenas van más allá de eso, de magnitudes genéricas de trazo grueso.

Se crea empleo, sí. Las familias ven como muchos de sus miembros pueden acceder a puestos de trabajo, sí. ¿Pero se traduce eso en niveles de prosperidad también desconocidos anteriormente? Algunos no lo tenemos tan claro. Si el consumo es imparable (vuelos low cost; vida callejera; bares y restaurantes atestados; etc) especialmente en los más jóvenes, se debe fundamentalmente a que las bondades de un trabajo estable, con salarios que permitan acceder a una vivienda en propiedad (como a sus padres) hoy es casi una quimera para muchos. Solamente el treinta y uno por ciento de los jóvenes de menos de 35 años son propietarios de su vivienda; la cifra, hace diez años, rozaba el setenta por ciento. Ya lo dijo el Profeta: no tendréis nada y seréis felices. Pues cojonudo.

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